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ALA DERIVA Lhombre pisé algo blanduzco, y en seguida sintié la mordedura en el pie. Salté adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusd que arrollada sobre si misma esperaba otro ataque. El hombre eché una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y saco el machete de la cintura. La vibora vio la amenaza, y hundié mas la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayé de lomo, dislocandole las vértebras. El hombre se bajé hasta la mordedura, quito las gotitas de sangre, y du- rante un instante contemplo. Un dolor agudo nacia de los dos puntitos viole- tas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligé el tobillo con su pafiuelo y siguié por la picada hacia su rancho. El dolor en el pie aumentaba, con sensacion de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintié dos o tres fulgurantes puntadas que como relampa- gos habian irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla, Movia la pierna con dificultad; una metélica sequedad de garganta, sequida de sed 4- quemante, le arrancé un nuevo juramento. Llegé por fin al rancho, y se eché de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecian ahora en la monstruosa hinchaz6n del pie entero. La piel parecia adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso lla- mar a su mujer, y la voz se quebrd en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba. —;Dorotea! —alcanz6 a lanzar en un estertor—. ;Dame cajia! Su mujer cortié con un vaso lleno, que el hombre sorbié en tres tragos. Pero no habia sentido gusto alguno. —jTe pedi cafia, no agua! —rugié de nuevo—. ;Dame caii —jPero es cafia, Paulino! —protesté la mujer espantada. —jNo, me diste agua! ;Quiero cafia, te digo! La mujer corrié otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre trag6 uno tras otro dos vasos, pero no sintio nada en la garganta. —Bueno; esto se pone feo —murmuré’entonces, mirando su pie livido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pafiuelo, la carne des- bordaba como una monstruosa morcilla. * Los dolores fulgurantes se sucedian en continuos relampagueos, y llega- ban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecia caldear mas aumentaba a la par. Cuando pretendié incorporarse, un fulmi- nante vémito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo. EL CUENTO REALISTA 61 Escaneado con CamScanner fens ‘Pero el hombre no querla marir, y descendiendo hasta la costa subié a su canoa. Sentose en palear hasta el centro del Parana. Alli la corriente del rio, que en las in- la popa y comenzé a de cinco horas e Tacuré-Puct. ali rediaciones del Iguazi corre seis milla, lo llevaria antes Fl hombre, con sombria energia, pudo efectivamente llegar hasta el medio del rio; pero sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vomito —de sangre esta vez dirigid una mirada al sol que ya trasponfa el monte. Ta piema entera, hasta medio muslo, ea ya un bloque deforme y durisimo que reventaba la ropa. EU hombre corté la ligadura y abrié el pantalén con su cuchillo: el bajo vientre desbordé hinchado, con grandes manchas lividas y terriblemente dotoroso. El hombre pensé que no po- dria jamas llegar él solo a Tacur-Pucd, y se decidio a pedir ayuda a su compadre Alves, aun- que hacia mucho tiempo que estaban disgustados. ‘a cortiente del rio se precipitaba ahora hacia la costa brasileia, y el hombre pudo facil mente atracat. Se arrastré por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedé tendido de pecho. — Alves! —grit6 con cuanta fuerza pudo; y prest6 oido en vano. —jCompatre Alves! ;No me niegue este favor! —clamé de nuevo, alzando la cabeza del suelo, En el silencio de la selva no se oy6 un solo rumor. El hombre tuvo ain valor para llegar hasta su canoa, y la cotriente, cogiéndola de nuevo, la levé velozmente a la deriva. I Parand corre alli en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, ‘encajonan finebremente el rio. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, as- ciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrés, la eterna muzalla Ligubre, fen cuyo fondo el rio arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paiaaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombria y calma cobra una majestad dnica. >” "Bt sol habia caido ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un vio- lento escalofrio. Y de pronto, con asombro, enderez6 pesadamente la cabeza: se sentia mejor. La piema le dolia apenas, la sed disminula, y su pecho, libre ya, se abria en lenta inspiracién. Fl veneno comenzaba a irse, no habia duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenia fuerzas para mover la mano, contaba con la caida del socio para reponerse del todo. Calcul6 que antes ‘ de tres horas estaria en Tacurti-Pucts El bienestar avanzaba, y con ét una somnolencia llena de recuerdos. No sentia ya nada ni en la pierna ni en el vientre. :Vivirla atin su compare Gaona en Tacuni-Pucil? Acaso viera también a su ex patron mister Dougald, y al recibidor del obraj. {Ulegaria pronto? El cielo, al poniente, se abria ahora en pantalla de oro, y el rio se habia coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el ro su frescura crepuscular, en penetrantes eftuvios de azaliar y miel silvestre, Una pareja de guacamayos cruz6 muy alto y en silencio hacia el Paraguay. 7 ‘Alla abajo, sobre el rio de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre si misma ante el borbollén de un semolino. El hombre que iba en ella se sentia cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que habia pasado sin ver a su ex patrén Dougald. :Tres afios? Tal vez no, no tanto. zDos aitos y mueve meses? Acaso, :Ocho meses y medio? Eso si, seguramente. De pronto sintié que estaba helado hasta el pecho. Qué seria? Y la respiracion también. Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo habia conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... {Viernes? Si, 0 jueves. Et hombre estiré lentamente los dedos de la mano. —Un jueves... ¥ ces6 de respirar. Horacio Quiroga, en Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917). Yoraracus: cbra venonosa, varedal de a CGangrena: ute dels telus por fa de nego yan angineo,geerainente& causa Je una here Machete: cuhio gronde qe sive para esmionia,_seguda de leccdny pela cova Ia cae de ae yotos uso. Hoya: hondara grande frm ea ba ‘raplehe: moino para ener el go de algunos __Borbolon:evupcion ave hace el agus de aba para trates de era, com le aceltuna ola e2a de aba, elewandose sobre Is super tile 2 Ethno: emorsecn,wroiandn defo material Gua te América, expec de pSPDES¥0. Usd: amoratade tel tamafo dela gain y Ue coloes voids | Escaneado con CamScanner inetitutria! Mujer encargada de Ta instruccién de los en el hogar, rublo: Moneda ruse. apuntar: Anotar ‘merci: “Gracias” en francés. balbucear: Hablar de manera vacilante y dificultosa. Poquita cosa Hace unos dias invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hi- jos, que pasara a mi despacho. Teniamos que ajustar cuentas, “signtese, Yulia Vasilievna —le dije—. Arreglemos nuestras cuentas A usted seguramente le har4 falta dinero, pero es usted tan ‘ceremoniosa que no lo pedir por sf misma... Veamos... Nos habia- ‘mos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes. —En cuarenta. No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamnos... Ha estado usted con nosotros dos meses —Dos meses y cinco dias. —Dos meses redondos, Lo tengo apuntado. Le corresponden por lotanto sesenta rublos,.. Perohay que descontarle nueve domingos. pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, solo ha pasea- do... mas tres dias de fiesta... ‘AYulia Vasilievna se le encendié el rostro y se puso a tironear el volado de su vestido, pero... jni palabra! Tres dias de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rv- blos... Durante cuatro dias Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio solo a Varia... Hubo tres dias que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitié descansar después de la co- ‘ida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un sal- do de... hum... de cuarenta y un rublos... zno es cierto? Elojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojecié y lo vi empafiado de humedad, Su mentén se estremecid, Rompié a toser nerviosamente, se soné la nariz, pero... ni palabra! —En vispera de Aiio Nuevo usted rompié una taza de té con pla- tito, Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale mas... es una reliquia de la familia... pero jque Dios la perdone! jHemos perdido tanto ya! Ademés, debido a su falta de atencién, Kolia se subié a un rbol y se desgarr6 la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robé a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo, Usted recibe sueldo.,. Asi que le desconta- ‘mos cinco ms... El diez de enero usted tomé prestados diez rublos —No los tomé —musito Yulia Vasilievna, —jPeto silo tengo apuntado! —Bueno, sea asi, esté bien A cuarent y uno le estamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce. Sus dos ojos se le Nenaron de lagrimas... Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ;Pobre muchacha! Escaneado con CamScanner {© Editorial Extra: $A. Pc cnt ay 1.723 —Solo una vez tomé...—dijo con voz trémula— Le pedi prestados a su esposa tres rublos.,. Nunca mas lo hice. Qué me dice? ;¥ yo que no los tenia apuntados! A catorce le estamos tres y nos queda un saldo de once... He aqui su dinero, mu- chacha! Tres... tres... uno y uno... jsirvase! Y le tendf once rublos... Ella los cogié con dedos temblorosos y se los metié en el bolsillo. Merci —murmuré. Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podia contener mi indignacién. —Por qué me da las gracias? —le pregunté —Por el dinero. —jPero si la he desplumado! ;Demonios! jLa he asaltado! jLa he robado! gPor qué merci? —En otros sitios ni siquiera me daban... —iNo le daban? ;Pues no es extrafio! Yo he bromeado con usted le he dado una cruel leccion... {Le daré sus ochenta rublos enteritos! Ahi estén preparados en un sobre para usted! jPero es que se pue- de ser tan timida? Por qué no protesta usted? ;Por qué calla? ¢Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ;Es que Se puede ser tan poquita cosa? Ella sonrié débilmente y en su rostro lei: “iSe puede!” Le pedi disculpas por la cruel leccién y le entregué, para su gran 2sombro, los ochenta rublos. Timidamente balbuceé su merci y sa- lio... La segui con la mirada y pensé: ;Qué facil es en este mundo ser fuerte! Chéjov, Antén en: wwwciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/poquita.htm alk e ins! Antén P. Chéjov (1860-1904) Escritor y dramaturgo ruso. Sus mejores relatos fueron compilados fen Los veraneantes y otros cuentos Casi a finales de siglo xix, Chéjov conocié al actor y productor K. Stanislavski, director del Teatro Arte de Mosctt y con quien tuvo ur fructifera relacion hasta su muerte que permitio que se representaran muchas de sus obras. Entre estas s destacan La gaviota, El tio Vania, Las tres hermanas y El jardin de los cerea Escaneado con CamScanner los GaT0S De ULTHAR e dice que en Ulthar, que se encuentra mas allé del rio Skai, ningan hom- Sire puede matar a un gato; y no me resulta dificil creerlo mientras contem- plo al que est sentado junto al fuego, ronroneando. Ya que el gato es misterio- so y esta cerca de extrafias cosas que los hombres no pueden ver. Es el alma del antiguo Egipto, y en él se encarnan leyendas de ciudades olvidadas en Meroe y Ophir. Es pariente de los sefiores de la selva, y heredero de los secretos de la fantastica y siniestra Africa, La Esfinge es prima suya y recuerda lo que ella ha olvidado. ; En Utthar, antes de que las autoridades prohibieran la matanza de gatos, vi- vvian un viejo labrador y su esposa, que gozaban capturando y matando a los gatos de sus vecinos. Ignoro por qué lo hacian; lo tinico que sé es que son mu- chos los que odian la voz del gato en la noche, y no soportan que los gatos merodeen a su antojo por los patios y huertos después cle la puesta del Sol. Pe~ 10, por el motive que fuera, aquel viejo y su esposa gozaban capturando y ma- tando a todos los gatos que se ponian a su alcance cerca de la cabafia; y por los sonidos que salian de alli en plena noche, muchos habitantes de Ulthar imagi- naban que la clase de muerte