6 KRIZ Terapia Racional Emotiva

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Corrientes fundamentales en psicoterapia Jirgen Kriz 11. Terapia racional-emotiva (Ellis) La terapia racional-emotiva fue elaborada por Albert Ellis (na- cido en 1913) desde la década de 1950, y en 1956 fue presentada por primera vez ante la reunién anual de la Asociacién Psicolégi- ca Norteamericana (en ese momento todavia con el titulo de «te- rapia racional»). Esta variedad de terapia atiende sobre todo a cogniciones disfuncionales (valoraciones, conclusiones, ideas, etc.; véase infra) de los pacientes (en la forma de «sistemas de creen- cias») y a su importancia para el deterioro del bienestar psiquico © para la explicacién de perturbaciones de la conducta. Por esta raz6n la terapia racional-emotiva se suele incluir entre las tera- pias cognitivas de la conducta; pero el propio Ellis se ha negado siempre a aceptar la subsuncién, por grande que sea la semejan- za entre su propuesta y las concepciones de la terapia de la con- ducta. Con respecto a la cronologia, la terapia racional-emotiva se desarroll6 de manera paralela a las terapias de la conducta en la década de 1950 (a diferencia de las «otras» terapias cogniti- vas de la conducta, que aparecieron sélo a fines de la década de 1960 y en la de 1970, sobre la base de concepciones de tera- pia de la conducta ya existentes). Las bases teéricas de la terapia racional-emotiva son objeto de diversa valoracién; asf, Ellis (1979a, p4g. 39) opina que ella «dispone de una teoria muy diferenciada y practicable», mien- tras que otros autores se muestran mas bien reservados en este punto (p.ej., Von Quekelberghe, 1979). Y no en vano escribe L. Wachinger, en el «Prélogo» a la edicién alemana de La terapia racional-emotiva de Albert Ellis (1977, pg. 7): «Tal vez muchos encuentren superficial el abordaje racional de Albert Ellis (‘‘pro- fundidad alemana” contra ‘‘optimismo norteamericano de la ra- cionalidad y la técnica’), pero no se debe olvidar el gran alicien- te que representa para los enfermos y sus terapeutas». Ademas, el nticleo teérico —el didlogo interior y la importancia de las re- presentaciones simbélicas, cognitivas, de situaciones y sucesos para la percepcién, la conciencia y la conducta— habia sido ela- borado con mucho mayor fundamento y de manera mas abarca- dora, p.ej., por George Herbert Mead, més de veinte aiios antes. Ideas afines en el campo de la psicoterapia se encuentran ya a comienzos del siglo XX en Paul Dubois (1907) o en Alfred Adler (cf. el capitulo 3), entre otros autores. El mérito de Ellis consistié mas bien en haber elaborado una terapia eficaz y pragmatica como alternativa del psicoanilisis, pero sin caer en el marcado dogmatismo conductista de la tem- prana terapia de la conducta como la concibieron Wolpe, Eysenck y Skinner. Parece haber anticipado en mds de una década las posteriores ampliaciones y modificaciones cognitivas de aquellos abordajes. La capacidad de Ellis para exponer los aspectos esen- ciales de la terapia racional-emotiva en unas pocas consignas bien logradas, evidentes sobre la base de la experiencia cotidiana aun para terapeutas con escaso interés por la teoria o para pacientes que por lo comtin no tienen preparacién psicolégica, hizo que, tras una resistencia inicial, aquella se difundiera con rapidez en las décadas de 1960 y 1970. También en Alemania la terapia racional-emotiva es una de las variedades terapéuticas mas di- fundidas, junto con el psicoanilisis, la psicoterapia del didlogo, las terapias de la conducta y la terapia guestltica. 11.1 Albert Ellis y el desarrollo de la terapia racional-emotiva El desarrollo de la terapia racional-emotiva guarda estrecha relacion con la biografia de Ellis: sus padres eran inmigrantes ju- dios en Nueva York; se divorciaron cuando él tenia doce afios. En la década de 1930 se dedicé a los negocios pero en su tiempo libre escribia poesias, cuentos, novelas y piezas de teatro. El mis- mo refiere que sofaba con llegar a ser un escritor famoso pero que no encontré editor para sus manuscritos. (Tal vez esto expli- que en parte que haya sido después un autor tan prolffico en el campo de la psicologia, sobre todo en el de la terapia