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os griegos tenjan una idea muy particular sobre sus propios dioses, a los que caracterizan con defectos y debilidades, y cometiendo los mismos errores que los humanos. Pero quiza sea ese lado humano lo que les he tan interesantes para nosotros y tan préximos. Narrado por el autor con rigor, agilidad y mucho humor, este recorrido por el Olimpo, comienza, légicamente, por el principio: el origen de Gea, la Madre Tierra, a partir del Caos, y el posterior ascenso de Zeus al trono olimpico, y continiia con el nacimiento y las leyendas mas curiosas de los dioses principales de la Grecia Antigua nr anyinrsiencon wil a" ANNAYAN CUENTOS Y LEYENDAS DE LOS DIOSES GRIEGOS er) Nacido en 1960 en la granadina villa de Caniles, se licencié en Prehistoria e Historia Antigua. Ha intervenido en numerosas campaiias arqueol6gicas y le encanta charlar con los amigos, contar y oir cuentos, escuchar blues y rock y comer palomitas en el cine. Ademés de varios libros de poesia, Francisco Domene es autor de novelas juveniles de aventuras y de ciencia-ficcién, como La tiltima aventura, Ana y el misterio de la tierra de Mu y El Asunto Poseidén, publicadas, de Anaya en la coleccién «Espacio Abierto». (CUENTOS Y LEYENDAS DE LOS DIOSES GRIEGOS © Del texto: Francisco Domene, 2010 © Dela ilustracion: Max Hierro, 2010, © Deesta edicién: Grupo Anaya, S.A. 2010 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid ‘wwwanayainfantilyjuvenil.com e-mail: anayainfantilyjuvenil@anaya.es nr Disefio: Gerardo Dominguez 1 edicién, mayo, 2010 10:*impr, octubre 2021 ISBN: 978-84-667-9319-3 Depésito legal: Na-3205-2011 Impreso en Espaita - Printed in Spain Reserondos tos los derechos contend de esta obra est protegito por la Ley, qucestablece penas de prision yo multas, aera dela correspondents indemnizaciones Dor dafos y perjuiccs, para quienes repredujeren, plagiaren, distibuyereno connicaren ‘ublicamete,en to oen parte, une obra literaria,artstcaocientifica, ‘osu transjormacion, interpretaciéno ejecucin artista fia en cualquier tipo de soporte oconnucada través de cualquier med sin la preceptiva autorzacién CUENTOS Y LEYENDAS DE LOS DIOSES GRIEGOS Francisco Domene Mustracién: Max Hierro CONTENIDO. PRIMERA PARTE: ...Y los dioses se hicieron dioses Los tres errores de Crono 2B iQué néuseas 29 Guerra por el Olimpo 37 El reparto del botin 47 SUNDA PARTE: Los Doce del Olimpo, una pandilla de cuidado Zeus y Hera: una pareja dificil... 55 Apolo y Artemisa, dos gemelos de armas tomar 63 Hermes, chico para todo 7 Ares, un bruto pendenciero 87 Afrodita, un bellezén olimpico 95 Dioniso, el nacido tres veces 101 Hefesto, un feo en el Olimpo 115 Atenea, la jaqueca divina 129 Posidén el marino, el primero en ser vornitado 139 La leyenda de Core, a quien laman Perséfone 7 El enamoradizo Zeus: el rapto de Europa y nacimiento de Heracles .. 159 Las tiltimas batallas: todos contra Zeus Apéndice . Para Quito y Victor, que dan sentido a lo que carece de sentido Para Altea, | perla de un cofre enterrado en una isla sin nombre, | Para Laura y Jorge, | vientos gemelos | que bajaron desde el ventilador de un cielo estrellado, | Para Mar y Laia, nninfas que pronto querrén no ser perfectas. | Para Marina, | que sabe leer el mar, a luna lena, los mensajitos de los ojos, | ellos, dioses de mi Olimpo intimo. PRIMERA PARTE: ..Y LOS DIOSES SE HICIERON DIOSES 1 Los tres errores de Crono Erase que no era. Habia una vez que no habia nada; anterior al no, pero a la vez era el si y el no. Por no haber, ni habia tiempo: un reloj se habria vuelto loco porque no habria tenido nada que medir. Ni no- che ni dia, ni silencio ni ruido, ni abajo ni arriba, ni afuera ni adentro. Y a esto, fuese lo que no fuese, mu- chos miles de afios después, los griegos Ie llamaron Caos', es decir, vacfo que ocupa un vacio. Sin embargo, la nada debia de ser todo; porque de aquella masa cruda, de aquel bulto