Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 29
LA BXPRESION EN LA MUSICA apgcE pavaddgico y es una triste realidad: la mtisica, con P set la mas vulgar, es decir, la mis vulgarizada y cono- cida de las artes, es también la que menos se halla al alean- ce de las gentes del pueblo, la que mas esquiva se muestra 4 sus rastreras miradas, y la que se mantiene oculta hasta para muchos que se precian de cultivarla, Es un error creer que el mtisico cumple con los deberes que le impone su arte, con sacar unos sonidos ritmados y uniformes. Precisamente no hay cosa que tanto se oponga 4 la indole libre de la mi- sica como el encarcelarla en esas formas convencionales, que es ni mds mi menos que atar 4 la vil materia y sefalar limi- tes 4 un ser alado, que sélo alienta con holgura en los in- mensos espacios de la imaginacién y la inteligencia. El rit- mo uniforme y mondtono del compas es un hallazgo ventajo- so y hasta necesario si se quiere; pero sdlo con necesidad fa- tal, en cuanto que por su medio se logra auuar en la musica de muchas voces 6 instrumentos los esfuerzos de los concer- tantes. Pero todas las formas artisticas sin la verdadera ex- presién harfan de la musica partes proporcionadas de un cuerpo sin vida: descubrirfamos all{ alguna hermosura; pero serfa la hermosura de un cadéver, la belleza en su mis fria representacién. Sin ese molde sublime, la muisica, 6 no seria lenguaje, 6 se reduciria 4 bien poco el caudal de sus térmi- nos, La vazéu es clara: en toda composicién ha de palpitar, presidir una idea, un recuerdo, una esperanza... mientras, y como infundir 4 los ide y anima aquellos pues, no consigamos hacer resaltar oyentes la idea 6 sentimiento que p u L sonidos muertos, 6 nada se expresard, 6 se diré siempre lo mismo; con lo cual dicho queda que no habremos conseguido el objeto de la musica. Con toda razén pocemos, pues, decir que la expresién es vida y alma y alas con que se remonta la mtisica 4 las mds encumbradas regiones de la belleza. Para evitar vacilaciones que pudieran ser obstdculo 4 la clara inteligencia de la cuestién que nos ocupa, expondremos antes en términos concisos su verdadero sentido; para lo cual distinguiremos en la mtisica dos clases de expresidn: aquella con que el autor nos ofrece sus composiciones al destinarlas al uso comtin, y aquella otra con que las revisten los ejecu- tantes, que es la que percibe nuestro oido, Es quizé la principal, si no la viniea ventaja de la poesia sobre la miisica, que bate en aquélla la expresién del autor, de tal suerte que puede cualquiera desde el oscuro rincén de una celda, apreciar todas las bellezas y defectos de una com- posicién poética y pronunciar el fallo definitivo acerca de su mérito; admirar la profundidad y originalidad de los pensa- mientos, la naturalidad y propiedad de las frases y la gallar- dia de un verso sonoro y armonioso. Pero no sucede asi en la musica, efecto de su indole diferente. Una partitura mu- sical es para los ojos letra muerta, y sdlo muy imperfecta- mente y con riesgo de equivocar'se se podré aleuna vez con- jeturar y nada mds que conjeturar la belleza y mérito de una obra. Luego no hay duda de que la musica necesita intérpre- te. Pues esta interpretacién 6 expresién es de la que ahora tratamos, proponiéndonos en primer lugar demostrar su ne- cesidad, dando después su verdadero concepto segtin nuestro parecer, para hablar ultimamente de los medios de conse- guirla. Todo ello se reduciré 4 unas cuantas reflexiones que cuanto de pobres y mal ordenadas tendrin de originales ¥ rque no tengo & mano al darlas forma, libro ni ‘ate materias de cerca 6 de lejos relacionadas personales, po articulo que tr con la presente. Quizé servirdn para hacer entrar dentro de gi d otros cuya pluma seria mas autorizada en estas mater ias, es para mi suficiente recompensa. Bs cosa digna de llamar la atencién ese furor tilarménico con que todo el mundo se cree competente en los juicios que se refieran % la mtisica, Frecuentisimo es ver 4 gente de muy 6 ningunn familiaridad con las musas, juzgar del méri- to de una composicién por solas las impresiones recibidas, y - ealificarla de mala si tal faé la impresién que les causd, sin atender para nada al modo como se ha ejecutado: cuando en realidad no hay mas sino que se cumple en ellos 4 la letra age de queecumque ignorant blasfemant; y cuando, hablando ‘eon toda propiedad, podrfan decir muchas veces que no han ido miisiea, sino ciertos sonidos informes que al parecer te- alguna trabazon entre si; fachada sin edificio, cuerpo sin . Para mi es cosa fuera de duda: no sélo de todos los ten mal y bablan peor de la miisica, sino atin mera- / aquellos que no experimentan irresistible atraccién ella, se debe decir que, 6 no la han oido, 6 