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que la han jalonado siempre, mas bien parece mostrarnos ue las costumbres se pervierten en lugar de mejorar. Aun ciencia creciente de la autonomia de la persona como un valor irrenunciable y la extensi6n de la dignidad a todos los, Espero que el lector de este libro vea confirmada esa teoria. VICTORIA CAMPS, septiembre de 2012 1 LOS SOFISTAS Y SOCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS La reflexion sobre la moral empieza propiamente con los sofistas que protagonizan los dilogos socriticos de Platén. Estamos en el siglo v a.C. del maximo esplendor de Atenas, esplendor no s6lo tural, Una época gloriosa arte y la filosofia. En ella 15 16 REVE HISTORIA DEA Erica, del lenguaje todo el potencial que atesora para plantear pre- ‘guntas y persuadir de la verdad de los valores que se van descubriendo. Ya no es legitimo aceptar décilmente lo que ‘viene dado, hay que discutirlo y enmendarlo sies preciso. En. tna palabra, lo que a flsofa pretende es hacer hombres tun notable desarrollo. Pero el tema de los presocraticos ha- bia sido sobre todo la naturaleza y slo excepcionalmente concienzudamente, presentandolos en continua polémica con, ‘Sécrates, quien, pese a mantener una posicién ambivalente ido el mas airo- roal oficio de maestros de virtud a dios, al parecer no siempre mécicos, les acarred la reputacién de mercaderes del conocimiento y, peor a tjuspesvocthe es lod nciocauestisnasieetoak 10S SOFISTAS ¥ SOCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 17 ‘Todo muy propio de un pensamientoilustrado —lo sabemos hoy—, pero dificil de asimilar como tal en su momento. Los sofistas supieron aprovecharse de una sociedad en la que la religidn no era un vehiculo de cultura, no contenfa ensefian- unos libros sagrados que cerraran el paso a la reflexién per vamente en el gobierno de la ciudad. Una sociedad, final- mente, en la que se notaba la influencia de las invasiones persas, el incremento del comercio y de los viajes que enfren- taba a la gente con diferentes culturas poniendo de manifies- to que lo que era bueno en Persia no lo era en Atenas y lo que valia en Egipto no valia en Megara. Muchos fueron los factores que propiciaron el vuelco intelectual que se produce con los sofistas y que pone en primer lugar al hombre como, objeto de reflexién, y ala palabra como instrumento de per- suasion. SER BUENO, SER EL MEJOR, SER VIRTUOSO “Muchos libros de ética empiezan refiriéndose a los poe- ‘mas homéricos como el lugar donde encontramos k 10s ejemplos de virtud o de vida buena. Sin dud: que relata Homero poseia ya un éthos, una mar bre la moral. No habia preguntas ni dudas sobre si 8 BREVE HISTORIA DE LA Erica, roes de la res» (arist se mostraba, mejor que en ningiin otro escenario, Nadie lo dudaba, del hombre: padre de todas las cosas Pero lo que determinaba el significado de lo bueno no era s6lo la realidad incuestionada de Ia guerra. Es que ser bueno merecian ser reconocidos como «los mejo- jor»—el que nacia para serlo, no el que se lo propos otras razones porque nadie que no tuviera un origen singu- lar podia proponerse mejorar. La excelencia y la virtud, en consecuencia, eran patrimonio de unos pocos, las castas mas tal era el valor, entendido, por supuesto, como valor capacidad de vencer en el combate. Una virtud eminente- +r de otra manera. Ser ser astuto y tener éxito en los combate: cera agathés no era hacer un juicio moral Hiada: +iQue al menos no perezca sin esfuerzo y sin gloria, sino tras una proeza cuya fama legue a los hombres fu- Lo que uno es capaz de hacer, en virtud de una mn social que le ha tocado en suerte y no ha elegido, ces lo que le depara lo més alto a lo que uno pueda aspirar: la memoria y el reconocimiento social. La restrictiva identificacién del agathés con el guerrero y el valiente marca una pauta que estard siempre presente en el significado de la moralidad. Con una diferencia: ese valor 10S SOFISTAS ¥ SOCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 19 cipio, es fisico y tiene que ver con la fuerza, con id y con la formacién técnica del guerrero, se convertiré més adelante en valor psiquico, capacidad de au- todominio, valor como esfuerzo para vencer los deseos y las hay que aspirar. Por otra parte, la equiparacién del mejor con el héroe soslaya una de las cuestiones més discutidas luego por los flésofos del periodo socratico: si la virtud es Dicho de forma més simple: si poseer una virtud implica poseerlas todas, pues, de entrada, se hace di- ficil aceptar que el valiente, s6lo por serlo, sea a la vez el compendio de todas las virtudes. Pero el mundo homérico reduce todas las virtudes a una sola, y ser bueno significa estar en posesidn de todas las cualidades valoradas en la so- ciedad griega: coraje bélico y habilidad en la guerra, asi como éxito en la misma.