sin vida, sin tiem- po y sin forma surgié Gea, la Madre Tierra, la prime- ra deidad que haya existido, Al parecer, surgié por pura chiripa. Y también por division esponténea, a la manera en que se reprodu- cen las amebas*, emergieron Nix, Erebo, Eter y Hemera: la noche, la oscuridad, el aire puro y el dia Hay quien dice que también entonces apareci6 Eros, el deseo que trae la vida, pero Afrodita mantendria siempre una opinién muy distinta al respecto. Ninguna de estas divinidades primitivas poseia una forma que nos resulte familiar y ni siquiera la tierra 0 el universo se parecian a la idea que nosotros tenemos de ellos; por eso es imprescindible echarle imaginacién a este cuento. * Algunos de es lugares y personajes que se mencionan ene texto aparecen ea eh ‘sGlosario», a final de libro, * Organisimos microscépicos unicelulares que se reprodicen por escisiGn, 1 * A Cuentos y leyendas de los dioses griegos El caso es que Gea debfa de tener un espiritu ma- temal fuera de lo comin y, ademés, se aburria con aquellos extrafios parientes que le habfan tocado en suerte. Lo cierto es que ninguno de ellos era como para irse de fiesta: Nix y Erebo andaban siempre con ‘un semblante tencbroso, nada amable, eran frfos, indi- ferentes y antipdticos; y ter y Hemera eran tan vani- dosos, tan limpios y tan previsibles que a Gea le resul- taban insoportables. Los cuatro se comportaban como enormes babosas', lentos, pesados e indiferentes. ‘Un dfa la Madre Tierra le dijo a Erebo: —iMe encantaria que alguien me diese un masaje, tengo la espalda tensa! La oscuridad la miré con sus ojos vacios y dijo: —iGerrgg! Luego le pregunté lo mismo a Hemera a Etter y a Nix, y le respondieron de igual manera: —iGerge! A Gea le quedé claro desde ese momento, y para Jos restos, que todos eran poco habladores y que nin- guno estaba por la labor de complacerla; y también que ella debfa de ser la rara del grupo, puesto que no se conformaba con aquella existencia insulsa, vacia y ociosa. Sin duda, la Madre Tierra necesitaba mayor activi- dad. Asi que por sus propios medios, por fisién o por mitosis‘ 0 como fuera, se creé a si misma un vientre muy profundo, al que lamé Tértaro, e hizo germinar de sus entrafias a dos hijos la mar de extrafios: Ponto y Urano. El primero le salié un poco torpe, sin brio, ninguno, temeroso, pusilénime® y bastante pavo: era Los tres ervores de Crono de agua salada y grande hasta decir basta, pero no tenia vida; y se qued6 adormilado en la profundi- dad, bajo sti madre, lo més pegadito a ella que pudo, justo por encima del Tértaro. Pero el segundo, Ura- no, salt6 de Gea con una gran energia, tanto que aparté a codazos a las tinieblas, la noche y todo lo que se le puso por delante: era de cielo, enorme, tan. grande o més que su madre, y nada més nacer se combé sobre ella como una capula gigantesca y la cubrié de estrellas. Y, de momento, asi quedé formado el universo que conocieron los griegos. Quienes lo vieron cuen- tan que la Madre Tierra era el centro, una especie de disco que flotaba sobre su hijo Ponto, y estaba cu- ierta por Urano, el cielo, una semiesfera transparen- te semejante a una quesera, donde se encontraban sujetas las estrellas. El agua salada también la rodea- ba y entraba en su interior formando lo que mucho més tarde se conoceria como mar Mediterraneo. Por debajo de Gea y del agua se encontraba el Tértaro, el Inframundo, un reino de oscuridad, el vientre més profundo de la tierra, que conectaba con la superficie a través de cavernas insondables y rios subterréneos. — Qué montes més bonitos tienes, Gea! —la ga- lanteaba Urano, guifiéndole sus astros—. |Y qué va- lies! |Qué arboledas! ;Qué hermosa eres! —iPero qué cosas me dices, niflo! —se ruborizaba Gea. A veces, Urano se ponfa tierno y descendfa amo- rosamente sobre ella. A la joven Madre Tierra le en- cantaba: por fin tenfa a alguien con su misma natura- leza vitalista, con quien compartir existencia