si la han ‘conservan de ella sélo muy tibios recuerdos. Y -damos cosa facil el no haber ofdo mtisica, no por que dudemos nadie viviendo en poblado haya podido sustraer sus ] efecto de una gaita, de una charanga atronadora 6 1 — de aficionados; sino en el sentido de que mu- sno la han oido bien expresada, y estiin acostumbrados ‘ella mas que la belleza insignificante del ritmo; cual estimardn tal vez de mds valor un (alop todas esas composiciones de ritmo indeciso adas de celestial dulzura. que muchos saben distinguir entre la buena itp intrinseco de la obra; pero esto es que miisica dos lenguajes, el del entendimien- a otros ros sélo habla al corazén. El que comprendera y apreciari el valor de ciertas modulaciones conduci- cadencias. armoniosas en toda re- gla; comprenderé la belleza, digamos externa Y superficial de la unidad de un periodo, resultado de frases relacionadas entre si, juntamente cou In variedad que nace del giro dis- tinto y nuevo de cada fr se, que sin embargo, no destruya la mutua semejruza, Deseubrirt allf murmullos de fuentes, cascadas que se desbordan, flores esparcidas, gorjeos aisla- dos; se le representari pasajeramente la soledad apacible y la animacidén, estruendo y clamoreo de una batalla, cte., efe. Pero todo esto, en una pieza mal 6 no bien ejecutada, sin la verdadera expresién y propio colorido, sera pava el mas pers- pieaz 6 inteligente misico ctimulo de bellezas espareidas, es- pecticulo de fuegos fatuos, breves réfagas luminosas que nos deslumbran por un momento para dejarnos sumidos en mas profunda oscuridad, Esta musica, juzgada asf por el entendi- miento, causa sin duda alguna emocién; pero es la emocién que causa la hermosura, fria y aparente, no los vivos tras- portes y el arrobamiento que produce la real y legftima her- mosura, La musica en sus relaciones con el entendimiento es el aspecto mds pobre bajo el cual puede ser considerada, por la obvia razén de que es arte eminentemente afectivo, y sus medios de expresidn nos llevan derechamente al corazén, al paso que conducen dificultosamente al entendimiento. Pues si la mtisica es el arte afectivo por excelencia, y una vez privada de la expresién 6 manifestacién del sentimiento, queda reducida 4 mero calculo 6 sonidos combinados con ar- te 6 ingenio, que sélo puede apreciar la inteligencia, qué en- cantos ofrecerd tal mtisica para el que no la goza ni compren- de con el entendimiento, sino con el corazén? La respuesta esti en la mente de todos. No nos cansaremos de repetirlo: en la musica vale tanto el expresarla bien como la misma inspiracién. Por si 4 algu- no pudiera desazonar esta tesis, sentada asi en absoluto, ex- plicaremos su, verdadero sentido. La inspiracién es primera en el orden de tiempo, naturaleza y dignidad; es el pensa- miento alado, fulgurante, que fecundo como es, irradia de continuo sus fulgores: pero irridialos alld en la mente del compositor, inundandola de claridad y como rodedndola de una atwdsfera vaporosa, ideal, sublime. Pero esa inspiracion ese pensamiento, como el el lenguaje ordinario tiene por ip térprete la palabra, de la musica lo es el sonido; poryue co mo no podemos del modo que los Angeles expresar nuestras ideas y sentimientos pe directionem mentis, que dicen los Tedlogos, sera preciso que la mtisica llame en su ayuda al sonido, so pena de declarar mudos 4 todos los genios. El so nido es, pues, un elemento indispensable para la expresién musical. Los sonidos son comparables en algtin sentido 4 los miembros del cuerpo: uo es necesario el movimiento 6 ejerci gio de los miembros para que el alma piense y sienta de he- cho; pero para nosotros la prueba mds patente de la presen- cia 6 ausencia del alma respecto de un cuerpo, 68 ver que fancionan los miembros de éste. Mas como quiera que el sonido es por si un elemento iner- te, se necesita una mente que lo dirija conforme 4 las mani- festaciones de la inspiracion musical; asi como, insistiendo en el simil indicado, no basta para la expresién de un afecto ti otro, que funcionen los miembros indistinta 6 desordenada- mente, si no van dirigidos por el alma conforme 4 nuestras nociones fisiolégicas y 4 los afectos propios de las diversas pasiones. Luego la expresion es necesaria, y principio infor- mador de la belleza en toda obra musical. No es el todo ni la parte principal eu musica; pero es necesaria como la mis- ma inspiracién: lo que la palabra al pensamiento, lo que la creacién 4 Ja mente creadora, lo que al alma el cuerpo que la envuelve. Reduciendo ahora 4 términos coneretos cuanto queda di- cho, tenemos demostrada la necesidad de la expresién y de la verdadera expresién y mds que latentemente queda tam- bién declarado en qué fundamos y cudl es para nosotros la yerdadera, 6 lo que es