racional- emotiva: mas o menos quinientos articulos y cuarenta libros.) No antes de los treinta afios empezé a estudiar psicologia; trabajé primero en el campo del asesoramiento. A fines de la década de 1940 completé una formacién psico- analitica con un andlisis diddctico de tres afios. Pero ejercié muy poco tiempo como analista, y es evidente que no tuvo mayor éxi- to, segiin se deduce de sus escritos posteriores y de su polémica contra el psicoanilisis. Ya a comienzos de la década de 1950 se 204 volcé a los abordajes neofreudianos y de terapia de la conducta. A partir de su critica del psicoandlisis (cf., entre otros trabajos, Ellis, 1950) y de la reflexién sobre su experiencia personal con pacientes, elaboré poco a poco la idea de’ una variedad de tera- pia fuertemente directiva, basada en un debate racional. La de- nominé al comienzo «terapia racional». S6lo como reaccién a las objeciones de psicélogos de orientacién psicodindmica en el sen- tido de que privilegiaba los aspectos cognitivos y descuidaba la vida emocional de los pacientes, eligié, a comienzos de la década de 1960, la denominacién de «terapia racional-emotiva» y dio mas relieve en sus escritos a los procesos emocionales. Aparte de eso, su concepcién de Ja «terapia racional» habia tropezddo con la critica y el rechazo desde los primeros. ajios: «Cuando la expuso por primera vez en 1956 ante la reuni6n anual de la Asociacién Psicolégica Norteamericana, rogerianos, tera- peutas guestalticos y psicoanalistas estuvieron de acuerdo: esti- maron que su técnica era demasiado elemental y opinaron que no daria resultados» (Schorr, 1984, pag. 144). Hans-Jiirgen Ey- senck (que se sintié aliado de Ellis en su vehemente critica del psicoanilisis) fue uno de los primeros en alentarlo con fuerza e incluy6 en manuales articulos de aquel de 1960 y de 1964. En 1962, Ellis, con Razén y emocion en psicoterapia, publi- caba su primera obra importante sobre la terapia racional-emotiva (edicién en lengua alemana, 1977); la segunda fue El crecimien- to a través de la raz6n (1971). En 1977, Ellis y Grieger pudieron encabezar su manual sobre esta variedad terapéutica con las pa- labras «La terapia racional-emotiva ha sido fundada. Se puede afirmar sin lugar a dudas que se ha establecido como una de las principales variedades de terapia». Ya mencionamos el hecho de que también en los paises de habla alemana tuvo amplia difu- si6n, aunque no sin recibir criticas (p.ej., Eschenréder, 1977; Kess- ler y Hoellen, 1982, o Rickert, 1982; para el examen critico, Beu- le, Eichhardt, Kleiber y Offe, 1978; Braunert, 1980, 0 Von Que- kelberghe, 1979). Es indudable que la terapia racional-emotiva representa un importante enriquecimiento del espectro terapéutico aunque haya que relativizar la declaracién de Ellis de que «el noventa por ciento de los pacientes tratados con terapia racional-emotiva manifies- tan tras diez o mas sesiones una mejoria evidente o digna de no- ta» (Ellis, 1977, pag. 42). Ese enriquecimiento, ya lo hemos di- cho, es practico-metédico, y no tanto tedrico (Jas referencias bi- bliograficas que incluye al final de sus articulos no raras veces se presentan como un amontonamiento no estructurado de vein- 205 te o mds nombres para una sola frase del texto; y en las «con- frontaciones» con otras variedades terapéuticas, estas, en el me- jor de los casos, se presentan como caricaturas para las cuales no se aducen conocimientos bien fundados). Poco loable es tam- bién una masiva polémica contra otras variedades de terapia, que recorre su obra (y que no esta ausente en unas cintas grabadas de conferencias que han llegado a mi conocimiento). Asf, califi- ca a «los métodos de psicoterapia [...] m&s emocionales», glo- balmente, de «gasto de tiempo mds o menos inconducente» (Ellis, 1977, p&g. 41); acercaide Rogers (cf. el capitulo 14), opina que da técnica ha sido experimentada como satisfactoria en grado inaudito por muchos pacientes (si bien no de los mas inteligen- tes. . .), pero para producir cambios en la conducta se ha revela- do por completo infecunda» (ibid., pag. 190); divulga prejuicios difamatorios: «lo que los reichianos [.. .] parecen pasar por alto es el hecho de que cuando se manipula fisicamente a un pacien- te, sobre todo en el terreno sexual [. . .