ilusiones. ‘Asi estuvieron algunos miles de afios, aunque ninguno se dio cuenta de eso porque, como hemos dicho, atin no existfa el tiempo. Fue un noviazgo en- tretenido: el dios del cielo era fogoso, apasionado y divertido; la hacia refr constantemente y Gea, desde 3 Molusco terrestre de forma alargadia, similar a un carscol; se arrastra mediante un pie camoso y segrega una abundante baba pegajosa al desplazarse. * Pos fisén, ea deci, por escisin, La mifoss es el proceso de reproduccién celular, {que tiene por resultado la constituclén de dos células hijas con el mismo mimero de Ccromesomas y la misma informacion genética que la cStula madre, * Apocado, temeroso, 1 Los tres errores de Crono Erase que no era. Habia una vez que no habia nada; anterior al no, pero a la vez era el si y el no. Por no haber, ni habia tiempo: un reloj se habria vuelto loco porque no habrfa tenido nada que medir. Ni no- che ni dia, ni silencio ni ruido, ni abajo ni arriba, ni afuera ni adentro. Y a esto, fuese lo que no fuese, mu- chos miles de afios después, los griegos le llamaron Caos', es decir, vacio que ocupa un vacto. Sin embargo, la nada debia de ser todo; porque de aquella masa cruda, de aquel bulto sin vida, sin tiem- po y sin forma surgié Gea, la Madre Tierra, la prime- ra deidad que haya existido. Al parecer, surgié por pura chiripa. Y también por divisin esponténea, a la manera en que se reprodu- cen las amebas’, emergicron Nix, Erebo, Eter y Hemera: la noche, la oscuridad, el aire puro y el dia. Hay quien dice que también entonces aparecié Eros, el deseo que trae la vida, pero Afrodita mantendria siempre una opinién muy distinta al respecto. Ninguna de estas divinidades primitivas poseia una forma que nos resulte familiar y ni siquiera la tierra 0 el universo se parecian a la idea que nosotros tenemos de ellos; por eso es imprescindible echarle imaginacién a este cuento. «Glosario» al final del Libro. * Organisms micrascspicos unicelulares que se reproducen por escisién, de los lugares y personajes que se mencionan ene texto apazecen ene Cuentos y leyendas de los dioses griegos El caso es que Gea debia de tener un espiritu ma- ternal fuera de Jo comtin y, ademas, se aburria con aquellos extrafios parientes que le habjan tocado ex suerte. Lo cierto es que ninguno de ellos era como para irse de fiesta: Nix y Erebo andaban siempre con 1un semblante tenebroso, nada amable, eran frios, indi- ferentes y antipéticos; y ter y Hemera eran tan vani- dosos, tan limpios y tan previsibles que a Gea le resul- taban insoportables. Los cuatro se comportaban como enormes babosas’, lentos, pesados e indiferentes. Un dia la Madre Tierra le dijo a Erebo: : —jMe encantaria que alguien me diese un masaje, tengo la espalda tensa! : Ba oscuridad la mir6 con sus ojos vactos y dijo: —iGergg! a fi Luego le pregunt6 lo mismo a Hemera a Bter ya Nix, y le respondieron de igual manera: —iGgrrgg! ‘A Gea le quedé claro desde ese momento, y para los restos, que todos eran poco habladores y que nin- (0 estaba por la labor de complacerla; y también que ella debfa de ser la rara del grupo, puesto que n0 se conformaba con aquella existencia insulsa, vacia y ociosa. ae Sin duda, la Madre Tierra necesitaba mayor activi- dad. "Asi que por sus propios medios, por fisién 0 por mitosis‘ o como fuera, se creé a sf misma un vientre muy profundo, al que llamé Tartaro, e hizo germinar de sus entrafias a dos hijos la mar de extrafios: Ponto Los tres errores de Crono de agua salada y grande hasta decir basta, pero no tenia vida; y se qued6 adormilado en la profundi- dad, bajo su madre, lo més pegadito a ella que pudo, justo por encima del Tértaro. Pero el segundo, Ura- no, salt6 de Gea con una gran energfa, tanto que apart6 a codazos a las tinieblas, la noche y todo lo que se le puso por delante: era de cielo, enorme, tan grande o mas que su madre, y nada més nacer se combé sobre ella como una ctipula gigantesca