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LA BXPRESION BN LA MUSICA ARECE paradégico y es una triste realidad: la mtisica, con Pm vulgar, es decir, Ia mis vulgarizada y cono- cida de las artes, es también la que menos se halla al alcan- ce de las gentes del pueblo, ia que més esquiva se muestre 4 sus rastreras miradas, y la que se mantiene oculta hasta para muchos que se precian de cultivarla. Es un error creer que el mtisico cumple con los deberes que le impone su arte, con sacar unos sonidos ritmados y uniformes. Precisamente no hay cosa que tanto se oponga 4 la indole libre de la mi- sica como el encarcelarla en esas formas convencionales, que es ni inds ni menos que atar 4 la vil materia y senalar ltmi- tes 4 un ser alado, que s6lo alienta con holgura en los in- mensos espacios de la imaginacién y, la inteligencia. El rit- “mo uniforme y mondtono del compis es un hallazgo ventajo- so y hasta necesario si se quiere; pero s6lo con neces iad fa- tal, en cuanto que por su medio se logra auuar en la mtisica de muchas voces 6 instrumentos los esfuerzos de los concer- tantes. Pero todas las formas artisticas sin la verdadeva ex- presion harian de la mtisica partes proporcionadas de un cuerpo sin vida: descubrirfamos all{ alguna hermosura; pero serfa la hermosura de un cadaver, la belleza en su més fria representacion. Sin ese molde sublime, la mtsica, 6 no seria lenguaje, 6 se reduciria 4 bien poco el caudal de sus térmi- nos. La razéu es clara: en toda composicién ha de palpitar, presidir una idea, un recuerdo, una esperanza... mientras, UU UwUwUUN EYEE ~~ altar y como infundir « los «pues, no consigamos hacer 1 : 1 oyentes la idea 6 sentimiento que preside y anima aquellos sonidos muertos, 6 nada se expresard, 6 se diré siempre lo mismo; con lo cual dicho queda que no habremos conseguido el objeto de la musica. Con toda razén podemos, pues, decir que la expresién es vida y alma y alas con que se remonta la mtsica 4 las mas eneumbradas regiones de la belleza. Para evitar vacilaciones que pudieran ser obstdculo 4 la clara inteligencia de la cuestién que nos ocupa, expondremos antes en términos concisos su verdadero sentido; para lo cual distinguiremos en la mtisica dos clases de expresién: aquella con que el autor nos oftece sus composiciones al destinarlas al uso comtin, y aquella otra con que las revisten los ejecu- tantes, que es la que percibe nuestro oido. Es quizé la principal, si no la tinica ventaja de la poesia sobre la mtisica, que bate en aquélla la expresién del autor, de tal suerte que puede cualquiera desde el oscuro rincén de una celda, apreciar todas las bellezas y defectos de una com- posicién poética y pronunciar el fallo definitivo acerca de su mérito; admirar la profundidad y originalidad de los pensa- mientos, la naturalidad y propiedad de las frases y la gallar- dia de un verso sonoro y armonioso. Pero no sucede asi en la mtisiea, efecto de su {ndole diferente, Una partitura mu- sical es para los ojos letra muerta, y sdlo muy imperfecta- mente y con riesgo de equivocarse se podré alouna vez con- jeturar y nada mds que conjeturar la belleza y mérito de una obra. Luego no hay duda de que la musica necesita intérpre- te. Pues esta interpretacién 6 expresidn es de la que ahora tratamos, proponiéndonos en primer lugar demostrar su ne- cesidad, dando después su verdadero concepto segtin nuestro parecer, para hablar tiltimamente de los medios de conse- guirla, Todo ello se reduciré 4 unas cuantas reflexiones que cuanto de pobres y mal ordeuadas tendran de originales y ersonales, porque no tengo 4 mano al darlas forma, libro ni articulo que trate materias de cerca 6 de lejos relacionadas UUSVUVUNUVUVUVUNYS con la presente. Quizé servirdn para hacer entrar dentro de si d otros cuya pluma seria mas autorizada en estas materias, y es para mi suficiente recompensa. Es cosa digna de llamar la atencién ese furor filarménico se cree competente en los juicios que Frecuentisimo es ver 4 gente de muy jdad con las musas, juzgar del méri- » una composicion por solas las impresiones recibidas, y arla de mala si tal fué la impresién que les caus6, sin a nada al modo como se ha ejecutado: cuando en no hay mas sino que se cumple en ellos 4 la letra e ignorant blasfemant; y cuando, hablando drian decir muchas veces que no han tos sonidos informes que al parecer te- trabazén entre si; fachada sin edificio, cuerpo sin ‘mi es cosa fuera de duda: no sélo de todos los mal y hablan peor de la muiisica, sino atin mera- mellos que no experimentan irresistible atraccién ‘debe decir que, 6 no la han oido, 6 si la han de ella sélo muy tibios recuerdos. Y damos no haber ofdo miisica, no por que dudemos iendo en poblado haya podido sustraer sus una gaita, de una charanga atronadora 6 de aficionados; sino en el sentido de que mu- ido bien expresada, y estdn acostumbrados que la belleza insignificante del ritmo; arén tal vez de mds valor un Galop s esas composiciones de ritmo indeciso ¥ as de celestial dulzura. 1a LA EXPRESION EN LA MOSICA Borg pet gla Somprendert la belleza, digamos externa ¥ paper de la Unidad de un periodo, resultado de frases relacionadas entre si, juntamente cou lu variedad que nace del giro dis- tinto y nuevo de cada f la mutua sem Se, que sin embargo, no destruya uza, Descubriré allf murmullos de fuentes, caseadas que se desbordan, flores esparcidas, gorjeos aisla- dos; se le representant pasajeramente la soledad apacible y la animacién, estruendo y clamoreo de una batalla, ete., efe. mal 6 uo bien ejecutada, sin la verdadera expresién y propio colorido, ser pava el mas pers- picaz 6 inteligente misico ctimulo de bellezas esparcidas, es- pectiiculo de fuegos fatuos, breves réfagas luminosas que nos deslumbran por un momento para dejarnos sumidos en mas profunda oscuridad, Esta mtisica, juzgada asf por el entendi- miento, causa sin duda alguna emocidn; pero es la emocién que causa la hermosura fria y aparente, no los vives tras- portes y el arrobamiento que produce la real y legftima her- mosura, La miisica en sus relaciones con el entendimiento es el aspecto mas pobre bajo el cual puede ser considerada, por la obvia razén de que es arte eminentemente afectivo, y sus medios de expresién nos llevan derechamente al corazén, al paso que conducen dificultosumente al entendimiento. Pues si la musica es el arte afectivo por excelencia, yuna vez privada de la expresién 6 manifestacién del sentimiento, queda rveducida a mero calculo 6 sonidos combinados con ar- te é ingenio, que sdlo puede apreciar la inteligencia, jqué en- cantos ofrecerd tal misica para el que no la goza ni compren- de con el entendimiento, sino con el corazén? La respuesta