que recibian los animales era particularmente ho- rrible. Pero los habitantes del Ulthar no discutian aquel asunto con el viejo la- brador y su esposa, debido a la habitual expresion de los arrugados rostros de la pareja y debido a que su cabafia se encontraba en un paraje més bien sinies- x. tro. En realidad, por mucho que odiasen a aquella extraiia pareja, los propieta- . rios de gatos la temian mas, y en vez de tomar medidas contra los brutales ase-\ sinos, se limitaban a procurar que ningiin gato querido por ellos se acercara a la siniestra cabafia. Cuando por algiin imprevisible descuido desaparecia un ga- to y se ofan los horribles sonidos en plena noche, el afectado por la pérdida se Tamentaba con impotencia; 0 se consolaba a si mismo dando las gracias al Des- tino de que el desaparecido no fuera uno de sus hijos. Ya que las gentes de Utthar eran gentes sencillas e ignoraban de dénde proceden todos los gatos. Un dia llegé a Ulthar una caravana de vagabundos del Sur. Eran unos vaga- bundos muy morenos y distintos de los otros némades que pasan por el pueblo dos veces al afio. En la plaza del mercado dijeron la buenaventura a cambio de una moneda de plata y compraron chillones abalorios a los comerciantes, Nadie sabia de qué pats procedian, pero se vio que eran dados a extratias plegarias y que sus carromatos aparecian adomados con extrafas figuras con cuerpos hu- manos y cabezas de gatos, halcones, cameros y leones. ¥ el jefe de la caravana Uevaba un gorro con dos cuemnos y un curioso disco entre ellos. EL CUENTO FuvTAsnico 77 Escaneado con CamScanner En aquella caravana viajaba un chiquillo huérfano, cu- yo tnico compafiero era un gatito negro. Ei destino no habia sido amable con él, pero le habia dejado aquel pequefio y sedoso animal para mitigar su pena; y cuando se es muy joven, la compafiia de un gatito negro, travieso y juguetén, puede representar un gran consuelo. De modo que el chiquillo, al que la gente morena llamaba Menes, sonreia con més fre- cuencia que sollozaba mientras jugaba con su gra- cioso gatito al pie de un carromato extrafiamente pintado. La tercera mafiana de su estancia en Ulthar, Me- nes no pudo encontrar a su gatito; y mientras sollo- zaba en voz alta en la plaza del mercado, algunos ha- bitantes del pueblo le hablaron del viejo labrador y su esposa, y de los sonidos que se oian en plena noche. Y cuando Menes oy6 aquellas cosas, dejé de sollozar para su- mirse en profundas meditaciones y, finalmente, en la plegaria. Extendié sus brazos hacia el Sol y oré en un idioma que nadie del pueblo pudo entender; aunque en realidad nadie se esforzé demasiado en entender, ya que las nubes estaban asumiendo. En efecto, mientras el chiquillo rezaba, las nubes asumian formas exdticas de seres hibridos coronados de discos flanqueados por cuernos. La naturaleza esta llena de alucinaciones semejantes para impresionar a los imaginativos. Aquella noche, los vagabundos se marcharon de Ulthar y nadie volvié a verlos. ¥ en todos DOGDOGEE: Howard Phillips Lovecraft nacié en los Estados Unidos en 1090 y musi6 en su pats en 1937. Esc bio relatos y novelas fantasticas y de horror. Alter- 1 los viajes por el mundo con largos perfodos de re- clusin en su casa, a causa de una enfermedad. Ere un lector apa- sionado y un aficionado a la astronomta, En su obra literara creé una mitologia que desarrollé en relatos conocidos con el nombre de Mitos de Cthulhu. Sus ideas sobre lo fantastico se sintetizan en este fragmento de un articulo de 1933: “Los intereses que me llevaon a a literatura fan- {stica aparecieron muy temprano pues, hasta donde puedo recor- dar, claramente me encantaban las ideas e historias extras, y los que la atencion general se habia concentrado en el cielo y en las extrafias formas los hogares de Ulthar cundié la preocupacién al des- cubrir que todos los gatos habian desaparecido: gatos grandes y pequefios, negros, grises, atigrados, amari- os y blancos. El viejo Kranon, el burgomaestre, ju- 16 que los vagabundos se habian Ulevado a los gatos como venganza por la muerte del gatito de Menes, y maldijo a la caravana