y la cubrié de estrellas. Y, de momento, asi quedé formado el universo que conocieron los griegos. Quienes lo vieron cuen- tan que la Madre Tierra era el centro, una especie de disco que flotaba sobre su hijo Ponto, y estaba cu- bierta por Urano, el cielo, una semiesfera transparen- te semejante a una quesera, donde se encontraban sujetas las estrellas. El agua salada también la rodea- ba y entraba en su interior formando lo que mucho més tarde se conocerfa como mar Mediterraneo. Por debajo de Gea y del agua se encontraba el Tértaro, el Inframundo, un reino de oscuridad, el vientre més profundo de la tierra, que conectaba con la superficie a través de cavernas insondables y rios subterréneos. —jQué montes més bonitos tienes, Gea! —la ga- lanteaba Urano, guifiéndole sus astros—. ;Y qué va- Ues! ;Qué arboledas! ;Qué hermosa eres! —iPero qué cosas me dices, nifio! —se ruborizaba Gea. A veces, Urano se ponfa tierno y descendia amo- rosamente sobre ella. A la joven Madre Tierra le en- cantaba: por fin tenfa a alguien con su misma natura- y Urano. El primero le salié un poco torpe, sin brio a 2 2 ft inguno, temeroso, pusilénime’ y bastante pavo: era leza vitalista, con quien compartir existencia e eee ilusiones. Asf estuvieron algunos miles de afios, aunque ninguno se dio cuenta de eso porque, como hemos dicho, atin no existfa el tiempo. Fue un noviazgo en- tretenido: el dios del cielo era fogoso, apasionado y divertido; la hacia reir constantemente y Gea, desde Y Molusco teerestve de forma alargeda, similar a un caracol; se arrastra mediante tun pie camnoso y segrega una abundante baba pegnjosa al desplazarse ° Por fistn, es dest por exsin. La mito sel proceso de reproduccién cx, ‘que tiene por resultado fa constitucion de dos oéluleshijas con el mismo numero Fomosontas y la misma informacién genética que la célula madre. * Apocado, temeroso. Te luego, se sentia feliz con su consorte. Se deseaban y se amaban y siempre estaban juntos, porque ninguno podia pasar sin el otro; y como no tenfan otra cosa que hacer, ni en qué pensar, la Madre Tierra se puso a tener montones de hijos. Los primeros fueron Briareo, Coto y Giges, tres gi- gantes con cien brazos y cincuenta cabezas cada tno, a os que su propio padre lamaba despectivamente cen- timanos, hecaténquiros o, sencillamente, cien-brazos. —Pero jesto qué es? —se quejaba Urano—. 20 clase de hijos me has dado? Gea, un poco avergonzada, le contestaba con tono de disculpa: —iNo sé qué ha ocurrido! Debe de ser la falta de préctica en hacer hijos con otro. Hasta ahora yo mis- ma me las habia apafiado, pero ahora es distinto. Pero ja que son hermosos? Hermosos sf eran, y grandes como trasatlénticos, pero tenfan un aspecto espantoso: su fealdad estaba también multiplicada por cincuenta. —jMira el Ifo que se hacen! —gritaba desesperado Urano. La verdad es que tampoco habfan salido muy lis- tos, a pesar de tener tantas cabezas: se hacian unos nudos terribles con los cuellos y, cuando miraban, cada umo de los cien ojos se iba para un lado. —iTen paciencia, querido, ya aprenderén; espera a que crezcan! —le animaba la maternal Gea. —(¢Més?! {Adin van a crecer més? Quitalos de mi vista inmediatamente! |No quiero volver a verlos ja- més! —le exigi6 el dios del cielo. Y la Madre Tierra, por no escuchar més reproches, Jos ocult6 en el Tértaro, la parte mas profunda de su vientre y, durante un tiempo, se mantuvo distante y entristecida. Sin embargo, Urano si se sentia satisfecho con la répida y eficaz respuesta de su esposa; por lo que pronto volvié a visitarla. Cuentos y leyenclas de los dioses griegos * ys * s errores de Crono —iAnda, querida, no estés triste! —Ie decia entre arrumacos—. (Olvidate de esos hijos tan destartala- dos! Verés como los préximos nos salen mejores. De su nueva unién nacieron Brontes, Arges y E: téropes, los ciclopes; pero si con los primeros se ha- bian pasado de largo, con estos se quedaron cortos, También