esta en la mente de todos, No nos cansaremos de repetirlo: en la musica vale tanto el expresarla bien como la misma inspiracién. Por si ¢ algu- no pudiera desazonar esta tesis, sentada asi en absoluto, ex- plicaremos su, verdadero sentido. La inspiracién es primera en el orden de tiempo, naturaleza y dignidad; es el pensa- miento alado, fulgurante, que fecundo como es, irradia de continuo sus fulgores: pero irradialos alld en la mente del ahs , Pero todo esto, en una plez LA XPRESION EN LA MUSIUA 2 as compositor, inunddndola de claridad y como rodedndola de una atmdsfera vaporosa, ideal, sublime. Pero esa inspiracion ese pensainiento, como en el lenguaje ordinario tiene por in térprete la palabra, de la miisica lo es el sonido; porque co mo no podemos del modo que los Angeles expr ideas y sentimientos pe? directionem mentis, que dice’ Tedlogos, sera preciso que la miisica llame en su ayuda al sonido, so pena de declarar mudos 4 todos los genios. El so- nido es, pues, un elemento indispensable para la expresién musical. Los sonidos son comparables en algtin sentido 4 los miembros del cuerpo: no es uecesario el movimiento 6 ej i- cio de los miembros para que el alma piense y sienta de he- cho; pero para nosotros la prueba mas patente de la presen- cia 6 ausencia del alma respecto de un cuerpo, es ver que funcionan los miembros de éste. Mas como quiera que el sonido es por s{ un elemento iner- te, se necesita una mente que lo dirija conforme 4 las mani- festaciones de la inspiracién musical; asf como, insistiendo en el simil indicado, no basta para la expresién de un afecto % otro, que funcionen los miembros indistinta 6 desordenada- mente, si no van dirigidos por el alma conforme 4 nuestras nociones fisiolégicas y 4 los afectos propios de las diversas pasiones. Luego la expresiOn es necesaria, y principio infor- mador de la belleza en toda obra musical. No es el todo ni la parte principal en mtisica; pero es necesaria como la mis- ma inspiracién: lo que la palabra al pensamiento, lo que la creacién 4 Ja mente creadora, lo que al alma el cuerpo que Ja envuelve. Reduciendo ahora 4 términos concretos cuanto queda di- cho, tenemos demostrada la necesidad de la expresién y de la verdadera expresién y inds que latentemente queda tam- bién declarado en qué fundamos y cudl es para nosotros la verdadera, 6 lo que es igual, aquella ejecucién tan propia y esmerada que nos descubra y beneficie esa mina riea de be- llezas que encierra toda obra musical bien sentida, ya que no en su totalidad y en todo el esplendor con que se mani- > VSSSSSIIIIsIsIss beds 834 LA EXPRESIGN KN “La mUsIUA eee festa en la mente creadora, que esto seria pedir imposl bles, 4 lo menos con sus nots caracteristicas, como rellejo fiel del sentimiento que presidis 4 su creacién. Ul Queda, pues, sentada la tesis en los siguientes términos: «La verdadera expresién musical consiste en interpretar exacta y fielmente la intencién y sentimientos que animaron al autor al componer.» Expresién en el terreno de las ideas se entiende la mani- festacidn de las mismas: tratdndose, pues, de sentimientos sera la manifestacién de éstos. Y si tanto seré mds expresi- vo el lenguaje cuanto con més viveza, colorido y propiedad se diga lo que se quiere; ser4 también mds expresivo el len- guaje del sentimiento y de la pasién cuando se deseriban con signos propios sus caracteres peculiares. La miisica es un lenguaje: el medio de expresién de ese lenguaje es el sonido: no correspondiendo 4 los sonidos mu- sicales por s{ idea 6 sentimiento alguno determinado, habré que obtenerlo mediante las modificaciones del mismo sonido, por inflexiones y acentos, intervalos, cadencias, etc. Pero ni estas inflexiones y acentos, ni los demas recursos constituyen por si la expresién; porque si los distribuimos 4 bulto y sin norte ni objeto, sera peor el remedio que la enfermedad; y fuera mil veces preferible dejar la pieza musical en su des- nuda sencillez, que el revestirla con ropaje tan pomposo y postizo. Es, pues, preciso que la hermosura de esos atavios sea natural, nacida del fondo mismo de las cosas, represen- tacién genuina del sentimiento que le did el ser y del cual es forma. Es cosa averiguada y que nos dicta la misma experiencia, que el hombre, al oir una composicién musical, no se ‘para simplemente en los sonidos que hieren el érgano auditivo, 6, digamos, no se contenta con meras sensaciones; sino LA RN PRESTON que busea alli siempre un recuerdo, unn idea que despier ten en su alma algtin sentimiento 6 afecto, Y decimos que heoesita buscar un recuerdo 6 una idea, porque para sentir tal 6 cual pasidn 6 afecto que palpita en la miisica, se nece sita antes comprender la relacién 6 correspondencia entre los sonidos y las notas earacteristicas del afecto 6 sentimiento que por ellos se quiere expresar, Asi, por ejemplo, para que «El Péramo» de Gottschaldt, uno de los compositores des criptivos mas notables, nos inspire los sentimientos de la de- sierta soledad de La Sabana, necesitamos relacionar la idea de una Ilanura inmensa y estéril con el aire pausado de aque- Ma composicién desprovista de todo floreo, con acompaiié miento lento y mondtono, que se anima después cual si tras penoso viaje por el desierto Iegiisemos it aspirar las aw regeneradoras de un oasis. Y si demas de esto llegamos a re- lacionar la tristeza é inmensidad del desierto con el tinte melancédlico de la melodia, es claro que la ilusién serd mds completa. Quiz el gozar mis 6 menos de una miisica no consiste sino en hallar mayor 6 menor ntimero de estas rela- ciones; pues es cosa evidente que el que de mis lados ve una cosa bella, siente mas placer en contemplarla. Pues'si en toda composicién buscamos ese recuerdo, ese sentimiento latente, como ese sentimiento en toda obra ins- pirada tiene que ser el que el autor quiso infundir los so- nidos, luego para hallar aquél primero tenemos que penetrar la intencién y sentimiento del genio creador. Il Dado ese concepto tan obvio y sencillo de la expresion musical, ficil es colegir cudles han de ser los medios mis ade- cuados para conseguirla, Lo primero que se requiere para una expresién adecuada, es sentir como el mismo autor; 6 en otras palabras, el mejor, el tinico digno intérprete de un ge- a6 LA EXPRUSION BN LA MUSICA nio es otro genio. No todo es arbitrio en la eombinacién de sonidos musicales; porque hay ciertos giros, ciertas cadencias que, sea por convencionalismo 6 por secreta simpatia eon al- guna de esas intimas fibras de nuestra alma, como decia San Agustin, tienen significacién particular, de la cual saben los grandes compositores sacar buen partido empleando instinti- vamente aquellas cadencias y