}» (ébid., pag. 192); 0: «4C6- mo explica —pregunté al paciente— que todos esos terribles com- plejos freudianos que usted me pone sobre la mesa no le hayan embarullado su vida sexual hace ya mucho tiempo? Y en cam- bio, 10 que usted viene cultivando en los wltimos atios son las verdaderas majaderias reichianas» (ébid., pag. 125). Pero en lo que se refiere a la terapia racional-emotiva y a su persona, Ellis se muestra un poco menos critico, p.ej., cuando comprueba que «los psicoterapeutas (y poco después el vasto publico) empeza- ron a ver enseguida en mi a uno de los verdaderos pioneros en los campos de la terapia cognitiva y de la terapia cognitiva de Ja conducta» (Ellis, 1979, pag. 3). La eficacia de la terapia racional-emotiva ha sido confirmada en gran cantidad de investigaciones, p.ej., en casos de miedo a los tests, a hablar, de tartamudez, de angustia social, etc. (un pa- norama de estas investigaciones sobre eficacia se puede consul- tar en DiGuiseppe y Miller, 1979). Esto justifica, con prescinden- cia de las objeciones que mencionamos antes, el valor adjudica- do a este abordaje. Pero cuando Ellis, p.ej., en el volumen de compilacién sobre Neue Formen der Psychotherapie [Nuevas for- mas de la psicoterapia], de la serie «psicologia hoy» (1980), es clasificado como «psicélogo humanista», hay que poner esto bajo caucién en vista del desprecio con que se expresa hacia los abor- dajes de la psicologia humanista y sus representantes, aunque él mismo sefiale que «variedades terapéuticas eficaces que po- nen el acento en la capacidad del ser humano para controlar sus sentimientos, son los métodos més humanistas, mas dignos del hombre, entre todos aquellos que se han elaborado hasta hoy» (ébid., pag. 148). 11.2 El «A-B-C» de la terapia racional-emotiva Punto axial de la intervencién terapéutica y también de la génesis y mantenimiento de las perturbaciones psiquicas es, se- gin Ellis, el pensamiento; dicho con ms precisi6n: unos proce- 80s cognitivos disfuncionales que estan representados en la for- ma de «actitudes irracionales» o de conglomerados 0 sistemas de estas («irrational belief systems»), y que se asocian con conclu- siones falsas, hipergeneralizaciones, simplificaciones indebidas, etc. A causa de la interdependencia de percepcién, conducta, sentimiento y pensamiento, puesta de relieve por Ellis, estos pro- cesos cognitivos (y por lo tanto también su modificacién terapéu- tica) afectan al mismo tiempo a todas las funciones vitales hu- manas fundamentales. Ahora bien, Ellis sefiala que ya la filosofia de los estoicos (a quienes en la antigua Atenas, pero mds todavia en Roma, les cu- po casi el rol de psicoterapeutas, cf. Chessik, 1977) ensefab: «Los hombres no se inquietan a causa de las cosas como tales si- no de las opiniones que sobre ellas tienen» (Epicteto), concep- cién esta que, exceptuando a los empiristas, no fue cuestionada por ningun epistemélogo en los siglos que siguieron. Pero en la psico-légica de la vida cotidiana, esto aparece bajo una luz a me- nudo muy diferente: ciertos acontecimientos se disciernen como las causas tnicas, inmediatas y desencadenantes de deterioros emocionales 0 de conducta 0, reciprocamente, se considera que estos tiltimos han sido las reacciones o consecuencias necesarias en vista de aquellos sucesos. Si alguien ha desaprobado un examen, puede ocurrir que co- mo consecuencia inmediata de ello se deprima, se sienta un fra- casado, tema no poder pasar nunca mds una prueba, permanez- ca inactivo y paralizado en su casa, y aun se entregue a ideas suicidas. Si se pregunta a esta persona por las razones de su con- ducta y su depresién, lo mas probable es que responda que obe- decen a su fracaso en el examen. Pero esta explicacién, conside- rada en pura légica, es falsa; si fuera correcta, todas las personas que han fracasado en un examen tendrian que reaccionar de la misma manera. Pero las més viven esa circunstancia como algo desagradable en mayor o menor grado; y hasta es concebible que alguien reaccione con alivio y se diga «mejor desaprobado que con una mala nota en la libreta de calificaciones; asi puedo repe- tir la prueba y tengo la posibilidad de sacarme una buena