igual, aquella ejecucién tan propia y esmerada que nos deseubra y beneficie esa mina rica de be- llezas que encierra toda obra musical bien sentida, ya que no en su totalidad y en todo el esplendor con que se mani- fiesta en la mente creadova, que esto seria pedir imposly © bles, 4 lo menos con sus notas caracteristicas, como reflejo fiel del sentimiento que presidié 4 su ereacion. ia Queda, pues, sentada la tesis en los siguientes términos: «La verdadera expresién musical consiste en interpretar exacta y fielmente la intencién y sentimientos que animaron al autor al componer.» Expresién en el terreno de las ideas se entiende Ja mani- festacién de las mismas: tratandose, pues, de sentimientos seré la manifestacién de éstos. Y si tanto seré mds expresi- vo el lenguaje cuanto con mds viveza, colorido y propiedad se diga lo que se quiere; ser4 también mds expresivo el len- guaje del seutimiento y de la pasién cuando se describan con signos propios sus caracteres peculiares. La mitisica es un lenguaje: el medio de expresidn de ese lenguaje es el sonido: no correspondiendo & los sonidos mu- sicales por sf idea 6 sentimiento alguno determinado, habré que obtenerlo mediante las modificaciones del mismo sonido, por inflexiones y acentos, intervalos, cadencias, etc, Pero ni estas inflexiones y acentos, ni los demas recursos constituyen por si la expresién; porque si los distribuimos 4 bulto y sin norte ni objeto, sera peor el remedio que la enfermedad; y fuera mil veces preferible dejar la pieza musical en su des- nuda sencillez, que el revestirla con ropaje tan pomposo y postizo. Es, pues, preciso que la hermosura de esos atavios sea natural, nacida del fondo mismo de las cosas, represen- tacién genuina del sentimiento que le did el ser y del cual es forma. : ; f Es cosa averiguada y que nos dicta la niisma experiencia, que el hombre, al oir una composicién musical, no se para simplemente en los sonidos que hieren el érgano auditivo, no se contenta con meras sensaciones; sino 6, digamos, que busea allf siempre un recuerdo, una idea que despier- ten en su alma algtin sentimiento 6 afecto, Y decimos que necesita buscar un recuerdo 6 una idea, porque para sentir tal 6 cual pasion 6 afeoto que palpita en la miisica, se nece sita antes comprender la relacién 6 correspondencia entre los sonidos y las notas caractertsticas del afecto 6 sentimiento que por ellos se quiere expresar, Asi, por ejemplo, para que «Al Péramoy de Gottschaldt, uno de los compositores des- eriptivos mas notables, nos inspire los sentimientos de la de- sierta soledad de La Sabana, necesitamos relacionar la idea de una Ilanura inmensa y estéril con el aire pausado de aque- Ha composicién desprovista de todo floreo, con acompatia- miento lento y mondtono, que se anima después cual si tras penoso viaje por el desierto Negisemos « aspirar las auras regeneradoras de un oasis, Y si demas de esto legamos 4 re- lacionar la tristeza é inmensidad del desierto con el tinte melancélico de la melodia, es claro que la ilusién sera més completa. Quiz el gozar mids 6 menos de una miisica no consiste sino en hallar mayor 6 menor ntimero de estas rela- ciones; pues es cosa evidente que el que de mis lados ve una cosa bella, siente mis placer en contemplarla. Pues'si en toda composicién buscamos ese recuerdo, ese sentimiento latente, como ese sentimiento en toda obra ins- pivada tiene que ser el que el autor quiso infundir & los so- nidos, luego para hallar aquél primero tenemos que penetrar la intencién y sentimiento del genio creador. ul Dado ese concepto tan obvio y sencillo de la expresion musical, ficil es colegir cudles han de ser los medios mas ade- cuados para conseguirla. Lo primero que se requiere para una expresién adeecuada, es sentir como el mismo autor; 6 en otras palabras, el mejor, el tinico digno intérprete de un ge- nio es otro genio. No todo es arbitrio en la eombinacién de sonidos musicales; porque hay ciertos giros, ciertas cadencias que, sea por convencionalismo 6 por secreta simpatia con al- guna de esas intimas fibras de nuestra alma, como decia San Agustin, tienen significacién particular, de la cual saben los grandes compositores sacar buen partido empleando instinti- vamente aquellas cadencias y aquellos giros que son los mas propios para expresar un sentimiento. Los que carecen de esa vista interior llamada buen gusto, 6 sea la generalidad, no penetraraé ese secreto sentido, efecto del desnivel 6 des proporcién manifiesta entre su modo de sentir y el de aque- Nos genios. Lo cual es aplicable, no sdlo al profano vulgo, sino & los mismos miisicos & quienes se puede conceder el buen gusto, los cuales podrdén comprender el sentimiento do- minante de una composicidén, y mas 6 menos bellezas parcia- les, segtin