. J. Mepener
+BARCGHnOLA+
PASSO SERRA — IMrkksor v FerrerADVERTENCIA
DE LA SEGUNDA EDICION.
De los libros i aréceme este ¢] menos
vulnerab
igo esto, no sélo porlo que hace 4 nuestras grandes
causas (de Gauffridi, de la Cadiére, etc.) siné también por
lo que atafie 4una multitud de hechos que nuestrés sabios
predecesores tomaron de los archivos alemanes, ingle-
ses, etc. y nosotros hemos reproducido.
También han contribuido los manuales de inquisidores,
a los que hay que dar fe en tantas cosas en que ellos mis-
mos se acusan.
En cuanto 4 los comienzos 6 tiempos que pudiéramos
llamar la edad legendaria de la hechiceria i
bles testos que reunieron
_ BEAZBIINTRODUCCION.
Sprenger dijo antes de 1500: “Hay que decir la heregia
de las hechiceras y no de los hechiceros: estos tienen poca
importancia». Y otro, en tiempo de Luis XIII, «Para un
hechicero, diez mil hechiceras».
“La naturaleza las hace hechiceras.»—Es el genio pro-
pio, el temperamento de fa mujer. Nace ya hada: por el
cambio regular de la exaltacion, es sibila; por el amor,
maga- Por su agudeza, por su astucia a menudo fantastica
y benéfica, es hechicera y da la suerte, 6 4 lo menos ador-
mece, engafa los males.
Todo pueblo primitivo tiene el mismo principio, segtin
vemos en los viajes. j
ocasion; os alas infinitas, las alas del deseo y de la
sonadora fantasia. Para contar mejor el tiempo, observa el
cielo; mas no por eso esta menos ligado 4 la tierra su cora-
zon. Con los ojos puestos en las amorosas flores, flor ella
también, hace con las flores conocimiento personal y como
mujer les pide yirtud para curar 4 los que ama
iSencillo y movedor principio de las r i
las ciencias!
Una religion fuerte
ri Sel
La primera, hermosa doncella, la mecié 4 la luz del
cera dio encanto y esplendor; mas tarde, decaido, en-
iol etuesombrasdammaced media, en las Jandas y en4 LA BRUJA.
los bosques fué protegido por la hechicera, que escondién-
dolo con piedad intrépida lo alimenté y prolongé su exis-
tencia todavia. Asi, para las religiones, la mujer es madre,
solicita nutriz y guardadora ficl. Los dioses son como los
hombres: nacen y mucren en su seno.
Pero icudnto le cuesta su fidelidad! iReinas magas de la
Persia, encantadora Circe, sublime sibila! ¢qué ha sido de
vosotras? IQué barbara trasformacién! La que en el trono
de Oriente cnsefié las virtudes de las plantas y los viajes de
las estrellas; la que en la sagrada tripode de Delfos, ilumi-
nada por el dios de la luz daba sus oréculos al mundo de
rodillas 4 sus piés, esa, mil afios después, sera expulsada
como una bestia brava, perseguida por calles y campos,
deshonrada, maldecida, apedreada, arrojada & las voraces
Hamas de la hoguera.
Pero no tiene el clero bastantes hogueras, ni el pueblo
bastantes ultrajes, ni bastantes piedras los nifios contra la
desgraciada. El poeta, nifio también, le arroja otra piedra,
mas cruel 4un para una mujer. Supone, gratuitamente, que
era siempre fea y vieja. Al mentar la hechicera, se ven las
espantables viejas de Macbet; pero sus crueles causas ense-
fian lo contrario, pues muchas de ellas perecieron precisa~
mente por ser jévenes y hermosas.
La sibila predecia la suerte, la hechicera la hace, la da:
es la grande, la verdadera diferencia entre una y otra. Esta
evoca, conjura, opera, por decirlo asf, el destino. No es la
Casandra que veia tan bien el porvenir, lo deploraba, lo es-
peraba; la hechicera crea este porvenir. Mejor que Circe y
que Medea tiene ella en la mano Ja varita'de virtudes y por
guia 4 su hermana la Naturaleza. En ella comienza la indus-
tria, sobre todo la industria soberana que cura, que conforta
al hombre. Al revés que la sibila, que parecia mirar 4 la
aurora, la hechicera mira al poniente; pero precisamente
este poniente sombrio da mucho antes que la aurora su
alba anticipada del dia, como sucede en los picos de los Alpes.