nota». Es evidente, entonces, que depresi6n, ideas suicidas, etc., en ma- nera alguna son la nica consecuencia directa del suceso «fraca- so». Son mds bien las valoraciones las que ligan este suceso con aquellas consecuencias. Seguin el esquema «A-B-C» de la terapia racional-emotiva, una persona vivencia oportunamente después de A (activating event), © sea, después de una experiencia o de un suceso activadores (en este caso: no aprobar el examen), determinadas C (consequen- ces), 0 sea, consecuencias emocionales o de conducta (en este caso, p.ej., depresién). En contra del falso supuesto «A-C», 0 sea que A es la causa de C, la secuencia correcta es «A-B-C», donde Bes el sistema de creencias (belief system). Los sucesos del mun- do exterior hacen por cierto su aporte (las mds de las veces) a los sentimientos y a las conductas, pero no son su causa directa. En el ejemplo mencionado, B podria consistir en que el estu- diante dijera: «Queria aprobar este examen. Tendria que haberlo logrado a toda costa. Que haya desaprobado es una catdstrofe absoluta y soy un fracasado. No lo puedo soportar; seré mejor que me mate». En un caso asi, B es mucho mas importante que A, como se pone de manifiesto si imaginamos una variante en la que el estudiante pasé con brillo su examen, pero esta A’ no trajo por consecuencia necesaria impedir una B' semejante a la del caso anterior: «Y bueno, otra vez he tenido suerte con el exa- men. Pero en los que siguen quiza me vaya mal, cuando deberia aprobarlos a toda costa. Entonces seré un fracasado, y no lo po- dré soportar. Me tendré que matar». Estos pensamientos pueden conducir a las mismas depresiones y tendencias suicidas que en el ejemplo originario, si bien ahora en el sentido de «una profecia que crea las condiciones de su propio cumplimiento», a saber, que el estudiante se paralice al punto de que en efecto fracase en el examen siguiente; tendriamos entonces «B-C-A» como serie de «creencias irracionales: (Bi). Desde luego que aun mediando creencias «racionales» (Br) pue- den sobrevenir sucesos ingratos: el fracaso en un examen es por regla general desagradable. Pero lo que convierte lo «desagrada- ble» en una «catastrofe» insoportable son justamente las Bi, que casi siempre se pueden formular como enunciados «tengo que» (must); por eso Ellis habla de «ideologias must-turbatorias», y ca- racteriza asi a las tres principales (Ellis, 1979, pg. 12): 208 a. Tengo que desenvolverme bien y obtener el reconocimien- to de mis logros; de lo contrario seré un sujeto carente de valor. b. Los demas me tienen que tratar de manera considerada y amistosa, tal como me gustarfa que lo hicieran; si no obran asi, la sociedad y el mundo entero deberan ser censurados con la ma- yor severidad, condenados y castigados a causa de su desconsi- deraci6n. c. Mis condiciones de vida tienen que ser tales que yo consiga practicamente todo lo que quiero de manera cémoda, rapida, sin esfuerzo alguno y sin que mé vea confrontado con nada que yo no quiera. En muchos pasajes, Ellis ha detallado estas tres ideologias ‘must-turbatorias principales en la forma de «pensamientos (0 ideas) irracionales» centrales. En cuanto a su génesis, supone una «predisposicién genética» (que es de lo mas dudosa puesto que no precisé las condiciones que permitirian comprobarla) y, ade- més, adoctrinamientos tempranos de los padres, la familia y la sociedad. Estos adoctrinamientos se conjugan después, legado el caso, con las ideas irracionales del ambiente. Pero mucho més importante es que el individuo se readoctri- na permanentemente a si mismo. Aquello ante lo cual alguien tiene, p.ej., angustia, no son las cosas como tales sino las valora- ciones; por lo tanto, estas pueden servir facilmente como refuer- zo de la conducta: el ser humano reacciona entonces a sus pro- pias valoraciones como si estas fueran propiedades de los objetos/ sucesos, y estas mismas reacciones se consideran después como pruebas/refuerzos de la correccién de las valoraciones (0 sea, de las ideas irracionales). Si alguien, p.ej., ha sido adoctrinado para tener angustia ante los perros (Bi), cada vez que se encuentre con un perro (A), sentird angustia (C), y esto se aplicaré como confirmaci6n de lo acertado de la Bi. Subjetivamente, A sera con- siderada causa de C: «Es terrible encontrarse con un perro, por- que eso siempre me produce angustia. Los perros causan en con- secuencia angustia, y lo correcto es tenerles miedo». Las siguientes «ideas irracionales, que son causa y sustento de perturbaciones emocionales» (as{ reza el epigrafe) estan toma- das de Ellis, 1970: 1. La idea de que un adulto tiene que ser apreciado absoluta- mente en todas sus acciones, en lugar de concentrarse él en su autorrespeto, en obtener reconocimiento con fines practicos y en amar en lugar de ser amado. 