el grado de perfeccién de su gusto; mas eso de se- guir al genio en cada nota, en cada exclamacidn, en cada ge- mido, est reservado tan sdlo 4 los intérpretes de primer or- den. Désenos, pues, un artista favorecido del cielo con aquella divina centella del genio musical: como que hay correspon- dencia perfecta entre los sentimientos del compositor y del in- térprete, acentuara éste los sonidos que en intencién del com- positor deben acentuarse, guardard el apasionamiento para ciertos pasos en que hierve la pasién, desplegard la energia y virilidad en los que lo requieran, y asf de los demds afectos. Pero no es esto sélo: como quiera que de lo material hay siem- pre infinita distancia, los sonidos materiales con que nos es preciso entendernos, nunca reproduciran aquel halito divino, aquella mtisica ideal que bulle en la fantasfa, La gente vul- gar y de poco vuelo tomard como del genio lo que le dice la letra muerta de los sonidos musicales; pero el hombre de in- genio traspasara el vil molde en que se vacid aquel metal pre- cioso, se remontard 4 otras alturas para identificarse con el autor, conocer’ los sentimientos de que aquél se vid anima- do, y como en su propio modo de sentir ve un reflejo del modo de sentir del otro, nos dard la verdadera y fiel expre- sion tal como se ha explicado al detinirla, como si él mismo fuese el compositor y compusiera en el acto. Si esta verdad requiriera mis detenida demostracion. se- ria la mas contundente el reflexionar un poco sobre la ex pe- rienoia cotidiana, j;Cudntas veows no sucede que al oir bien _interpretada por algiin artista de primer orden una compo- sicién que se ha ofdo antes ejecutada por medianias, apenas yalen todos los esfierzos de la memoria para reconocer como una misma ¢ idéntica tal pieza musical!; 6 4 lo menos jqué diferencia de sentimientos del uno al otro casol... sDon estaba, qué pliegues enoubrian, cuando la mala y aunque sea regular interpretacién, aquella soberana belleza que ahora encanta, trasporta y entusiasma al auditorio? jQué velo ocul taba antes aquella claridad que todo lo inunda, esas ondas perfumadas que se respiran, esas cascadas, esos murmullos apacibles como de fuentes, y las freseas brisas, y la soledad tranquila y el reposado vaivén de las olas, todos esos encan- tos posticos que vienen 4 acumularse idealizados en el pe- queho mundo de nuestro corazén al oir una bella pieza mu- sical bien ejecutada 6 expresada, y que la anegan en dulzu- ra y vaga melancolia en nada comparables 4 todos los teso- vos de la tierra? ;Qué faltaba para que todo esto se nos descubriese? Haydn, Beethoven, Chopin y todos los demés genios trasladaron sus ricas inspiraciones al papel del modo que pudieron y como es dable hacerlo. Ese papel, esas notas -escritas estan a la vista de cualquiera, son lenguaje comtin pa- va todoel mundo; Inego faltaba un genio, faltaba, 61a misma alma de esos genios expresando sus producciones, ti otra al- identificéudose con la de aquéllos interpretase los entos latentes en esos signos muertos de la mt- taba mostrar al auditorio, 4 modo de decir, el alma los compositores, palpitando como en los momen- efervescencia en que compusierou la obra bir al priblico; tocando al mismo tiempe espertar y abrir en los oyentes la viste ; seoven tales cosas. Puesta Ja causa er buenas condiciones, los efectos han de ser proporcionados. Pero como nada hay en este mundo que al mismo tiempo que puntos de contacto no tenga interrupeiones del continuo, Y es indiscutible y practico que todo en él puede conside- rarse bajo mds de un aspecto, no sera fuera de razén que distingamos también de genios. Siendo propio de esos seres privilegiados el expresar con viveza y espontaneidad, lo es también el sentir con esponta- neidad y vehemencia. Mas como quiera que hay sentimien- tos y pasiones que dominan y prevalecen sobre los demés (diferencia origmada del temperamento y condiciones natu- rales del individuo y no pocas veces debida 4 cireunstancias externas de infortunios, desengaiios 6 prosperidades) nace de aqui el ser generalmente mis aficionados a cierto género de musica que 4 otro (lo cual explicamos en otro lugar, fun- dados en la autoridad de N, P. San Agustin), y que muchos en tal género rayen 4 la altura inconmensurable del artista extraordinario, y en el cual otro no pasen de mediantas: to- do lo cual se armoniza perfectamente con lo que en lineas anteriores queda dicho de la correspondencia mutua del sen- timiento y la expresidn. Esta doctrina, aplicable 4 los com- positores y ii los oyentes, lo es mucho mas 4 los artistas vir- ‘wosos, como se dice en galiparla. Facil es de comprender ahora que puede darse un exce- lente intérprete de Chopin que lo sea sdélo regular de Bee- thoven, un partidario