aquellos giros que son los mds propios para expresar un sentimiento. Los que carecen de esa vista interior llamada buen gusto, 6 sea la generalidad, no penetrara ese secreto sentido, efecto del desnivel 6 des- proporcién manifiesta entre su modo de sentir y el de aque- Nos genios. Lo cual es aplicable, no sdlo al profimno vulgo, sino & los mismos miisicos & quienes se puede conceder el buen gusto, los cuales podran comprender el sentimiento do- minante de una composicién, y mas 6 menos bellezas parcia- les, segtin el grado de perfeccién de su gusto; mas eso de se- guir al genio en cada nota, en cada exclamacién, en cada ge- mido, est reservado tan sélo 4 los intérpretes de primer or- den. Désenos, pues, un artista favorecido del cielo con aquella divina centella del genio musical: como que hay correspon- dencia perfecta entre los sentimientos del compositor y del in- térprete, acentuard éste los sonidos que en intencién del com- positor deben acentuarse, guardaré el apasionamiento para ciertos pasos en que hierve la pasién, desplegaré la energia y virilidad en los que lo requieran, y asf de los demis afectos. Pero no es esto sdlo: como quiera que de lo material hay siem- pre infinita distancia, los sonidos materiales con que nos es preciso entendernos, nunca reproducirdn aquel hilito divino, aquella mtsica ideal que bulle en la fantasia. La gente vul- gar y de poco vuelo tomara como del genio lo que le dice la letra muerta de los sonidos musicales; pero el hombre de in- genio traspasard el vil molde en que se vacid aquel metal pre- cioso, se remontaré 4 otras alturas para identificarse con el autor, conoceré los sentimientos de que aquél se vid anima- do, y como en su propio modo de sentir ve un reflejo del modo de sentir del otro, nos dara Ja verdadera y fiel expre- LA BNPRESION BN LA Most: én tal como se ha explicado al definirla, como si él mismo inese el compositor y compusiera en el acto. verdad requiriera mis detenida demostracion, se- s contundente el reflexionar un poco sobre la expe: jana, {Cudntas veows no sucede que al oir bien artista de primer orden una compo- antes ejecutada por medianias, apenas os de la memoria para reconocer como tal pieza musical?; 6 4 lo menos jqué tos del uno al otro caso!... ;Dénde icubrian, cuando la mala y aunque sea aquella soberana belleza que ahora entusiasma al auditorio? ; Qué velo ocul- que todo lo inunda, esas ondas , esas cascadas, esos murmullos las frescas brisas, y la soledad n de las olas, todos esos encan- mularse idealizados en el pe- razon al oir una bella pieza mu- sada, y que la anegan en dulzu- comparables & todos los teso- BERERERERRR ED ES 338 LA EXPRRSION EN La musica buenas condiciones, los efectos han de ser proporeionados Pero como nada hay en este mundo que al mismo tiempo que puntos de contacto no tenga interrupciones del continuo, y es indiscutible y practico que todo en él puede conside- rarse bajo mits de un aspecto, no sera fuera de razén qite distingamos también de genios, Siendo propio de esos seres privilegiados el expresar con viveza y espontaneidad, lo es también el sentir con esponta- neidad y vehemencia. Mas como quiera que hay sentimien- tos y pasiones que dominan y prevaleeen sobre los demas (diferencia originada del temperamento y condiciones natu- rales del individuo y no pocas veces debida @ cireunstancias externas de infortunios, desengafos 6 prosperidades) nace de aqui el ser generalmente mis aficionados 4 cierto género de mrisica que 4 otro (lo cual explicamos en otro lugar, fun- dados en la autoridad de N, P. San Agustin), y que muchos en tal génevo rayen 4 la altura inconmensurable del artista extraordinario, y en el cual otro no pasen de medianias: to- do lo cual se armoniza perfectamente con lo que en lineas anteriores queda dicho de la correspondencia mutua del sen- timiento y la expresidn, Esta doctrina, aplicable 4 los com- positores y & los oyentes, lo es mucho més « los artistas vir- tuosos, como se dice en galiparla. Facil es de comprender ahora que puede darse un exce- lente intérprete de Chopin que lo sea sélo regular de Bee- thoven, un partidario acérrimo de Piceini, enemigo jurado de Gliick; tal artista que vea en la misica de Bellini fiel re- flejo de sus afectos tranquilos y tiernos, y odie las _pasiones turbulentas y aventuras caballerescas retratadas en algunos ejemplares de la misica del porventy. Nada de esto envuel- ve en si misterio alguno, y aun en el caso contrario, habria que doblar la cerviz 4 la fuerza irresistible de los hechos, Y i no 4qué significa que todo virtuoso tenga, asi como sus arias favoritas, dperas de su predileccién? Se dira, y es cier- to, que unas se acomodan mejor que otras d sus facultades vocales; pero de esto nada se puede concluir, Todo se redu- ciria 4 dar mas voces, 4 cantar mis alto 6 mas bajo; cuestion de mostrar la robustez, sonoridad y gallardia de su voz; pe- ro el estro divino, el entusiasmo, el delirio que le inspiran ciertas cantatas jde dénde nacen? No tienen otra causa sino que el sentimiento es siempre expansivo y tiende 4 desaho- garse en su esfera, y es evidente que cada sentimiento tiene Ja Propia. Asi se explica que los cantos populares, en medio de su sencilla estructura, tengan para muchos (y en grado mas 6 menos remiso para todos) ese adorable encanto, nos- talgica melancolia é inefable vaguedad que se dejan sentir con mayor fuerza en el Animo & medida que prevalece mas el amor al pais donde se vid la luz primera, y donde ofmos arrullar con tiernos cantares el suefio de nuestra inocen- cia. Si aun se quieren mds pruebas, hablen por nosotros Ru- binstein, la Menter, Gayarre, Sarasate y todas las demas notabilidades; y ya que nosotros sélo juzgamos por lo que sabemos de ofdas, por lo que nos dice la fe humana, decidan los afortunados que los han oido si, siendo como son verda- deramente genios é intérpretes de genios, Gottschald y Thalberg, Rubinstein y Listz, Sarasate y Gayarre, tienen todos un mismo repertorio, y si es vana palabreria de criti- cos decir que al uno le caracteriza la ternura y delicadeza, 4 otro Ja buena pulsacién y Ja energfa y virilidad con que ex- presa...; lo cual en ultimo término quiere decir que serdn el propio fuerte de un artista obras sentimentales, impregnadas de dulzura y melaneolia, y el del otro las de mas vida, entusiasmo y movimiento. IV Hasta ahora sdlo hemos tratado de un medio de expresion excepcional; mas como es cierto que quod natura non dat Salmantica non prestat, y el genio es un don natural con que él cielo favorece 4 determinados individuos; y como por LA UXPRESIGN EN LA MUSICA \ as 9¢-dlash otra parte es verdad, & todas Inces clara, que las reglas se de no