209 2. La idea de que ciertas acciones son terribles o malas, y que las personas que las producen debieran recibir un riguroso casti- go, en lugar de la idea de que ciertas acciones son inadecuadas 0 antisociales, y que las personas que las producen son estupi- das, ignorantes, se conducen neuréticamente y lo mejor seria ayu- darlas a cambiar. 3. La idea de que‘es horrible que las cosas no sean como a uno_Je gustaria, en lugar de la idea de que es ldstima que ocurra de esa manera, y que 16 mejor es tratar de modificar o de contro- lar las condiciones de#tal suerte que se vuelvan mas satisfacto- rias y, si esto no es “posible, aceptar temporariamente su exis- tencia. 4. La idea de que la miseria humana es causada desde afuera y nos es impuesta por personas 0 sucesos, en lugar de la idea de que las perturbaciones emocionales son causadas por la vi- sién que el individuo tiene de las circunstancias. 5. La idea de que uno se irritard terriblemente si se presenta © amenaza algo peligroso o temible, en lugar de la idea de que es mejor hacerle frente y volverlo inofensivo y, si i esto no es po- sible, aceptar lo inevitable. 6. La idea de que es mas simple evitar que afrontar las obliga- ciones y las dificultades de la vida, en lugar de la idea de que el camino que pretende ser simple ¢s a la larga el mas dificil. 7. La idea de que uno necesita algo mas fuerte o mas grande que uno mismo, en lo cual confiar, en lugar de la idea de que lo mejor es asumir los riesgos de pensar y actuar con indepen- dencia. 8. La idea de que uno debe ser en todos los terrenos posibles en extremo competente, inteligente y obtener logros, en lugar de la idea de que mejor seria hacer las cosas bien que tener que enmendar lo hecho, y aceptarse como un ser enteramente im- perfecto que tiene limites como todos los hombres y, ademas, sus propias flaquezas. 9. La idea de que algo influira irrestrictamente sobre la vida porque antes tuvo mucho influjo, en lugar de la idea de que uno puede aprender de sus experiencias anteriores sin quedar adhe- rido a ellas ni resultar dafiado. 10. La idea de que es preciso ejercer controles seguros y per- fectos sobre las cosas, en lugar de la idea de que el mundo esta habitado por la probabilidad y el azar, y de que a pesar de ello es posible gozar de la vida. 11. La idea de que la felicidad se puede alcanzar por medio de la pereza y la inactividad, en lugar de la idea de que los hom- bres son mas felices cuando se entregan por entero a fines crea- dores o cuando se dedican a otros hombres y proyectos. 12. La idea de que uno no gobierna sus propios sentimientos y de que no puede hacer nada para sentir determinadas cosas, en lugar de la idea de que uno tiene un enorme gobierno sobre los sentimientos destructivos si se decide a modificar las hipéte- sis ciegas y anticientificas sobre cuya base produce esos senti- mientos destructivos. 11.3 El proceso terapéutico Los dos pasos mds importantes de la terapia consisten en la prolongacién del A-B-C en D (disputation, debate), a fin de que se pueda establecer con el paciente un «didlogo socratico» sobre sus Bi, sus ideas irracionales centrales, y poner en descubierto el influjo destructor que ejercen sobre C (en ocasiones, también sobre A; véase supra). En el caso positivo, a esto sigue E: el efecto cognitivo y conductal. Este efecto en el paciente consiste en una «reorientaci6n filos6fica» de su sistema de creencias, pero tam- bién en la modificaci6n de su manera de extraer conclusiones, de reunir,informacién, etc. Ellis sefiala que en este A-B-C-D-E no se trata de combatir los sintomas sino de alcanzar una radical reestructuracién cognitiva: no