eran gigantes, pero con dos brazos y una sola cabeza y, puestos a reducir, con un ojo solo en mitad de la frente. A Urano le gustaron un poco més, pero no los s0- portaba: eran maleducados y tan inquietos que le po- nian nervioso. iQueréis dejar de hacer ruido!? ;Aqui no hay quien descanse! ;Gea, diles a tus hijos que se estén quiie- tos de una maldita vez! —gritaba enojadisimo el dios del cielo. Los cfclopes tenfan un temperament horrible, es cierto, y eran fuertes y poderosos; pero en cuanto na- cieron se pusieron a mover las montaiias de sitio, re- organizar los bosques y a construir todo tipo de ca- charros, —jEstos son listos y creativos! —Ie replicaba Gea, temiendo que Urano le montase una de las suyas. Si, los chavales eran creativos, pero con ellos no habia dios que pudiese echar una siesta: siempre es- taban con su yunque y su martillo dale que dale in- ventando artefactos cimentando rios. —jHarto me tienen! —le dijo un dia Urano a su esposa—. {Fs que no sabes hacer hijos en condicio- nes? Se acabé! jNo aguanto més: ellos o yo! ;Devuél- velos a tu vientre y que no salgan mas de él! La pobre Gea hizo lo que le exigia su marido: reco- Bi6 a los ciclopes y los devolvié a sus profundidades, ala oscura mazmorra del Tartaro, junto a los hecatén- quiros. Le obedecié una vez més, sin rechistar, pero ella también empezaba a hartarse de los caprichos y la rudeza del exigente dios del cielo estrellado y, so- bre todo, de que rechazase y se burlase de sus hijos. AC a * Enfadadisima con Urano, barajé otras posibilida- des. Pens6 incluso en buscar nuevo esposo y probé con Ponto y hasta con Eter. Con Ponto tuvo varios hi- jos e hijas horribles, espantosos monstruos acusticos ‘con cuerpo de ballena o cola de pez; y a Eter le dio una hija perezosa y holgazana y tan desagradable que, en cuanto naci6, se escondié en una cueva y nun- ca volvié a salir de ella, salvo en contadas ocasiones. Poco después, viendo que los resultados no ha- fan sido mejores con otros amantes, Gea volvié a dejarse querer por Urano; y de tal reencuentro nacie- ron més hijos. No se sabe si fue porque esta vez pusieron mas es- mero, 0 si fue solo porque la experiencia les habfa en- sefiado; pero el caso es que los nuevos infantes les sa- lieron précticamente perfectos, al menos desde un punto de vista humano, ya que nosotros, los morta- les, serfamos hechos precisamente como curiosas mi- niaturas de esos hijos, como veremos mas adelante. Fueron doce en total, seis titanes y seis titdnides, y eran sin duda mejor parecidos que todos los anterio- res, guapetones incluso, lo mejor que habfan hecho juntos; pero Urano segufa sin estar conforme con nin- guno de ellos. Los miraba por un lado, les daba vuel- a, los observaba por el otro: —Este es enclenque, aquella me da mal rollo, ese de ahi me ha mirado mal... Y unos por un motivo, los otros por otto, al ins- tante de nacer o muy poco después los fue encerran- do junto a sus hermanos mayores en las profundida- des del Tartaro. La Madre Tierra estaba desesperada. Paria, se los mostraba a su marido y se los volvia a guardar en su seno; asf doce veces, un hijo tras otro. Y el caprichoso Urano regresaba cada noche @ ‘buscatla en plan carifioso, la piropeaba y adulaba de mil maneras, que para eso sf ten{a mafia el muy ta- rambana: Cuentos y leyendas de los dioses griegos Ts 8. —iCon lo bonita que ti eres, Gea! jAnda, catifio, ‘dino te angusties por nada! Quiero a mis hijos conmigo! —le reclamaba ella. —Contigo estén —le decia sonriéndole seductora- mente—: en tu vientre los llevas a todos, zno? —Ya sabes a lo que me refiero —le suplicaba ella descorazonada—: jlos quiero fuera de mi, poder abrazarlos, conversar con ellos! —Los préximos, quiz —le dijo él blandamente, acariciéndola con todas sus estrellas. —,Cémo los préximos? —se alarmé la Madre Tierra. —jLos proximos, querida, nos van a quedar que ni pintados! Fue entonces cuando Gea, harta de parir y no