acérrimo de Piccini, enemigo jurado de Gliick; tal artista que vea en la mtisiea de Bellini fiel re- flejo de sus afectos tranquilos y tiernos, y odie las pasiones turbulentas y aventuras caballerescas retratadas en algunos ejemplares de la musica del porvent, Nada de esto envuel- ve en s{f misterio alguno, y aun en el easo contrario, habria que doblar la cerviz 4 la fuerza irresistible de los hechos, Y si no ;qué significa que todo virtuoso tenga, asf como sus aving favoritas, dperas de su predileccién? Se dira, y es cier- to, que unas se acomodan mejor que otras t sus facultades voeales; pero de esto nada se puede concluir. Todo se redu- ciria 4 dar mas voces, « cantar mas alto 6 més bajo; cuestién de mostrar la robustez, sonoridad y gallardia de su voz; pe- roel estro divino, el entusiasmo, el delirio que le inspiran ciertas cantatas jde dénde nacen? No tienen otra causa sino que el sentimiento es siempre expansivo y tiende 4 desaho- garse en su esfera, y es evidente que cada sentimiento tiene la #ropia. Asi se explica que los cantos populares, en medio de su sencilla estructura, tengan para muchos (y en grado mas 6 menos remiso para todos) ese adorable encanto, nos- tdlgica melancolfa é inefable vaguedad que se dejan sentir con mayor fuerza en el dnimo & medida que prevalece més el amor al pais donde se vid la luz primera, y donde ofmos arrullar con tiernos cantares el suefio de nuestra inocen- cia. Si aun se quieren més pruebas, hablen por nosotros Ru- binstein, la Menter, Gayarre, Sarasate y todas las demas notabilidades; y ya que nosotros sdlo juzgamos por lo que sabemos de ofdas, por lo que nos dice la fe humana, decidan los afortunados que los han oido si, siendo como son verda- deramente genios é intérpretes de genios, Gottschald y Thalberg, Rubinstein y Listz, Sarasate y Gayarre, tienen todos un mismo repertorio, y si es vana palabreria de erfti- cos decir que al uno le caracteriza la ternura y delicadeza, 4 otro Ja buena pulsacién y la energia y virilidad con que ex- presa...; lo cual en Ultimo término quiere decir que serdn el propio fuerte de un artista obras sentimentales, impregnadas de dulzura y melancolia, y el del otro las de mas vida, entusiasmo y movimiento. IV Hasta ahora slo hemos tratado de un medio de expresién excepcional; mas como es cierto que quod natura non dat Salmantica non prestat, y el genio es un don natural con que él cielo favorece 4 determinados individuos; y como por 340 LA EXPRESION EN LA MUSICA otra parte es verdad, A todas luces clara, que las reglas sé das dinar10s no tanto para la direccidu de esos hombres extraor cuanto para suplir lo que falta de aptitudes naturales, des- cenderemos ahora de aquellas alturas, para examinar os medios de que nos podemos servir para dav 4 la musica 1a expresién mis perfecta posible : - Daremos la primacia entre estos medios la profesion de : la fe eatélica, en honor 4 la Religién y en honor también- 4 * la verdad. La mtisica vive y se explaya en la esfera’ del sentimiento: toda religién ha de tender 4 ennoblecer éste* después de ilustrar la inteligencia, porque es la vida del en- tendimiento y del corazon, Ahora bien; ninguna religién hay que tanto ennoblezca, depure y sublime el sentimiento como la catdlica; la religidn y la fe catélica es por tanto uno de los medios mds adecuados para comprender, sentir y expre- sar la mutisica. Apenas hay verdad historica tan irrebatible como la de que los mejores mtisicos han sido siempre eatdlicos. Hablar aqui de los tiempos de San Clemente Alejandrino, San Agustin, San Criséstomo, San Gregorio y San Juan Damasceno; refe- rir los méritos de Boecio, V. Beda y Guido d’ Arezzo, seria azo- tar el aire, porque todo el mundo estaé convencido de que en aquellos tiempos la musica, como todo lo grande y bello, flo- reeia solo 4 la sombra del catolicismo. Los dramas veligiosos 6 Misterios, especie de Oratorios de los siglos medios en que tomaba parte principalisima la musica, fueron los orfgenes de la épera. Catdlico fué Orlando de Lassus, catélico y sa- cerdote por més sefias el celebérrimo Zarlino, catélico y sa- cerdote Scarlatti, de genio inagotable; y Leco, Durante, Stradella, Haydn, Mozart y Beethoven, jde qué otras fuentes sacaron los tesoros de su inspiracién, sino de esas aspiracio- nes sublimes que infunde nuestra santa fe? Es verdad que Mendelssohn fué judio, 6 sdlo de familia judia, que ni atin es- to consta; pero xeudnto no debid 4 los modelos que estudia- ba, que eran catélicos, Beethoven, por ejemplo, por quien mostraba singular predileecién? Pero para que no se vaya 4 LA &XVRESION BN LA MUSICA 341 ligion creer que estamos escribiendo una apologia de la I Catélica, cosa tan ajena & nuestro asunto como ne desterrar de 6] ciertas preocupaciones, que