de sentirse mejor (feeling better) sino de conseguirlo mejor (getting better). Es evidente que para ello se deben descubrir y analizar pri- meramente los esquemas A-B-C especificos del paciente. Porque a los pacientes mismos, como lo apuntamos antes, le son noto- rios por lo comin sélo los nexos A-C. Esto se complica atin mas por el hecho de que a menudo se presentan problemas secunda- rios en los que C se convierte en A para una nueva cadena, p.ej.: 1. Un estudiante tiene que escribir un informe B: «Tengo que hacerlo a toda costa, de lo contrario seré un fracaso» «Nunca encuentro la manera de empezar» «Ya la primera frase o el primer esbozo tienen que ser perfectos» C: Evitacién del trabajo, inquietud, falta de concentracién Un estudiante repara en C como sintoma : «Tengo que concentrarme bien» «Es espantosa la manera en que evito el trabajo» «El que no puede trabajar con empefio no produce nada, deberia abandonar sus estudios y es un fracasado» C: Desesperaci6n, pardlisis en el trabajo, depresién En estos casos es atinado empezar por el A-B-C del problema secundario porque es el més accesible para el paciente. En esta variedad de terapia, el trabajo dirige sus primeros pasos a familiarizar al paciente con la «filosofia» de la terapia racional-emotiva; es decir, se lo instruye en particular sobre el «A-B-C», y no se desdefa remitirlo a publicaciones disponibles (p.ej., Diekstra, 1979). La finalidad es procurar al paciente un conocimiento teérico sobre el origen y el sustento de las neuro- sis, e introducirlo en el esquema conceptual de la terapia racional- emotiva, al cual después el terapeuta, durante el debate, se pue- da referir. En el contexto asi definido, Ellis sostiene que el abordaje racional-emotivo es de naturaleza diddctica, y que a su juicio la relacion terapeuta-cliente es una relaci6n maestro-discipulo. El terapeuta ensefia a sus pacientes «muchas cosas que de igual mo- do les habria podido comunicar un buen profesor de psicologia, con la salvedad de que los contenidos de la ensefianza se orien- tan por entero a la persona del cliente y se valen de los hechos de su vida cotidiana» (Ellis, 1979, p4g. 162). El abordaje de los esquemas A-B-C concretos del paciente co- mienza, como ocurre con la anamnesis en muchas variedades de terapia de la conducta, por A. Las situaciones en que los proble- mas se presentan se elucidan con precisién porque, junto a B, A supone premisas importantes para las conclusiones de C. Ellis sefiala que a menudo ya A se percibe de manera irrealista y des- figurada: si alguien informa observar siempre que la gente lo re- chaza, que parece tener determinadas expectativas acerca de él, etc., en A se cuelan ya valoraciones (esto muestra que no deja de resultar problematico entender el «A-B-C» como una secuen- cia; Ellis en varios pasajes habla incluso de «fases»: tanto mas se podria hablar de una interdependencia). En el andlisis de A, se ponen ya de manifiesto tipicas pautas irracionales de pensamiento (como las que se expusieron en el capftulo anterior, a raiz de Beck), p.ej., pensamiento polarizado, hipergeneralizaciones, exa- geraciones, personalizaciones. También C requiere, por regla general, esclarecimiento. Se tra- ta de las consecuencias afectivas y de conducta, en la forma de perjuicios experimentados, con las que el paciente acude a la te- 212 rapia. Pero muchos pacientes no pueden diferenciar entre pen- samientos y sentimientos (este distingo es importante para la elu- cidacién de Bi; véase infra). Se impone entonces un entrenamien- to para la discriminacién, en el que el cliente aprenda por una parte a distinguir cogniciones de emociones (cuya rigida separa- cién en la terapia racional-emotiva ha sido objeto de criticas, cf. Coyne, 1982) y, por la otra, a vivir con ms claridad, y especifi- car, los sentimientos singulares y sus cualidades (p.ej., no es raro que los depresivos confundan con tristeza lo que és enojo y fu- ria). Con la diferenciacién de los sentimientos, se habran obteni- do referencias sobre Bi: tal vez el enojo se entrame con «creen- cias» en el dominio justo/injusto, la angustia presuponga expec- tativas futuras respecto de A, y en cambio los sentimientos de culpa se produzcan inicamente en la