acertar con los gustos de su marido, decidié que era el momento de poner fin a sus relaciones, definitiva- mente. Esperd a que Urano se durmiese y rescat6 del Tér- taro a su hijo menor, el que le parecia el mas decidido de todos los titanes. —Crono, hijo mfo —le dijo—: ga ti te gusta tu vida? La pregunta se las trafa. —j... Psssch! —hizo Crono—. No sabria qué de- cirte, madre. El sitio donde vivo no esté mal; tal vez ‘um poco oscuro. —2Y no te gustaria salir de una vez de él? —jNaturalmente! Pero creo que a papé no le gus- tamos. —jHarfas lo que yo te pidiera? —Bueno —dijo él no muy convencido—, gqué ha- bria que hacer? Gea le alargé una hoz de sflex y le dijo suave- mente: Los tres errres de Crono * yE* a * ¥ he x 20 Cuentos y leyendas de los dioses griegos Los Ires errores de Crono —Castrar a tu padre. A Crono se le cayé la hoz de la mano: lo iltimo que habria imaginado es que su madre fuera a hacer- Ie tal proposicién. {Ostras, madre! —exclamé—. ZY no hay otra so- lucién menos definitiva? —No la hay —le aseguré Gea—. Es el tinico modo que se me ocurre para que Urano pierda su poder, para recuperar a todos mis hijos y para que deje de una vez de importunarme. —zEstas segura de lo que me estas pidiendo? —tra- taba de hacerla reflexionar Crono. —jAbsolutamente! —le confirms la Madre Tierra—. Y silo consigues, tu serés el nuevo rey del universo. La oferta no era mala; al contrario: abandonar el ‘Tartaro y convertirse en el rey del universo a Crono Ie parecié una muy buena idea. Asi que recogié la hhoz y se fue en busca de su padre, La escena debi de ser terrible. Mientras dormia Urano, el obediente Crono se acere6 a él, inflingiéndole un certero tajo. Y Crono, sin saber qué hacer con aquello que tenia en la mano, lo 4ir6 al mar y observ6 cémo el mutilado miembro de su padre era arrastrado por las corrientes marinas. Sin embargo, cuando lo hizo, no pudo evitar que algunas gotas de sangre se derramasen sobre Gea. Y, fecunde- da prodigiosamente por aquellas gotas, al momento, la Madre Tierra engendré a las tres erinias, unas furias que nacieron con un humor de perros, a una docena de gigantes tan feos como los anteriores y a las melf- des, unas ninfas bastante més complacientes que sus, hermanas. Urano, como podemos imaginar, se queds para el arrastre y nunca més volvié a meter las narices en los asuntos de la Tierra ni en los de sus hijos. Gea estall6 de felicidad: dejé salir a ciclopes, heca- t6nquiros y titanes de su profundo y oscuro vientre y por fin pudo verles a todos reunidos. —iQué bellos sois todos, hijos mios! —Ies dijo— Cada uno en vuesiro estilo, ;qué bellos sois! Su amor de madre era incondicional. Crono, el primer dios del Tiempo que existi6, fue felicitado como un héroe por haber llevado a cabo la dificil misi6n de castrar y destronar a Urano y fue re- conocido por todos como su nuevo soberano, y él, in- vestido con tal autoridad, pronto se puso a organizar el imperio. Fue un no parar. Lo primero que hizo fue elegir un lugar equidistante entre el reino celestial y su ma- dre Gea para establecer la sede de su gobierno, y el escogido fue el monte Olimpo, puesto que reuni las, mejores condiciones: hundia sus rafces en la tierra a la vez que su cima sobrepasaba las nubes y casi roza- ba la béveda del cielo. Después distribuyé los ministerios entre sus her- manos, constituyendo asi el primero de los Consejos que habria en el Olimpo: a Océano, el primogénito, le otorgé potestad sobre las aguas que circundaban la tierra, encomendandole que con ayuda de Tetis le die- se vida a Ponto, el viejo y estéril mar nacido de Gea. A Crio le encargé que cuidase de los rebaiios y las ma- nadas de animales; a Temis la hizo administradora de las leyes divinas y la encargé de proteger el orden; a Hiperién lo responsabilizé de mantener el fuego de los astros...; y ast a Ceo, Jépeto, Febe, Mnemésine y Tia, a cada cual segtin sus gustos y capacidades, les concedié sus