no reconocen otra causa sino la ignovanc la historia con dos palabras iis sobre la reforma protestan te. No por mucho ruido hay mis mérito en las cosas: la in fluencia de la reforma sobre los progresos de la mitsica profana, 6 religiosa puede decirse que es completaime nte nula, Si fija- mos la vista en sus principios, en las naciones donde se im pouia y dominaba, 4 todo se atend{a menos 4 la miisica. Pe ro, en “cambio, iqué mutsica la de la catélica Espafia y lg fer vorosa Italia en el siglo XVI! |Qué luminosas las Institutio nes harmonice de Zarlino, qué teorias las del espaiiol Ramos de Pareja, que conmovian los mismos cimientos del arte, no para aniquilarlo, sino para operar en él una fecunda regene- racién! ;{Qué composiciones las del abulense Victoria, precur- sor y hasta maestro de Palestrina, las de los Sevillanos Morales y Guerrero, las del simpdtico Salinas, con cuyas ins piraciones, segtin sus contempordneos, ia 6 animosidad, dejaremos 4 un lado E| aire se serena, Y viste de hermosura y luz no usada! Es cosa que no deberfa pasar desatendida por los apolo- gistas catdlicos, que apenas haya un eater de nota en- _tre Jos protestantes: que su mitsica propia se reduce a ciertos canticos sagrados compuestos por algunos de sus pastores, y debidos mas quizd 4 ingenio que al sentimiento. ConfSedmoslo sit radeod: tio hay objeto que asf inspire el numen del mtisico como la religién verdacera; porque se aviene mejor la musica con la fe y esperanza cristianas que con todas las aspiraciones terrenas. Hay compositores caté- licos que se han distinguido en la misica dramatica, porque se han dedicado 4 ella, pero cuando se convertian & su cen- tro verdadero, 6 sea 4 cantar algtin asunto religioso, aunque fuese rara vez, jc¢émo hallaban acentos propios, como se enar- decia el genio, y les salfa al paso la inspiracién! Sabido es que el cisne de Pésaro no hizo los estudios suficientes sobre el género religioso, y sin embargo, con jqué sublimidad can- ta las virtudes teologales, qué fervor palpita en sus motetes al Santisimo, eudnta ternura, y si se quiere, qué profunda ciencia muestra en su obra Stabat Mater, ciencia inconce- bible en un italiano, 6 italiano de genio independiente, como Rossini! Ejemplo edificante y digno de imitacién es el de Haydn, el compositor mis tierno y mis elegante que ha ha- bido; quién, segtin cuenta Fetis y todos sus demas bidgrafos, después de invocar la ayuda de Dios al principio de una obra con las palabras In nomine Dei ti otras equivalentes que se encuentran en todos sus autégratos, cuando sentia se- edrsele la vena de la inspiracién, cogia luego el rosario en la mano, y se ponia a rezar con fe sencilla que da en rostro 4 muchos; y como para no atribuirse 4 si propio la inspiracién que debia al cielo, afiadia al fin de sus partituras Laws Deo, como puede verse también en sus autdgrafos. Cuando en el siglo XVI se trataba en Roma de la suerte decisiva de la miisica religiosa, por el estado de profanacién 4 que la habian reducido los abusos de los compositores. re- sultando al fin una solucién favorable debida al principe de la Misica, como se le llama 4 Palestrina en su epitatio, dicen los historiadores que el insigne compositor puso al principio de la Misa del Papa Marcelo estas palabras: Sefior, ayitde- me. Y en sus tiltimos momentos daba ese hombre 4 un hijo documentos tan preciosos como éste: «Te recomiendo que imprimas todas esas obras inéditas mias lo mas pronto posi- ble, para gloria del Todopoderoso y para la celebracién de su culto en los Templos.» Digase ahora si composiciones ast sentidas é inspiradas podran hallar eco y digna expresién en artistas que nada en- tiendan de emociones cristianas jcon qué oportunidad distri- buirdn los desahogos fervorosos, los actos de fe, de adoracisn, de amor encendido que estiin latentes en aquellos sonidos? Si como queda suficientemente probado, para la buena ex presién musical es preciso identificarse cuanto sea posible con los sentimientos del autor, 10 necesitamos insistir més sobre punto que es consecuencia necesaria de la doctrina expuesta. Vv La historia es también otro de los medios més conduces tes para la buena expresién: primero la historia general de la Musica; después, la particular de una 6poca y la del autor; y por tiltimo, la de la composicién que se quiere expre- Sar. La historia general de la musica ayuda para nuestro ob- jeto, en cuanto nos ensefia lo que en ésta hay de duradero y permanente en medio de todas las fases y vicisitudes que presenta. Con eso sabemos que tal 6 cual formula melédica representa tal 6 cual sentimiento, invariablemente, desde que hay genios; por tanto es mis fifcil su interpretacién en cualquier género de obras, aunque sean de tiempos antiguos. Esto