* El éthos homérico es muy simple. Es dudoso que a los personajes homéricos se les pueda atribuir algo parecido a la responsabilidad. Desemperian la funcién que el desti hha otorgado: el rey la funcién de gobernar; el padre de fa lia, la de proteger a los suyos, y la mujer, la de ser discreta, casta y fiel. En ningiin caso puede hablarse propiamente de tun agente moral que decide qué debe hacer, porque uno vive condicionado por su suerte al nacer, una suerte imposible de cambiar. Un hijo sordo 0 mudo no es un hijo real, dice He- judadano maltrata a una anciana 0 a un nitio, rle su cobardfa o su arrogancia, no que no lo que elige. Lo que hay que saber cada uno y adecuar el card los roles de cada uno, reconoci dad, ha llevado a entender la cultura homérica como una ti- 20 DREVE HISTORIA DE LA ETICA. pica «cultura de la vergiienza>, en contraposicién a la «cul- tura dela culpa», posterior,maselaborada y donde si entraré ‘en juego la responsabilidad inl a, por encima de cualquier otra cial, el aplauso de los demas cuando cumple su cometido a la perfeccion, PROTAGORAS! EL ORIGEN DE LA MORALIDAD. ‘cuestionar la rigidez de los conceptos. Con la act la moneda, Teognis observa la confusién que s¢ vierte sobre lo que debe ser considerado bueno y virtuoso: «Para la ma~ yoria de los hombres, s6lo hay una virtud: ser rico». Por su parte, Tucidides y Hesiodo escriben textos memorables s0- nguaje y la transformacién del signifi- por causa de los acontecimientos y la ‘Tucidides registra la corrupcién del len- sguaje a raiz de la revolucién de Corfé con estas palabras profusamente recordadas durante milenios: la espera prudente, cobardia; la moderaci6 Aebilidad; saberlo todo es no hacer nada.* En Los trabajos y los di der seguir llamando «justos» a quienes lo son de verdad por- 10S SOFISTAS Y SOCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 2 ‘que «es malo ser justo si el injusto logra convertirse en el ». Los sofistas buscan una salida al desconcierto mo- ‘mucho juego: las leyes morales son phyisis 0 nd- naturales 0 convencionales? Los dos sofistas més conocidos y respetados en su época, Protégoras y Gorgias, hicieron gala dela relatividad de cual- al émbito de a déxa, de la opinidn, y node a verdad: «Cuan- do sopla el viento, unos tiemblan y otros no; no podemos, pues, afirmar que este viento sea en si mismo frio». Con res- pecto a la religiGn, no dudé en declararse agnéstico con la sentencia, harto conocida: «Acerca de los dioses no sabré decir silos hay 0 no los hay, pues son muchas las cosas que prohiben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la breve- dad de la vida del hombre». Pero la afirmacién que sintetiza cl esceptcismo y el cardcter convencional que revste la tantas veces citada: «El hombre es la medida de ‘cosas, de las que existen, como existentes; de las que no exis Y que, se entienda como se ‘iro que esté emprendiendo a. ¢Quién es «el hombre» que se proclama como la i Fs el hombre genérico la hu- a 'BREVE HISTORIA DE LA ETICA tas, el protagonismo del otro signo de que esta- | punto de vista del que . Més atin cuando de ‘que pueden ser veri- habla el que determina qué es cada’ Jo que se habla no es de entes natur ‘que da Protégoras, el relato es, mas 0 me- Una vez que Zeus ereara la tierra y la po- blara de seres vivientes, se dio cuenta de que éstos necesita- ban recursos varios para defenderse de las adversidades y poder sobrevivir. A tal fin envi6 a Epimeteo a la tierra para que dotara a las distintas especies de lo més apropiado en cada caso para desenvolverse. Pero Epimeteo no era muy listo y caleul6 mal el reparto de los dones de que disponta, forma que agot6 todos los recursos en los animales y dej6 hombre desnudo y desprotegido. Es entonces cuando Ze envia a Prometeo a la tierra para que otorgue al hombre un clemento imprescindible: el fuego. Prometeo asf lo hace y los LOS SOFISTAS Y SOCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 23, ¢Debo dar ambas virtudes a todos por igual o las virtudes morales se reparten como estan repartidos los conocimien- tos: unos son médicoss otros, agricultores; otros, militares? La respuesta de Zeus, en el relato platénico, es inequivoca: al incapaz de participar ‘una enfermedad de la ciudad. ‘ogantes que plantea la dis- primera es que los hu- ajo un determinado orden social. Antes de que exista este orden, se presupone un hom- venciones morales y sin ellas la estabil eyes politicas y las normas morales son némos, convenciones, en definitiva, opinables, que caen cen el ambito de la désxa. Lo que no obsta para sefialar que la 4 SBREVE HISTORIA DE.LA Erica ‘coincidiendo uno y otro en el punto medio, a instancias nues- tras, como si nosotros fuéramos una especie de érbitros.” El segundo interrogante que plantea el mito de Prometeo como explicacién del origen de la moralidad entre los hom- tesis de Protaigoras de que «el hombre es la medida de todas las cosas»? ¢Es la medida también de la moralida més légico si, ademés, hemos aceptado que natural», sino convencional, fruto de un contrato 0 de un ppacto, en este caso, con los dioses. Estamos ante otro de los temas inagotables de la filosofia moral: los valores morales seguimos sin tener una respuesta univoca y a gusto de todos para tal pregunta. No obstante, lo que se desprende del Pro- 10S SOFISTAS ¥ SOCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 25 de acuerdo con las peculiaridades de los ts res, Estamos ante una cuesti6n altamente id bisica de los seres humanos y fasta dénde es posible hacer concesiones a lo cultural jute, te Yoda Tegan ruelgeta tase ya ese problema y parece resolverlo apelando a una conven-

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