tanto para la direcciéu de esos hombres extraordinarios cuanto para suplir lo que filta:de aptitudes naturales, des: cenderemos ahora de aquellas alturas, para examiner medios de que nos podemos servir para dar d la musics la expresién mis perfecta posible. By Daremos la primacia entre estos medios & la profesion de’, la fe catélica, en honor 4 la Religion y en honor tambiéne 4 la verdad. La mttsica vive y se explaya en la esfera del sentimiento: toda religién ha de tender & ennoblecer éste* después de ilustrar la inteligencia, porque es la vida del en- tendimiento y del corazén. Ahora bien; ninguna religion hay que tanto ennoblezca, depure y sublime el sentimiento como la catélica; la religién y la fe catéliea es por tanto uno de los medios mds adecuados para comprender, sentir y expre- sar la nnisica. Apenas hay verdad histérica tan irrebatible como la de que los mejores miisicos han sido siempre catdlicos. Hablar aqui de los tiempos de San Clemente Alejandrino, San Agustin, San Criséstomo, San Gregorio y San Juan Damasceno; refe- rir los méritos de Boecio, V. Beda y Guido d’ Arezzo, seria azo- tar el aire, porque todo el mundo est convencido de que en aquellos tiempos la miisica, como todo lo grande y bello, fo- recia slo 4 la sombra del catolicismo. Los dramas veligiosos 6 Misterios, especie de Oratorios de los siglos medios en que tomaba parte principalisima la musica, fueron los origenes de la dpera. Catdlico fué Orlando de Lassus, catélieo y sa- cerdote por mds seiias el celebérrimo Zarlino, catdlico y sa- cerdote Scarlatti, de genio inagotable; y Leco, Durante, Stradella, Haydn, Mozart y Beethoven, jde qué otras fuentes sacaron los tesoros de su inspiracidn, sino de esas aspiracio- nes sublimes que infunde nuestra santa fe? Es verdad que Mendelssohn fué judio, 6 sdlo de familia judia, que ni atin es- to consta; pero jcudnto no debidé & los modelos que estudia- ba, que eran catdlicos, Beethoven, por ejemplo, por quien mostraba singular predileccién? Pero para que no se vaya & ee 342 LA MXPRESION EN La MU que el cisne de Pésaro no hizo los estudios suficientes sobre el género religioso, y sin embargo, con jqué sublimidad can- ta las virtudes teologales, qué fervor palpita en sus motetes al Santisimo, cudnta ternura, y si se quiere, qué profunda ciencia muestra en su obra Stabat Muter, ciencia inconce- bible en un italiano, é italiano de genio independiente, como Rossini! Ejemplo edificante y digno de imitacién es el de Haydn, el compositor mis tierno y mis elegante que ha ha- bido; quién, segiin cuenta Fetis y todos sus demés bidgrafos, después de invocar la ayuda de Dios al principio de una obra con las palabras Zn nomine Dei ti otras equivalentes que se encuentran en todos sus autégratos, cuando sentia se- edrsele la vena de la inspiracién, cogia luego el rosario en la mano, y se ponfa 4 rezar con fe sencilla que da en rostro 4 muchos; y como para no atribuirse 4 sf propio la inspiracién que debia al cielo, afiadfa al fin de sus partituras Laws Deo. como puede verse también en sus autégrafos. Cuando en el siglo XVI se trataba en Roma de la suerte decisiva de la musica religiosa, por el estado de profanacién a que la habian reducido los abusos de los compositores. re- sultando al fin una solucién favorable debida al principe de Ja Miisica, como se le llama 4 Palestrina en su epitatio, dicen los historiadores que el insigne compositor puso al principio de la Misa del Papa Marcelo estas palabras: Sefior, ayida- me. Y en sus tiltimos momentos daba ese hombre & un hijo documentos tan preciosos como éste: «Te recomiendo que imprimas todas esas obras inéditas mfas lo mas pronto posi- ble, para gloria del Todopoderoso y para la celebracién de su culto en los Templos.» Digase ahora si composiciones asi sentidas é inspiradas podrén hallar eco y digna expresién en artistas que nada en- tiendan de emociones cristianas jeon qué oportunidad distri- buirdn los desahogos fervorosos, los actos de fe, de adoracidn, de amor encendido que estin latentes en aquellos sonidos? Si como queda suficientemente probado, para la buena (Ox. presién musical es preciso identificarse cuanto sea posible ww Vw CUCU PUUUNUUUUUNUYT con los sentimientos del autor, no necesitamos insistir mis sobre punto que es consecuencia necesaria de la doctrina expuesta. Vv La historia es también otro de los medios més conducen tes para la buena expresién: primero la historia general de la Miisica; después, la particular de una época y la del autor; y por wltimo, la de la composicién que se quiere expre- sar. La historia general de la mtisica ayuda para nuestro ob jeto, en cuanto nos ensefia lo que en ésta hay de duradero y permanente en medio de todas las fases y vicisitudes que presenta. Con eso sabemos que tal 6 cual formula melédice representa tal 6 cual sentimiento, invariablemente, desde que hay genios; por tanto es ms ficil su interpretacién en cualquier género de obras, aunque sean de tiempos antiguos. Esto que llamamos permanente é inmutable es la idea musi- cal, sin los accesorios de ritmo 6 armonfa mds 6 menos com- plicados. Al llegar, pues, 4 la interpretacién de dichos acee- sorios, es prudente cierta reserva é indispensable el estudio. Un buen alquimista, como decian los antiguos, por cono- cer bien las calidades de los metales, no desprecia el oro por hallarle con formas toscas, sino que penetrando mis alld de la corteza, aprecia el metal en lo que vale, bien conven- cido de que el pulimento es lo de menos y el valor se esti- ma por las buenas propiedades que le hacen aplicable al uso comin, Por este medio pudo Eslava asimilarse la majestad y grandilocuencia del estilo antiguo, que nada pierde al va- ciarlo en el molde de las formas modernas. Por este estudio de la miisica antigua sabe Gounod identificarse con aquellos grandes genios de la antigiiedad y dar 4 su mitisica el tinte ; de sobria elegancia y atractiva severidad, que caracteriza i Jos cantos de los tiempos de la fe sincera. a LA EXPRESIGN GN LA MUSICA no de la El que ha hecho especial estudio de cualquie literatura en una época cualquiera penetra mis ficilmente Ja intencién de un autor que vivid en ella; explica el verda dero sentido de las pulabras equfvocas, si las hay; armoniza rhe la significacion con la verdad el error aparente porqu especial que tenfan en aquel tiempo ciert se toman en otro sentido, 6 porque ve que la corriente de Jas ideas induefan & tal 6 cual autor & expresarse con mas despreocupacién y desenfado sobre puntos que hoy requie- ren escrupulosa cautela, Pues lo mismo sucede en mtisic désenos un artista que haya estudiado de wn modo espec la historia y los modelos del siglo XVI, po ejemplo; una