que Hamamos permanente 6 immutable es la idea musi- cal, sin los accesorios de ritmo 6 armonia mas 6 menos com~- plicados. Al llegar, pues, 4 la interpretacién de dichos acce- sorios, es prudente cierta reserva 6 indispensable el estudio. Un buen alquimista, como decfan los antiguos, por cono- cer bien las calidades de los metales, no desprecia el oro por hallarle con formas toscas, sino que penetrando mis alld de la corteza, aprecia el metal en lo que vale, bien conven- cido de que el pulimento es lo de menos y el valor se esti- ma por las buenas propiedades que le hacen aplicable al uso coratin. Por este medio pudo Eslava asimilarse la majestad y vrandilocuencia del estilo antiguo, que nada pierde al va- ciarlo en el molde de las formas modernas. Por este estudio de la miisica antigua sabe Gounod identificarse con aquellos grandes genios de la antigiiedad y dar 4 su musica el tinte de sobria elegancia y atractiva severidad, que caracteriza los cantos de los tiempos de la fe sincera. El que ha hecho especial estudio de cualquier ramo de la literatura en una époea cualquiera penetra mis fAcilmente la intencién de un autor que vivid en ella; explica el verda dero sentido de las palabras equivocas, si las hay; armoniza con la verdad el error aparente porque ibe Ja significacion especial que tenian en aqnel tiempo ciertas voces que ahora se toman en otro sentido, 6 porque ve que la corriente de las ideas inducian & tal 6 cual autor & expresarse con mas despreocupacién y degenfado sobre puntos que hoy requie- ren escrupulosa cautela. Pues lo mismo sucede en miisica désenos un artista que haya estudiado de un modo especial la historia y los modelos del siglo XVL, por ejemplo: una fa- ga de aquel tiempo. insulsa y hasta despreciable para la ge- neralidad, tendré para él encanto y atractivos, descubriré alli belleza legitima y verdadera que se oculta 4 los dema porque relacionara las ideas reinantes con las formas de ex- presion, con lo cual Megara 4 comprender la mente de un com- positor, 4 identificarse mas 6 menos con él; distinguird el fondo 6 la esencia de las formas con que esté revestida. Y aqui se halla para mi la solucién de un problema, que intenté ex- plicar Eslava. pero que no Hegé 4 resolver. Dice nuestro sa- bio diddctico que la causa de que no guste en general la Miisica clasica es quizd la diferencia y desigualdad de ritmo, 6 sea la falta de simetria en el ritmo. Esto podria ser admi- sible en cuanto 4 la musica antigua de ritmo libre: pero respecto d las obras de los clisicos del siglo pasado, « que Eslava se retiere, es insuficiente explicacién. Cualquiera coucedera (y ni Eslava lo negaria), puesto que trae ejem- plos de ello, que muchos de los cantos populares son de rit- mo menos simétrico que la primera obra de Haydn. Mas sa- tisfactoria explicacién es decir que en toda miisica hay for- ma y fondo: el fondo, es decir, la idea, el sentimiento que se expresa, son de toclas las épocas; mas la forma varia mds 6 menos en cada wna. La forma sin el fondo no es mis que la superficie de una mina, que oculta sus mas preciados tesoros all& en sus senos interiores. Las formas modernas, como que LL nacen y viven con nosotros y Nos acompanan ee portune en todo tiempo y lugar, se hallan al aleance de a un se nos hacen familiare: sabemos indis 6 menos lo que repre- sentan, 6 sea su correspondencia con el sentimiento ane presan; pero 00 eS nuestra vista tan de lince respecto 4 ‘ a ho penetrart mis allé de la superficie, muisica antigua, y 4 , . mientras no nos connaturalicemos con aquellas formas. Re- conozeamos ambas cosas: la mtisica antigua es para nosotros planta exética; pero es planta exdtica, que se aclimata 4 fuerza de laboriosa industria. Es verdad esta que hoy pal- pamos con noble orgullo é inmensa satisfaccién, mereed 4 los esfuerzos de nuestros dignos profesoves, Los méritos de incomparable Monasterio y demas artistas que hau tenido parte en la formacién de las sociedades de cuartetos y con- ciertos, no’ tienen en este punto justa recompensa. Pero ce- rremos e] paréntesis, que va siendo un poco largo, aunque es cierto que viene maravillosamente en apoyo de la propo- sicién sentada. : La prueba mas concluyente de cudnto vale el estudio de la historia de Ja mtisica, 6 mejor dicho, de su necesidad para interpretar la musica antigua, esté en las maneras diversas de ejecutar el canto gregoriano. Perdida casi por completo la tradicion desde el siglo XVI, desfigurados los cdédices y trastocadas las formas, han Iegado 4 convencerse la mayor “parte de los cantollanistas del dfa, que el. canto gregoriano se ama Ueno 6 plano por sev en 61 todas las notas del mismo valor, por la carencia absoluta de adornos, que segtin ellos no servirian mis que para hacer el