E] sacerdote entrevé que el peligro, la enemiga, la for-
midable rivalidad esté en la que aparenta desprecio, en la
sacerdotisa de la naturaleza. Esta, de los dioses antiguos ha
concebido dioses, y en ella, al lado del Satandés del pasado
se ve asomar el Satands del porvenir.LA BRUJA. 5
El unico médico del pueblo, por espacio de mil anos, no
fué sind la hechicera. Los emperadores, los reyes, los pa-
pas, los més ricos barones, tenian algunos doctores de Sa-
lerno, moros, judios; pero la masa del Estado y puede de-
cirse del mundo, no consultaba mas que 4 la Saga, 4 la
hechicera. Si no acertaba 4 curar, se la llamaba bruja y
otras cosas peores; pero generalmente, por un respeto mez-
clado de temor,/ llamabanla buena mujer, bella dama, (be-
Ula donna), el mismo nombre que se daba 4 las hadas.
Sucediole lo que sucede dun con su planta favorita la be-
Madona y con otros saludables venenos que empleaba y
fueron como el antidoto de los grandes males de la edad
media. El nifio, el transeunte inconsciente maldice esas flo-
res sombrias sin conocerlas, flores que lo espantan con sus
colores dudosos, y ante ellas retrocede y se espanta. Son,
sin embargo, las consoladoras, las solandceas, que discreta-
mente administradas, han curado tantas veces y adormecido
tantos males.
Encontrar¢is 4 las hechiceras en los parajes mas siniestros
y aislados , en los edificios viejos, entre las ruinas. Toda-
via es esta una semejanza que tienen con la que las em-
pleaba. ¢Dénde hubiera vivido sino en tales lugares la in-
feliz 4 quien se perseguia de tal modo, la maldecida, la
proscrita, la envenenadora, que sin embargo daba la salud,
salvaba, la prometida del diablo, del mal encarnado, que
ha hecho tanto bien al decir del gran médico del Renaci-
miento? Cuando Paracelso, en Basilea, quem6 en 1527 toda
la medicina, declaré que no sabia nada siné lo que le ha-
bian ensefiado las hechiccras.
Esto valia una recompensa, y la tuvieron las hechiceras:
se les pago en torturas, se les pagé con la hoguera. Busca-
ronse suplicios 4 propésito para ellas, se inyentaron nuevos
dolores. Eran juzgadas en masa y condenadas por una pa-
labra. Jamas hubo prodigalidad de vidas humanas compara-
ble 4 esta. Sin hablar de Espana, tierra clasica de las ho-
gueras 4 que no iban nunca el
moro ni el judio sin la bruja
6 hechicera, se
quemaron sicté mil en Tréveris y no sé
cudntas mas en Tolosa; quinientas en Génova, sélo en tres
meses (1513); ochocientas en Wurtzburgo, casi en una
hornada; mil quinientas en Bamberga (dos reducidos obis-
pados); cl mismo Fernando I, el devoto, el cruel empera~6 LA BRUJA.
dor de la guerra de treinta afos, tuvo que vigilar de cerca
4 aquellos santos prelados que tenian al parecer la buena
intencion de purificar en cl fuego a todos sus vasallos. En-
cuentro en la lista de Wurtzemburgo un hechicero de once
afios, que estaba en la escucla, y una hechicera de quince;
y en Bayona dos de diez y sicte diabélicamente bella
Hay que notar queer ielertaniancaie nase Uae near
de bruja 6 hechicera, mataba el odio 4 quien quiera. Los
celos de las mujeres, las concupiscencias de los hombres
hubieron de cchar mano de armas tan yiles como eémodas
&Es hermosa Fulana? Hechicera, bruja. ¢£s Mengana rica?
Bruja, hechiccra. Ya veremos 4 la Murgui, mendiga que
con esta piedra blanca 6 negra, siempre terrible, marcé con
marca de muerte la frente de la gran senora, demasiado
hermosa, la castel]lana de Lancinena.
Las acusadas, siempre que pueden, previenen
tura dandose la muerte por su mano. Remy, el e
juez de Lorena, que habia quemado ya ochocientas, triunfa
de este terror. “Mi justicia es tan buena, dice, que quince
que fueron presas el otro dia, no quisieron esperarla y se
suicidaron las quince.»
En el largo camino de mi historia, en los treinta anos
que he consagrado 4 ella, la horrible~ literatura de la hechi-
ceria ha pasado y repasado muchas veces por mis manos.