fu- ga de aque] tiempo. insulsa y hasta despreciable para la ge- neralidad, tendvé para él encanto y atractivos, descubriré alli belleza legitima y verdadera que se oculta 4 los demds; porque relacionara las ideas reinantes con las formas de ex- presidn, con lo cual Iegaré 4 comprender la mente de un com- positor, 4 identiticarse mds 6 menos con él distinguird el fondo 6 la esencia de las formas con que esti vevestida, Y aqui se halla para mi la solucién de un problema, que intenté ex- plicar Eslava. pero que no legé 4 resolver, Dice nuestro sa- bio diddctico que la causa de que no guste en general la Misiea clisica es yuizé la diferencia y desigualdad de ritmo, 6 sea la falta de simetria en el ritmo. Esto podria ser admi- sible en cuanto 4 la musica antigua de ritmo libre: pero respecto d las obras de los clisicos del siglo pasado, & que Eslava se refiere, es insuficiente explicacién. Cualquiera concederé (y ni Eslava lo negarfa), puesto que trae ejem- plos de ello, que muchos dle los cantos populares son de rit- mo menos simétrico que la primera obra de Haydn. Mas sa- tisfactoria explicacién es decir que en toda misica hay for- ma y fondo: el fondo, es decir, la idea, el sentimiento que se expresa, son de todas las épocas; mas la forma varia mas 6 menos en cada una. La forma sin el fondo no es mis que la eae de una mina, que oculta sus més preciados tesoros alld en sus senos interiores, Las formas modernas, como que voces que ahora La EXPREMION HN LA MUSICA <= os, nacen y vive con nosotros y no portune en todo tiempo y lugar, se hall se nos hacen familiares, sabemos mis 6 menos ? sentan, 6 sea st correspondencia con el sentimiento ee presan; pero no es nuestin vista tan de linge vespeoto 4 ta Indsica antigua, y no penetrard mas alld de ln superficie, mientras no nos counaturalicemos con aquellas formas. Re- conozeamos ambas cosas: la mrisica antigua es para nosotros planta exdtica; pero es planta exdtica, que se aclimata 4 fuerza de laboriosa industria. Es verdad esta que hoy pal- pamos con noble orgullo é inmensa satisfaccidn, merced 4 los esfuerzos de nuestros dignos profesores. Los méritos de incomparable Monasterio y demas artistas que han tenido parte en la formacién de las sociedades de cuartetos y con- ciertos, no’ tienen en este punto justa recompensa. Pero ce- rremos e] paréntesis, que va siendo un poco largo, aunque es cierto que viene maravillosamente en apoyo de la propo- sicin sentada. La prueba més concluyente de cuduto vale el estudio de Ja historia de la mtisica, 6 mejor dicho, de su necesidad para interpretar la misica antigua, estd en las maneras diversas de ejecutar el canto gregoriano. Perdida casi por completo la tradicin desde el siglo XVI, desfigurados los cédices y trastocadas las formas, han llegado 4 convencerse la mayor parte de los cantollanistas del dia, que el. canto gregoriano se llama leno 6 plano por ser en 61 todas las notas del_ mismo valor, por la carencia absoluta de adornos, que segtin ellos no servirian mis que para hacer el canto menos viril y mas afeminado, Sentado esto nada menos que como principio fun- damental y respetado por autores como el P. Ramoneda, monje Jerénimo de este Real Monasterio, no quedaba ni aun Ja posibilidad de volver al verdadero camino. Sin embargo, una sencilla observacién les hubiera bastado para convencer- se de su error. Porque en efecto, aunque algo alterados que- daban todavia, como nos quedan hoy, ejemplares de canto gregoriano mds 6 menos legitimo, con sus formas propias, 1s ncompafian opportune et im se hallan al aleance de todos, Jo yue repre- con sus signos y adornos; y pudieron muy bien suponer que esa forma varia no se habia empleado simplemente para 1é- crear la vista, sino que exigia variada ejecucién; pero la in- dolente rutina, que se ensefiorea ficilmente de los dnimos apocados, los mantuvo, y nos mantiene, en esta inaccidn, in- comprensible por otra parte, traténdose de una cosa tan del servicio de Dios. Es cierto que siempre se ha ponderado el valor y eficacia de ese canto solemne, se ba bablado mucho de su sublimidad, de los efectos que causa, y se ha dicho que no es comparable con él ninguno otro género de miisica; pe- ro esta importancia que se atribuye al canto-llano, 6 no se le atribuye mis que juzgando d priori, 6-por algunas piezas, tales como los himnos y algunos salmos, que sabemos ejecu- tar, unas veces como la miisica moderna, que esta muy lejos de ser Ilana, y otvas con algin gusto y sabor propios del verdadero canto grevoriano, restos conservados por la tradi- cién oral y constante. Inferimos muy légicamente ¢ priori, que mlsica compuesta por santos fervorosos y hombres de talento al mismo tiempo no puede menos de ser inspirada y propia del culto; pero ciertamente, se hace poco favor 4 los Santos Pontifices de los primeros siglos, i San Ambrosio, San Gregorio y demis compositoves eclesidsticos con atribuirles antifonas, que con nuestra ejecucién amartillada resultan tan soporiferas y sin sentido ni uncién; donde no hay enlace ni tonalidad tija apenas, en que el artista mds consumado no descubre la idea 6 motivo dominante, porque en realidad na- da hay en aquellas composiciones, mutiladas unas por un gusto estragado, desfiguradas las mis, y todas ellas mal in- terpretadas. En este desconcierto, en esta carencia y hasta imposibili- dad de expresién jde qué remedio echar mano? Pudieron muy bien convenir los mtsicos, desatendiendo la tvradicién, en formar ciertas reglas acomodadas al gusto de la época, sefialando cierto valor 4 las notas diferentes, y ensefarlas luego constante y uniformemente en escuelas y Academias. Pero esto, gue en la practica surte algtin efecto, sentado co- mo teorla bubiera sido hacer del desorden caos: & la vuelt vunos lustros se hubiera tenido por belleza postiza de a) desuso y en olvido. Por como tal cacria inevitablemente usto, mis 6 menos general, es de to fortuna, como el buen das las 6pocas, han conocido los artistas que el tinico reme Jes era reanudar las tradiciones ya inte- tantos mv s y votas, acudir 4 la historia de aquellos ti dio ent rrumpid s evan las formas y signos con que se representaba ver cual eptos y reylas que se preseribian para 10 canto y los pre¢ + interpretacién. Hallaron lo primero en los distintos eddi- cvs, depuvados por la comparacién y la erftica, y proporcio tieas de Guido d’ Arezzo lo segundo las obras dida Otén Cluniacense, con algunos otros de menos importancia Instintivamente comprendieron estos miisicos que la verda- dera expresion, begin hemos sentado como fundaimento de stro razovainiento, consiste en trasladar una compo- sieibn al lenguaje vulgar de los sonidos con aquellas formas, con todos