canto menos viril y mas afeminado. Sentado esto nada menos que como principio fun- damental y respetado por autores como el P. Ramoneda, monje Jerdnimo de este Real Monasterio, no quedaba ni aun la posibilidad de volver al verdadero camino, Sin embargo, una sencilla observacién les hubiera bastado para convencer- se de su error. Porque en efecto, aunque algo alterados que- daban todavia, como nos quedan hoy, ejemplares de canto gregoriano mds 6 menos legitimo, con sus formas propias, con sus signos y adornos; y pudievon muy bien suponer que esa forma varia no se habia empleado simplemente para re- erear la vista, sino que exigia variada ejecucién; pero la in- dolente rutina, que se ensefiorea faicilmente de los d4nimos apocados, los mantuvo, y nos mantiene, en esta inaccién, in- comprensible por otra parte, tratindose de una cosa tan del servicio de Dios. Es cierto que siempre se ha ponderado el valor y eficacia de ese canto solemne, se ha bablado mucho de su sublimidad, de los efectos que causa, y se ha dicho que no es comparable con él ninguno otro género de miisica; pe- ro esta importancia que se atribuye al canto-llano, 6 no se le atribuye mis que juzgando ¢ priori, 6.por algunas piezas, tales como los himnos y algunos salmos, que sabemos ejecu- tar, unas veces como la mtisica moderna, que esté muy lejos de ser Hana, y otvas con algtin gusto y sabor propios del verdadero canto gregoriano, restos conservados por la tradi- cidn oral y constante. Inferimos rouy Idgicamente @ priori, que mtisica compuesta por santos fervorosos y hombres de talento al mismo tiempo no puede menos de ser inspirada y propia del culto; pero ciertamente, se hace poco favor a los Santos Pontifices de los primeros siglos, 4 San Ambrosio, San Gregorio y dems compositores eclesidsticos con atribuirles antifonas, que con nuestra ejecucién amartillada resultan tan soporiferas y sin sentido ni uncidn; donde no hay enlace ni tonalidad tija apenas, en que el artista mas consumado no descubre la idea 6 motivo dominante, porque en realidad na- da hay en aquellas composiciones, mutiladas unas por un gusto estragado, desfiguradas las mas, y todas ellas mal in- terpretadas. En este desconcierto, en esta cavencia y hasta imposibili- dad de expresién jde qué remedio echar mano? Pudieron muy bien convenir los musicos, desatendiendo la tradicién, en formar ciertas reglas acomodadas al gusto de la époea, sefialando cierto valor 4 las notas diferentes, y ensetarlas luego constante y uniformemente en escuelas y Academias, Pero esto, que en la prictica surte algtin efecto, sentado eo- r del desorden caos: & la vuelta mo teorla hubiera sido ha de algunos lustros se hubiera tenido por belleza postiza, y como val cacria inevitablemente en desuso y en olvido. Por fortuna, como el buen gusto, mis 6 menos general, es de to- das las épocas, han conocido los artistas que el \inico veme- dio entre tantos males era reanudar las tradiciones ya inte- rrumpidas y votas, acudir 4 la historia de aquellos tiempos, ver cudles evan las formas y signos con que se representaba dicho canto y los preceptos y reglas que se preseribfan para su interpretacion. Hallaron lo primero en los distintos cddi- ces, depurados por la comparacién y la erftica, y proporcio- névonles lo segundo las obras didacticas de Guido d’ Arezzo, Otén Cluniacense, con algunos otros de menos importancia. Justintivamente comprendieron estos misicos que la verda- dera expresion, segtin hemos sentado como fundamento de todo nuestro razonamiento, consiste en trasladar una compo- sicién al lenguaje vulgar de los sonidos con aquellas formas, con todos aquellos matices con que bulle en la mente del compositor, y que todo lo que sea convencional y arbitrario pereceré, como cuando pierde su color una rosa ficticia ya no tiene nada de vosa. Aparte de algunas tentativas fructuosas hechas por algtin otvo Benedictino 6 Jesuita, el principal autor de esta refor- ma, opevada ya en gran parte aunque no muy generalizada, es el P, José Pothier, benedictino de la Congregacién de Francia, Sus trabajos y sus conferencias han despertado del letargo la aficién 4 estas cuestiones y enardecido el celo del Sumo Poutifice y otras personas de alta dignidad eclesisti- on; y \a reaccion se ha verificado. No ha mucho celebrabase en Avezzo un Congreso internacional, couvocado para tratar del canto gregoriano en todos sus puntos: hablése allt del e6- dice que merecla la preferencia, del cardcter peculiar del canto gregoriano, de sus adornos y signos y de la verdadera in etacion y ejecucién, Tomaron parte en aquellas sesio- nes el italiano, el alemdn y el francés; ® y como sucede en (1) Bepate envis también su representante, pero no tivo parte activa en las conferencias.

You might also like