consideracién retrospecti- va sobre A. Tras estos esclarecimientos provisionales de algunos nexos A-C —si el cliente se queja de demasiados problemas, se escogen al comienzo sélo los mas importantes—, se persiguen los indicios ya recogidos respecto de sus «sistemas de creencias». Para descu- brir las irracionalidades cognitivas bdsicas, pueden servir de orien- tacién aproximada las ya citadas «ideologias must-turbatorias» y las doce categorias principales de «ideas irracionales». Sin embar- go, muchos autores advierten que no se debe confundir «a ‘‘do- cena escasa’’, a la que repetidamente se recurre, [...] con un sistema deslindado de cogniciones al alcance de la mano» ni creer que «estas, en la previa formulacién que les ha dado Ellis, se de- ben meter en la cabeza del cliente» (Kessler, 1983, pag. 1113); y «la incapacidad del cliente, observada a menudo, para orien- tarse en los items de los cuestionarios sobre pensamiento irracio- nal (cf., p.ej., Sutton-Simon, 1981) realza la hipdtesis de que los sistemas de creencias se deberian especificar de manera mucho més concreta e idiosincratica». Por eso en cada terapia demanda un trabajo considerable traer a luz las creencias irracionales especificas. En este trabajo, ade- més del «didlogo socratico», en que el paciente es levado al con- vencimiento de la insensatez de sus creencias irracionales (véase infra), se pone a prueba ademas la destreza del terapeuta; senia- lemos aqui que estos dos procedimientos son poco susceptibles de planificacién y de comunicacié6n general; en definitiva, lo que vale es la experiencia y la capacidad de convencimiento de los terapeutas. Es preciso tener en cuenta que el descubrimiento de ideas irracionales y disfuncionales se lleva a cabo durante toda Ja terapia. Pero tanto para la practica como para la teoria se de- 213 be lamentar que Ellis emplee de manera tan difusa y cambiante un concepto tan central como el de «irracionalidad»: emplea «irra- cional» como sinénimo de «disfuncional», «desatinado», «irrealis- ta», «magico», etc.; Von Quekelberghe (1979, pag. 23) le critica: «el contenido semantico del concepto de irracionalidad utilizado por Ellis incluye desde el desatino, pasando por la contradiccién légica, hasta la mera insuficiencia de los medios elegidos», y se- fiala adem4s que Ellis incurre en una definici6n circular de la irracionalidad. El ultimo paso de la terapia, sin duda el mds vasto, dentro del A-B-C, es el definido globalmente como «D»: «disputar, deba- tir, discriminar y definir» (Ellis, 1979, pag. 21). Una pieza nuclear es el ya citado «didlogo socratico», en que el terapeuta, por me- dio de obstinadas preguntas —sobre todo del tipo «;por qué tiene que [must]. ..?»—, «pone en cuestién», en el sentido literal, las ideologias must-turbatorias del paciente. En relacién con esto, Ellis destaca en muchos de sus trabajos que se trata de la «exten- sion de los métodos de las ciencias naturales a los asuntos huma- nos», en aras de establecer la distincién «entre sentido y sin sen- tido, ficcién y realidad, creencia y ciencia», etc. (Como muchos psicdlogos, Ellis entiende por «ciencia natural» la imagen del mun- do del siglo XIX, revisada hace ya mucho tiempo.) Si prescindi- mos de esta invocacién de la realidad y de la ciencia, los que practican la terapia racional-emotiva introducen, ademas de «D», que venimos considerando, un amplio espectro de técnicas de intervencién; las expondremos brevemente para concluir. 11.4 Métodos de intervenci6én en la terapia racional-emotiva Si en la seccién anterior expusimos la intervenci6n terapéuti- ca, con arreglo al modelo de A-B-C-D-E, mas bien bajo el aspecto de las fases de un proceso (que por otra parte se superponen), el espectro de las técnicas de intervencién de esta variedad de terapia —aplicadas sobre todo en «D»— se puede estructurar tam- bién segin tres modalidades metédicas: Ellis mismo propuso una clasificacién en aspectos «emotivos», «conductistas» y «cognitivos» (p.ej., 1979). 