futuros cometidos. Asi, a la manera de una empresa, comenzarfa a funcionar el nuevo gobierno del mundo, basado en, dos principios: por una parte, la responsabilidad com- partida del Consejo en la direccién de las principales cuestiones que se planteasen y, por otra, el reconoci- miento de la autoridad suprema de Crono en caso de que alguna vez no hubiese acuerdo en el Consejo. En ese organigrama empresarial, de los dace tita- nes y titdnides, el nuevo soberano y diez més ya esta~ AY 2X syendas de los dioses grie ban, pues, colocados, cada uno con sus respectivos poderes y atribuciones. Pero a Rea, la menor de las ti- ténides, Crono la dej6, a propésito, sin darle ninguna ocupacién. —1¥ a mi? —le pregunté la joven un tanto desco- razonada. —jAh! {Rea? —se hizo el olvidadizo Crono—.No habia pensado en ti. Rea se puso triste y comenz6 a hacer pucheros como una nifia. —Yo también quiero un cargo, como mis herma- nos y hermanas —le dijo entre sollozos—. Soy inteli- gente y trabajadora. jNo es justo que me quede sin nada! Crono meneé la cabeza, como si estuviese contra- riado. —Pues eso no va a ser posible —le dijo. —Pero ;por qué no? —le pregunt6 Rea. Crono ahora le sonrié y le dijo: —Porque tengo para ti otros planes. La joven abrié mucho sus grandes ojos negros y le pregunté un poco turbada: —,Para mi? ,Cuéles son esos planes? —Quiero que seas la madre de mis hijos —Ie in- formé el nuevo rey con toda solemnidad—. Tit serés la esposa de Crono y reina de todos. Su decisiGn era firme. Y Rea la acept6 sin pensér- selo. —Si quiero! —dijo la joven titénide. Al momento, la alegria estall6é entre los presentes y todos felicitaron a la nueva pareja. Las bodas se celebraron répidamente, con un gran regocijo. Los novios iban descalzos y coronados de flores e hicieron sus juramentos sagrados delante de Gea, la felicisima madre de todos. El banquete tuvo dos partes: primero comieron hasta no poder més, como si todos sintiesen la necesidad de com- Los tres errores de Crono pensarse a si mismos por el tiempo que habfan esta- do encerrados en el Tartaro sin poder disfrutar de nada; y, una vez saciados, bebieron néciar, leche e hi- dromie’’ sin medida durante semanas. Hubo regalos y juegos y todos cantaron y bailaron hasta no poder ienerse en pie Gea estaba tan euférica que los bosques reverde- Gieron, los rios se desbordaron y todos los pajaros del mundo se alzaron en vuelo comno muesiza de alegria, Y, como una consecuencia més de su regocijo, de las. propias entrafias de la Madre Tierra naci6 la primera raza de mortales. Brotaron como calabacines. Eran réplicas de los poderosos titanes e, inmediatamente, poblaron los prados y los bosques. Como la tierra se sentia contenta, gozaban de primavera perpetua; y como los campos fructificaban sin necesidad de que los cultivasen, vivian sin preocupaciones, andaban desnudos, recolectaban frutas silvestres y miel, be- ian leche de cabra y, al igual que los diosés, no enve- jecian. La muerte era un suefo largo y placentero del que, en determinadas circunstancias, algunos podian desperiar. Eran tan dichosos que a aquel tiempo se le llamé la Edad de Oro. Y, desde el mismo momento en que fueron creados, se convirtieron en stibditos de Crono, al que obedecfan y respetaban. El reinado de Crono habia comenzado, pues, con todas las bendiciones. Todos creyeron entonces que durarfa para siempre. Sin embargo, el nuevo sobera- no tomarfa poco después algunas decisiones que echarfan por tierra tales previsiones. Es cierto que habia organizado su reino de mane- ra generosa: lejos de convertirse en un tirano, habia distribuido el poder entre sus hermanos y hermanas y parecia un rey justo; pero se habia olvidado de los ciclopes y los cien-brazos. Y, como no les habia teni- "7 Fiindtar (leon) y el hidromiel (bebida compuesta de agua y mel) eran seg la smitologia grecolatina las bebidas de los dioses.

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