ayuellos matices con que bulle en la mente del compositor, y que todo lo que sea convencional y arbitrario 4, eoino cuando pierde su color una rosa ficticia ya no névonl todo nue a de vosa Aparte de algunas tentativas fructuosas hechas por algiin otro Benedictino 6 Jesuita, el principal autor de esta refor- nn, opevada ya en gran parte aunque no muy generalizada, | es el P. José Pothier, benedictino de la Congregacién de | Franci letargo Ja aficion 4 estas cuestiones Sumo Pontifice y obras personas de alta dignidad eclesidsti- ea; y la reaccion se ha verificado, No ha mucho celebribase en Avezz un Congreso internacional, convocado para tratar del eanto gregoriano en todos sus puntos: habldse alli del eé- jue merecta la preferencia, del caricter peculiar del os y de la verdadera Sus trabajos ¥ sus conferencias han despertado del y enardecido el celo del dic canto gregoriano, de sus adornos y sign : interpretacion y ejecucién, Tomaron parte en aquellas sesio- nes el italiano, el uleman y el francés; y como sucede en (1) Repatis onvis también wu repeésentante, poro no thvo parte nctivn en Its nonferencias 8 LA EXPRESION EN LA MUSICA las cosas humanas, el apasionamiento y la parcialidad impi- dieron gran parte del fruto que podia esperarse. Pero des- pués de todo, muchos puntos quedaron bien dilucidados, pa- ra que el dnimo imparcial supiese qué partido deberia seguir. Y eu las Melodias gregovianas del P. Pothier se explican con tanta lucidez y erudicidn, el origen del canto gregoria- no, sus vicisitudes, las diversas formas que ha ido tomando y la manera de ejecutarlo, que excepto en algtin punto acci- dental, en que discurre por cuenta propia, no es facil dejar de seguirle en lo restante sin nota de teme dad. Afortuna- damente, uo hace mucho tuvimos ocasién de oir bien inter- pretado ese género de canto 4 una comunidad de PP. Bene- dictinos , educados y amaestrados por el mismo P. Pothier; y envyuelto por muchos dias entre aquellas ondas de incienso, que lo son en verdad aquellos solemnes cantos, no me acordaba de la mtisica moderna. Una cosa echaba yo de menos, y era que ciertos pasos requerfan 4 mi ver coro més lleno de voces, que el fervor de aquellos Padres no podia suplir enteramen- te, porque eran pocos. Pero por su método de cantar, por las subidas y bajadas resbaladas, por aquella especie de morden- tes (que tampoco rechaza el canto gregoriano), por aquel modo de ligar las formulas melédicas y la exacta correspon- dencia entre la mtisica y la letra, comunicaban al canto anti- guo tan sencilla, pero natural elegancia, tan amable encanto, que sin otro testimonio hubiera crefdo todos esos maravillo- sos efectos, que causaba en los fieles de aquellos tiempos se- gin nos cuenta la historia, A muchos de aquellos PP. Be- nedictinos he ofdo decir que hay en Solesmes un econvento de monjas de su congregacién, i donde acude gente de mu- chos y muy apartados lugares 4 oir las melodias antiguas, que cantan aquellas religiosas con gran fervor y uncidn, ‘eh cual es prueba de que el canto gregoriano tan bien se acomo- da 4 las voces delgadas y flexibles de las mujeres y nifios como 4 la grave entonacién de un coro de monjes. Yo por (2) Los PP. franceses desterrados que viven en el Monasterio de Santo Domingo de Silos provincia de Burgos. LA EXPRESION EN LA MUSICA 349 mi parte puedo atestiguar que después de haber oido cantar en dicho convento una salve, que se encuentra también en uno de los cantorales de este Real Monasterio” donde es- cribo, me produce un efecto desapacible al oirla cantar del modo rutinario como se canta en Espatia, al mismo tiempo que no puedo recordar sin emocién las frases tiernas y supli- cantes que legaban 4 mis ofdos al oir aquella composicién bien interpretada. Y con esto creo haber dicho lo suficiente, atendida la indole de este trabajo; pues sdlo hemos traido las consideraciones anteriores, para demostrar que no se hubie- ra hallado la verdadera expresién, sino acudiendo 4 la histo- ria de la mtisica. VI Otro de los medios indispensables para la exacta interpre- tacién de la Musica, es !a historia del autor y la de la com- posicién que se trata de interpretar. La vida de un compositor, principalmente si es de esos ge- nios de primera talla, suele ser fecunda en aventuras, luchas, éxitos y desgracias; su cardcter, como de hombres extraordi- narios, presenta por lo comtin novedad y rasgos originales que por lo mismo interesan nuestra curiosidad y natiya in- clinacién 4 admirar lo grande y lo extraordinario, De aqui nace que el artista intérprete se encarifia con el compositor, y si éste vivid entre luchas 6 infortunios, el intérprete colo- ra sus composiciones con la lobreguez de la tempestad; sabe que la tormenta se calma por momentos y que las luchas del espiritu se adormecen, é imprime el sello de la placidez me- (1) Bs cosa digna de notarse, «ne asi esta salve como algunas miss se corresponden en todo, salva alguna suprosién de neumas, con Jas deo Ie coleccién del P. Pothier, Quizé ol Pa- dre Pothier las tom6 de aqui durante su viaje por Hspafia on los estudios que hiro en Ia Bi- blioteca, archivos y cantorales de este Real Monasterio del Beoorial, Sen como quiera, siem= pre tendremos qué dos cantorates de este Monasterio conservan con bastante fidelidad la for- tua de la notacién antigua, A lo menos asi se infiere de la comparacién que hemos. podido hacer entre Ia notacién de las coleeciones hechas por el P. Pothier ¥ la de dichos canto. rales. SVVIPFUEGUITIPUPtvovve 3 LA BNPRESTON EY 1.4 MUSICA lancdlica en aquellos pasos en que la melodfa es sencilla, dé- bil © serena, Y si por ventura el compositor es uno de esos espiritus aéreos y dados & la nostalgia, que se alimentan de aspiraciones y viven en habitual melancolia, todo lo eual for- ma el eardeter distintivo de los grandes genios; entonces el intérprete agota los recursos de su sentimentalismo: al acor- darse de su héroe oye la voz de lo infinito, siente el aletear del deseo inquieto y la serena paz que infunde la esperanza, y al ver todo ello bien representado en la melodfa que tiene a la vista con sus caracteres propios, como expresién de una. mente creadora potente, comunica é aquellas notas el alien- to que necesitaban. Es fitcil inferir de lo dicho que se obten- dr mejor la expresién verdadera de wna pieza si, no sdlo se sabe el estado habitual de tal compositor, 6 sea, su vida y cardcter; sino ademas la historia de la misma composicién, el motivo y circunstancias en que fué producida. Por eso cree- mos gue el mejor medio de hacer sentir los efectos propios de la miisica clasica en especial y de toda clase de mtisica en general, es iniciar al auditorio en los secretos