11.4.1 Técnicas emotivas Los métodos emotivos se emplean sobre todo en la terapia de grupos. Se invita al paciente a manifestar de manera directa sus sentimientos hacia miembros del grupo (p.ej., hostilidad, simpa- tia, etc.). Ellis emplea juegos de roles, relatos de historias, hu- mor y expresiones de fuerza, para provocar determinadas reac- ciones emotivas. En la terapia de grupos maraton (en Ja que un grupo trabaja varios dfas sin interrupcién), los participantes son animados para que se encuentren en un plano inmediato, se fuer- cen a permanecer en el «aqufi y ahora», se muestren a ellos mis- mos y demuestren a los demas miembros reacciones emocionales y sensibles, y sean intransigentemente veraces, en particular con respecto a los sistemas de creencias que emplean cada vez que producen sentimientos negativos en ellos mismos y en los demas. Como en la vivencia catatimica de imagenes (Leuner, 1980, 1981), se emplean ejercicios de imaginacién y de fantasia en que el paciente, en estado semi hipnético, domina ciertas situaciones imaginadas (cf. Ellis y Harper, 1975). En los «shame-attacking exercises» (ejercicios para dominar la vergiienza), semejantes en esto al «assertive-training» (cf. el capitulo 9, 2), hay que domi- nar tareas socialmente desagradables y penosas, p.ej., detener en la calle a personas desconocidas y decirles algo muy personal, entrar mal vestido en un negocio de ropa elegante y probarse nuevas prendas, etc. (cf. Walen, DiGuiseppe y Wessler, 1980). De esta manera se toma conciencia de los propios sentimientos y sistemas de valor, e igualmente se hace la experiencia de que todo no va tan mal como se temia. 11.4.2 Técnicas conductistas Aqui se emplean, p.ej., refuerzos verbales y otros para pro- mover las conductas deseadas y extinguir las indeseadas. En es- to también el autorrefuerzo desempenia un papel esencial; la per- sona se consiente determinadas cosas gratas sélo si ha cumplido con las acciones que quiere promover. Una funcién muy impor- tante tienen en la terapia racional-emotiva las tareas para el ho- gar, que se imparten practicamente al final de la sesién; ellas consisten en acciones establecidas, que se deben cumplir en la vida ordinaria. Su contenido puede ser «conocer durante la se- mana a tres personas, visitar a la suegra regaiiona, en lugar de evitar los encuentros con ella» (Ellis), etc. Se trata de afrontar riesgos y de hacer nuevas experiencias. En los grupos, los pa- cientes son entrenados para desarrollar habilidades en el juego de roles, y se desensibilizan de sus angustias tematizandolas frente a los demds miembros. 11.4.3 Técnicas cognitivas Entre las técnicas cognitivas encontramos, junto al «debate» ya descrito, y a la informacién con ayuda de libros y de otros textos, el trabajo con determinadas imagenes mentales que el pa- ciente debe representarse en situaciones criticas. De la misma manera se emplean «contra-adoctrinamientos», enunciados que el paciente se dice adrede a si mismo: «Al catdlogo usual de téc- nicas terapéuticas, como la exploraci6n, el didlogo, la profundi- zacién y la interpretacién, el terapeuta racional agrega los mé- todos mas directos de la confrontacion, la refutacién, el contra- adoctrinamiento y la reeducacién» (Ellis, 1977, pag. 137). En los grupos se discuten ademas cuestiones universales de ética, cosmovisién y filosoffa, el A-B-C de la terapia racional- emotiva es recorrido una y otra vez, y se cuestionan las creen- cias irracionales tipicas. Los pacientes reciben la tarea de pres- tar toda la atencién posible, en su vida cotidiana, a las frases con las que ellos producen sus emociones negativas. A pesar de (0 tal vez a causa de) este amplio espectro de in- tervenciones de que se dispone en la terapia racional-emotiva, en definitiva no queda muy en claro la clase de experiencias que tiene que hacer un paciente para pasar del pensamiento irracio- nal al racional (cf. Kessler y Hoellen, 1982). Asi, Kessler (1984) expresa la critica de que «evidentemente faltan modelos que ex- pliquen la adopcion de las cogniciones mas adecuadas propues- tas por los terapeutas» (ébid., pag. 1114; el autor remite también a Coyne, 1982, y a Mahoney, 1980), pero en resumen ofrece el juicio de que «la terapia racional-emotiva ha demostrado ser efi- caz sobre todo en casos de angustia, en depresiones, problemas matrimoniales y sexuales y, cada vez mds, en los achaques psico- somaticos». .

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