He examinado en primer lugar los manuales de la inqui-
sicién, las asnerias de los dominicanos (Fuets, Marteaux,
Fourmiliéres, F'ustigations, Lanternes, ete.: tales son los
titulos de sus libros.) Después he leido los parlamentarios,
los jueces Idicos que suceden 4 estos frailes, los desprecian
y no son menos . Sobre esto, digo algo en otro
lugar. Aqui solo haré una observacién, y es que desde
1300 4 1600 y dun después, la justicia es la misma. Salvo
un entreacto en el parlamento de Paris, siempre y en todas
partes se observa la misma ferocidad de idiotismo é igno
rancia. Los talentos no siryen aqui para nada. FI intel
gente Lancre, magistrado de Burdeos en el reinado de En-
rique IV, con ser muy avanzado en politica, se rebaja al
nivel de un Nider, de un Sprenger, de los imbéciles frailes
del siglo xy, en cuanto se trata de hechiceria.
Asombrase uno al ver pasar aquellos tiempos tan diversos
y aquellos hombres tan diferentes sin poder adelantar un
idiotaLA BRUJA. 7
paso. Después se comprende muy bien que unos y otros
fueran detenidos, mas atin, cegados, irremediablemente em-
briagados y embrutecidos por el veneno de su principio
¢Quién dice esto? Todos; el mismo Bossuet. Un doctor de
nota en Roma, Spina, formula y resuclve gallardamente
el punto. “tPor qué, dice, por qué permite Diosla muerte
de los inocentes? Lo hace justamente; porque si no mueren 4
causa de los pecados que han cometido, mueren culpables
siempre en raz6n del pecado original.» (De Strigibus,c. 9.)
De esta enormidad se derivan dos cosas asi en justicia
como en légica. El juez esta siempre seguro de su acierti
el acusado es culpable siempre, y si se defiende, peor que
peor. La justicia no tiene que afanarse para distinguir lo
verdadero de lo falso: en todo se parte de una determinacion
ya hecha. El logico, el escolastico no tiene que meterse en
honduras analizando el alma humana para descubrir los
grados 6 matices por que pasa, su complexidad, sus opo-
siciones y pugnas interiores; no ha menester, como nos-
otros, explicarse como esta alma ha podido venir gradual-
mente 4 ser viciosa. iOh! icudnto se habria reido de estas
sutilezas, de estas investigaciones, de este estudio si hubiera
podido comprenderlo!
Cuando se trata, sobre todo, del Pacto con el diablo, pacto
horrible en que por el goce de un dia se vende el alma 4 las
torturas eternas, nosotros procurariamos buscar la via mal-
dita, la espantosa escala de desgracias y crimenes que la
hubiera hecho descender hasta este punto. Nuestr
sabe mejor 4 : dsu modo
‘fampoco veo que nuestros modernos hayan indagado
mucho en la cronologia moral de la hechiceria. Fijanse
demasiado en las relaciones de la edad media con la antigua;
relaciones positivas y reales, pero débiles y de poca impor-
tancia. Ni la*antiquisima maga, ni la vidente céltica, ni la8 LA BRUJA.
germanica son todavia la verdadera hechicera 6 bruja. Las
inocentes sabasias, del sAbado rural que existi6 modesta-
mente en la edad media, no tienen nada que ver con la Misa
negra del siglo x1v, cl grande y solemne reto 4 Jestis. Estas
horribles concepciones no llegaron por el largo hilo de la
tradicién; salicron del horror del tiempo.
Respondo sin vacilar que del tiempo de la desesperacion.
De Ja desesperacién profunda que trajo el mundo de la
iglesia. Y digo sin vacilar: “La hechicera es su crimen.»
No quiero detenerme en sus melifluas explicaciones, que
hacen como que atentian el horror. “Flaca, ligera era la cria-
tura, blanda 4 las tentaciones, y fué inducida al mal por la
concupiscencia.» iAh! en la miseria, el hambre de aquellos
tiempos no es lo que podia turbar hasta el furor diabélico.
Sila mujer enamorada, celosa y abandonada, si el nifio
expulsado por su madrastra, si la madre golpeada por
su hijo (antiguos asuntos de leyendas), pudieron caer en
tentacién é invocar al diablo, nada de esto tiene que ver con
la hechicera. De que estas pobres criaturas llamen 4 Satanas
no se sigue que él las acepte. Estan lejos, muy lejos todavia
de estar maduras para é1: no tienen el odio de Dios.