del arte, expli- cando en una breve conferencia el estilo de la composicién 6 composiciones que se quieran ejecutar, relaciondndolo con el eardcter del autor, las cireunstancias, si las hay, y el estado general de la musica eu aquel tiempo. Podria inculearse que en la misica hay algo inalterable y algo que se muda con el tiempo; podria llamarse la atencién sobre algunas particula- ridades ritmicas, (que no faltan en las obras de Haydn sobre todo) las cuales, si bien hoy serian defectuosas, constituyen all{ una de las bellezas mas exquisitas; se podria también ha- cer que se fijava la atencién en el color local de tal 6 cual pe so, Si Fetis en sus conciertos histéricos se hubiera contenta- do con la mera ejecucién de las piezas, seguramente, 6 no hu- biera salido airoso en su empresa, 6 cuando menos hubiera tenido que luchar denodadamente. Pero eva sobrado juicioso el gran didactico 6 historiador para no acertar en la eleccién de los medios mas adecuados para sus fines; y haciendo que Ala ejecucién de Jas composiciones de Palestrina y otros com- 5 antiguos prec i vonamiouto, ogre recediera un breve M jtores antiguos | sin es! au obra con éxito glo «> efuerzo, ver caronada st 0 ; aunque no sit sfrerze rioso; logy, NO sdlo Si van eon gusto, sino que ad " cucharan con gusto, | 5 tog 0 4 : mais forme artidarios pdrrimos Y sntusinstas de au mee Fmd particarios acérrimos Y ¢ formé p antigua, vu Fn otro orden de medios, bien que no tan nobles, tan indis que quedan dichos, se encuentran todos buyen de alguna manera t la expresion pensables como los aquellos que contri sensible de la musica. Hasta aho hemos he enumerar los que ayndan 4 divigir la inspiracton, enardecer las pasiones, y en suma, {poner el alma del artista en un estado tal, que dados recursos ficiles de expresién, manifies te exteriormente aquel mundo de ideas y sentimientos que pullen en la fantasia. Si en la eonsecucidn de este fin pudie se el hombre, 4 la manera de los angeles, preseindi de me dios materiales, y rasgando el velo que eubre al alma, mos: trarsenos mas recénditos, la cuestién estaba ya resueltia, Pe ro por nuestra desgracia, hay que Iuchar con la materia, hay mucho que pulir, y esto para Tegar & una perfeccién relati va: es preciso vestir ¢ un Angel lo mejor que se pueda, pero siempre 4 lo humano. La miisica idealizada de que habliba mos en otros ntimeros, hay que presentarla ahora revestida de otras formas, los sonidos producidos por ciertos instru mentos; y bien que al revestir con tales formas In miisica ideal sea el artista la principal causa, bien que de él proceda el primer impulso, el efecto ha de ser resultado de une serie de concausas; mes no basta el imperio de la voluntad ni las manos dirigidas por ella. Luego los instrumentos mitsicos y el manejo de ellos son medios de expresién indispensables. Un buen misico, y que como tal sienta la miisica y descubra todas las bellezas en ella encerradas, pero inepto para todo lo que se refiere & la ejecucién, es comparable 4 un buen poe- 1 no hemos hecho mis que aoe . - LA EXPRESION EN LA MUSIUA Gnade del uso do te lengua y da" iat Gaertn De taatE mnee due todos esos gestos y adémanes ridfoulos de muchos, si bien con frecuen efecto de un hdbito inveterado, otras veces no son mis que esfierzos de una lucha entrédla materia ingrata y el espiritu que trata de avasallarla, Pero dado el actual estado de cosas, no se puede dudar que los instrumentos miisicos sean, conforme 4 sus condiciones de sonoridad, amplitud y timbre, titiles reoursos para la ex- presién musical. Como hay en la pintura variedad de eolo- res, también la mtisica admite diversidad de tonos y matices correspondientes 4 las titltiples manifestaciones del senti- mieuto. Especialmente en la musica imitativa, esta variedad de timbres constituye una mina de recursos de que debieran saber aprovecharse los compositores, y de hecho se aprove- chan los que conocen 4 fondo la musica. No queremos que se Ileven las cosas hasta el extvemo de suponernos partida- Tios de esa imitacin servil y grosera de que tanto se ha ha- blado en pro y eu contra: antes al contrario, opinamos con Fetis que esa imitacidn no ha de ser copia exacta sensibili- zada al oido, sino ideal, vaga, espiritual 6 inefable. Se han de tomar los elementos de la naturaleza, pero para depurar- los y acomodarlos & la indole de la musica; se. ha de repre- sentar la tempestad, pero uo con ruidos atronadores,. sino cou esa vaguedad que cautiva el inimo, recordando al alma Jas luchas y tormentos del espfritu al mismo tiempo que el desconcierto y perturbacién de los elementos: para que de este modo tenga el alma pasto abundante y variado en que cebarse, y recordar con calma inalterable log espectiiculos mis espeluznantes. Una batalla representada por medio de la miisica no ha de ser un simulaero, sino como vision de simula- cro: por algo se hadicho que la vepresentacién musical nos traslada en espiritu al lugar de la escena. Si no fuese porque alguien pensara que tratamos de juntar polos opuestos, po- dria tomarse una comparacién de las matemiticas, La expre- sién musical ha de ser como una de esas formulas algebraicas que por la indeterminacién y generalidad de sus valores son son e! PRESION EN LA MUsIUA aplicables 4 todos los casos de la misina especie, Asi cada : j. nero de miisica ha de ofrecer sin salirse de su propia esfern materia variada asimilable. De otro modo es preciso admitir que los instrumentos mds rudimentario: , y ann muchos que nada tienen de miisicos, son mis ventajosos que otros nis perfectos en absoluto, pero de menos fuerza imitativa; 6 bien que para representar una tempestad 6 una batalla son pire feribles el bombo y el matvaz al contrabajo y otvos instru- mentos de su familia. Pero el uso de los instrumentos para la verdadera ex sidn de la mtisica ha de ser conforme 4 ciertas reglas dict: das por el buen gusto. Hay que atender: 1.” al timbre peculiar de cada instrumento, 4 su extensién y sonoridad 6 intensidad; 2.° 4 la combinacién de timbres; 3." 4 su oportu- na distribucin. El compositor tiene que hacer estudio es- pecial de la cantidad de sonidos de cada instrumento para no incurrir en anomalias: seria ridiculo representar por un canto patético de baritono 6 bombardino las alegrias cam- pestres, al paso que estarian bien pintadas en un solo de flauta sencillo y popular. Ast como en una caja de pinturas las hay de diversos colores, de la misma manera tiene que haber en una banda ti orquesta variedad de instrumentos con tono y color propios; y as{ como hay pinturas que com- binadas dan origen 4 otras de distinto color, también el miisico debe estudiar los resultados de la combinacién de timbre que se refunden en un sonido 6 un acorde: pero sin olvidar que hay instrumentos que no pueden emitir mis que un género de sonidos, como es siempre melancdlico el arrullo de la tértola solitaria. Esta verdad, que parece y es verda- deramente de sentido comin, suele verse desatendida con frecuencia por los compositores y ejecutantes, principalmente cuando 4 la earencia de genio se une la irreflexién, Muchas veces entra el violoncello como concertante en composicio- nes ligeras y alegres, siendo asi que el violoncello tiene su tono propio y privativo, y que su elemento no es la risa, sino el Ianto y la melancolia. Pudiéramos extendernos en 2B , r c t T 4 LA EXPRESION EN LA MUSIUA ¥ 3 . E : f i en consideraciones de este género, que juzgamos oclosas, ie Bee studic atencién 4 que lo suple todo el buen gusto con el estudio atento y detallado de la instrumentacién Vil xpresién de la ‘También Ia Actistica tiene su parte en la ; muisiea, no porque ella prescriba reglas adecuadas 4 ese fin; sino eomo ciencla auxiliar que proporciona los elementos materiales necesarios. No comprendemos el intitil empetio con que algunos sabios didetieos quisieran desligar aquella ciencia de la miisica, sin tener en cuenta que si la miisica es el arte de los sonidos, la Actistica es la ciencia de los. mismos. Es cierto que una y otra, tienen sus Iimites, ni es posible confundirlas; que la musica empieza alli donde la ciencia acaba, y que por tanto, ambas se mueven en esfera distinta; pero también es innegable que las unen estrechos vineulos, que se perfeccionan mutuamente, y que los pro- gresos de la Actistica han reportado grandes beneficios para el arte con los instrumentos que mediante sus leyes se han inventado, y por haber fundado sobre bases sélidas la armo- nfa musical. No podra decirnos la Actistica por qué nos son ratios ciertos acordes, porque seria invadir el campo de la Estética; pero una vez establecidas las leyes del orden yla bellera, la ciencia Aciistiea viene 4 apoyar el fallo que ms- tintivamente da nuestro oido, segtin mi P, §, Agustin, acer- ca de la legitimidad de un acorde, haciéndonos admirar las relaciones de unos sonidos con otros y la simpatfa natural que media entre ellos, manifestada por las vibraciones uni- formes y ordenadas que en los acordes consonantes se suce. den siempre con regularidad y conforme 4 leyes sencillisi- mas. La Actistica puede decirnos d priori si es posible algtin otro acorde ademas de los conocidos, y solo ella puede de- terminar la cuestién, porque ella e3 clusivamente posee el secreto de analizar los elementos constitutivos de aquellas WUVWUUDVUUUUY LA PNPRESION EN LA MUSICA dndose de los acordes combinaciones. Bien es cierto que tri we disonantes admitidos en misica, no se halla en la ciencia de los sonidos explicacidn satisfactoria; sino que su fundamen- to esté, como hemos dicho antes de ahora, en un baseline estético, en el presentimiento de armonfa; pero esos acordes no constituyen la base de la armonia si ha de signiticar esta palabra un conjunto ordenado de partes relacionadas entre si. ; ‘ No se puede dudar que el timbre entra por mucho en la expresidén musical, pues de él depende el que pueda expre- sarse con sus notas caracteristicas el apasionamiento, la ale- gria 6 la melancolia, y el timbre del sonido no es mas que resultado de los sonidos arménicos que acompafian al prin- cipal, todo lo cual es del dominio de la Actistica. Andlogas consideraciones pudieran hacerse de la inteusidad, amplitud y gallardia de los sonidos, asi como de las cajas arménicas calidad de instrumentos y construccién de los salones dest nados para conciertos; todo lo cual eudnto contribuya i la buena expresién de la miisica, se infeviria 4 primera vista si no se palpasen los efectos, IX Vamos 4 enumerar ahora otros medios de expresién mis particulares y que estiin mis al aleance de todos, segtin el grado de instruccién y la aptitud natural de cada uno. Pue- de sentarse en absoluto que todo aquello que sirve para enardecer el dnimo, lenar la mente de elevados pensamien- tos y suscitar en el alma nobles sentimientos y uspiraciones contribuye poderosamente i la fiel interpretacién de la mi- sica. En este sentido el recogimiento que infunden la sole- adad y graudeza del templo, los espectitculos de la naturale- va que traen al alma recuerdos apacibles 6 aterradores, pero todos grandes; la meditacién continua de nuestro noble des- tino y la observacién de nuestra vida interior, son todos LA EXPRESION EN LA MUSICA "ig ae ie para imprimir colorido y sello- propio & las obras musicales que se quieren ejecutar. La simple lectura de una poesia patri¢ dispone tal vez mas para la ejecncién de un himuo en que se celebren glorias na- Cionales, que todas cuantas reglas se dan en obras diddeticas para la diversa ejecucién de los géneros de la music por- queen aquella composicién postica bulle al par dela gran- deza del pensamiento el entusiasmo generoso, y ambas cosas se upoderan del animo del artista apasionado é influyen “di- rectamente en la concepeién artistica y en sn expresion al trasladarla al lenguaje de los sonidos, El artista necesita, pues, rodearse de cierta atmésfera sobrenatural para fami- liavizarse con las grandes ideas y elevados sentimientos, cultivar lx inteligencia con los principios estéticos, y lejos de dejar que se esterilicen, dar pasto 4 los deseos y aspira- ciones nobles que en él se dejan sentir con mis fuerza que en lo comtin de las gentes. Para sensibilizarlo mis y como para reunir cuanto queda dicho, pongamos un caso concreto: se trata, por ejemplo, de ejecutar una sentida composicién de Beethoven. El artista en tales circunstancias debe atender primero a la época de composicion referida y penetrarse bien del estilo de los eje- cutantes de ayuel tiempo; examinara luego qué es lo que el autor se propuso expresar com aquellos sonidos, y para esto- no tanto debe mirar al titulo, cuanto al tono y color domi- nantes de la obra; deberd analizar cada perfodo, cada frase, caida miembro y hasta los compases: con esto sabra el carde- ter apasionado 6 festivo de la melodia, vera si el acompaia- miento se mueve con la apacibilidad de wn arroyo 6 con la impetuosidad de un torrente desbordado; si se suceden los sonidos con regularidad 6 interrumpidos por ayes y suspivos; si siguen siempre un Curso uniforme, 6 luchan seutimientos contrarios, contrastando la tempestad con la calma. Después de formarse esa composicidn de lugar, para completar la idea del sentimiento que preside & la obra, se atendera al tem- peramento y vida del compositor, 4 su estado habitual y buenos y eficaces auxiliares

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