Para comprender esto mejor, no hay mas que leer los exe-
crables registros y anales que nos quedan de la Inquisicion,
no en los extractos de Llorente, de Lamothe-Langon y
otros, siné en los originales de Tolosa; y leerlos en su vulga-
ridad y simpleza, en su sequedad sombria y tan espantosa-
mente feroz. Al cabo de algunas paginas, se siente uno
asombrado, poseido de estupor, con el frio de la muerte, por-
que muerte y sélo muerte es lo que se encuentra en cada
pagina; 4 cada paso se encuentra el ataud 6 ef empareda-
miento. Los mis felices 6 menos desdichados son los que
mueren. E] horror es la vida en el tormento. He aqui una
palabra que suena sin cesar como una campana de abomi-
nacién que siempre da igual sonido.
iEspantosa mecdnica de destruccién, cruel prensa para
rasgar carnes y quebrantar huesos y desesperar almas! De
vuelta en vuelta de tortura, sin respirar ya, pero crugiendo
siempre, la hechicera salto del potro y cayo en un mundo
desconocido
's ni hijos, ni esposo ni fami-
aerolito, venido de no se sabeLA BRUJA. 9
dénde. ¢Quién se atreveria, gran Dios, 4 acercarse 4 ella?
éDénde esta? En lugares imposibles, en el bosque de los
espinos, en la landa donde toda clase de abrojos le impiden
el paso. De noche, bajo algtin antiguo dolmen 6 roca de
sepulcro druidico. Si se la encuentra, esta aislada por el
horror comin teniendo al rededor como un cerco de fuego.
€Quién lo creyera, sin embargo? Es una mujer atin: hasta
esta misma vida, tan horrible y todo, oprime y pone en
tension su resorte de mujer, la clectricidad femenil. Hela
dotada de dos facultades
EL iluminismo de la locura licida, que segtin sus grados
es poesia, segunda vista, penetracién intima, la palabra
ingenua y astuta 4 la vez, la facultad sobre todo de creerse
en todas sus mentiras. Dote ignorada del hechicero: con él
nada hubiera comenzado.
De esta deriva otra facultad, el sublime poder de la con-
cepcion solitaria, la partenogénesis que nuestros fisidlogos
reconocen ahora en
las hembras de numerosas especie
por la fecundidad del cuerpo, y no es menos segura por las
concepciones del espiritu.
Sola concibié y paris. {A quién? A un sér igual 4 ella, tan
semejante 4 ella que no pueden distinguirse.
Hijo de odio, concebido del amor, porque sin amor no se
concibe nada. La madre, espantada y todo de su misma
obra, esta tan bien hallada, se complace tanto en este idolo,
que lo pone luego al punto en el altar, le tributa honores y
se inmola 4 él dandose como victima y viviente hostia. Ella
misma lo dira con frecuencia 4 sus jueces. “No temo mas
que una cosa: padecer poco por él.» (Lancre.)
la :
titulo con que se le
quiere deshonrar, el de principe del mundo.
Se habia dicho con imprudencia: Ay de los que rien!
Esto fué dar anticipadamente 4 Satands una herencia dema-
siado bella, el monopolio de la risa, y proclamarlo como si
alegre, jovial, divertido; mas atin, necesario; porque la risa
es una funcién esencial de nuestra naturaleza. ¢ iCuadntas lagri-
mas!.. s fuerza que en Oriente, con
yoluntad heréica y por la intencién misma del deseo, rompe
las vanas enyolturas, y amando tanto como es amado, el
monstruo viene a ser bello.
Hay en todo esto una ternura infinita. Esta alma encan-
tada no piensa en si solamente; octipase también en salvar
la naturaleza y toda la sociedad. Todas las victimas de en-
tonces, el nino golpeado por su madrastra, la hermana me
spreciada y dun maltratada por los hermanos ma-
yores, son sus favoritas. Extiende su compasion hasta 4 la
dama del castillo viéndola en poder del fiero baron (Barba
Azul.) Compadécese también de las bestias viéndolas toda-
via en forma de tales. Esto pasara; que tengan paciencia:
sus almas cautivas recobrardn un dia sus alas y seran libres,
amables, amadas. Es la otra fase de la Piel de Asno y otros
cuentos semejantes. Alla, sobre todo, se tiene la seguridad
de que hay un corazon de mujer. El rudo trabajador de los
campos es bastante duro para cstas bestias; pero la mu-
jer no ve tales bestias juzgando de cllas como los ninos.
Todo es humano, todo es espiritu. El mundo entero esta
ennoblecido. iOh! iQué amable encanto! Tan humilde y
ereyéndose feo, ha dado su belleza 4 toda la naturaleza.
&Y es, en efecto, tan fea esa mujer del 0, cuya sona-
dora imaginacion se alimenta de todo esto? Ya lo he dicho,
arregla su casa, hila y guarda 4 laWez sus animales; va al
bosque y recoge lena; no hace todavia los rudos trabajos
no es atin la fea campesina que ayudard mas tarde 4 culti_
var el trigo; no es todavia la burguesa pesada y ociosa de
las ciudades, sobre la cual fundaron nuestros mayores tan-
tos cuentos, ocidsos y pesados también. Esta no tiene nin-
8