y al chiquillo. Pero Nith, el del- gado notario, declaré que el viejo tabrador y su es- posa eran mas sospechosos, ya que su odio por los gatos era notorio y se manifestaba con creciente osa- dia, Sin embargo, nadie se atrevio a acusar abierta- mente a la siniestra pareja, ni siquiera cuando el pe- scenarios y objetos antiguos. Nada ha parecide fascinarme tanto quero Atal, el hijo del posadero, jur6 que al-anoche- = ‘como el pensamiento de alguna curios interupcin de las prosai- Ce habfa visto a todos los gatos.de Ulthar alrededor cas leyes dela Naturaleza o alguna intrusin monstrucsa en nues- de la cabafia del viejo labrador, avanzando lenta y so- ? {zo mundo familiar por parte de cosas desconocidas de los limita- _lemmemente en fila de a dos, en una especie de pro- ‘dos abismos exteriores". En efecto, abunda en sus relatos un *ho- 6 i Be See aasifar ine sue ae n cesi6n ritual. Los habitantes de Ulthar no sabian é fuerza y sere que no son de ete mand ono ann de hasta qué punto podian prestar crédito al relato del ~ Eceibié algunos de os cuentos en colaboracin con su exposa y chiquillo; y aunque temian que la diabdlica pareja seg ‘con amigos que compartian sus pasiones. Luego de su muerte, al habia valido del algin extraiio hechizo para acabar > ‘gunos autores crearon relatos que continuaban la serie de los mi- con todos los gatos, prefirieron no interrogar al viejo 2 tas de Cthulhu y todo su mundo fantéstice, Actualmente, Lovecraft 5 un escritor que tiene sequidores y “fansticos", 78 labrador hasta que lo encontraron lejos de su oscura y tepulsiva cabana. Escaneado con CamScanner e modo que Utthar se sumi6 en el suefio consumida por una rabia indtil. ¥ cuando la gen- te despert6 al amanecer... ;todos los gatos habian regresado! Grandes y pequefos, negros, gri- ges, atigiados, amarillos y blancos, no faltaba ninguno. Su aspecto era de profunda satisfaccin y ronroneaban con visible contento. Los abitantes del pueblo se hablaron unos a otros del ca- 50, con evidente asombro. El viejo Kranon insistié en que se los habian llevado los vagabundos morenos, ya que los gatos no regresaban vivos de la cabafia del viejo labrador y su esposa. Pero todo el mundo estuvo de acuerdo en una cosa: en que la negativa de todos los gatos a comer sus raciones de carne o beber sus escudillas de leche yesultaba sumamente curiosa. Y durante dos dias los perezosos gatos de Ulthar no probaron ningin alimento, limitandose a dormitar junto al fuego o al sol. Tvanscurrié una semana antes de que los habitantes del pueblo se dieran cuenta de que al hacerse de noche no aparecia ninguna luz en las ventanas de la cabafia del viejo labrador. En- tonces, el notario Nith observ6 que nadie habia visto al viejo labrador ni a su esposa desde la noche en que los gatos desaparecieron. Al cabo de otra semana, el burgomaestre decidi6 sobre- ponerse a sus temores y visitar la extrafiamente silenciosa cabafia en su calidad de autoridad suprema de Ulthar, aunque al hacerlo procuré que lo acompafiaran como testigos Shang, el he- niero, y Thul, el picapedrero, Y cuando hubieron forzado la fragil puerta, solo encontraron es- to: dos esqueletos humanos sobre suelo de tierra, sin una brizna de carne en los relucientes huesos. El descubrimiento provocd muchos comentarios. Zath, el juez, conversé largamente con With, el notario; y Kranon y Shing y Thul fueron abrumados a preguntas. Incluso el pequefio Atal, el hijo del posadero, fue interrogado estrechamente y recompensado con una golosina. Se hablo del viejo labraddi y su esposa, de la caravana de morenos némades, del pequefio Menes y su gatito negro, de la plegaria de Menes y del aspecto del cielo durante aquella plegaria, de la desaparicion de los gatos la noche en que se marché la caravana y de lo que més tarde se en- contzé en la siniestra cabafa. ¥ al final las autoridades dictaron aquella singular ley tan comentada por los mercaderes de Hatheg y de Nir; es decir, que en Ulthar ningiin hombre puede matar a un gato. Howard Phillips Lovecraft Wieroe, Ophir: dos ciudades micas de Africa alas que se atibuyen _—_‘Hibrido: mezcla de elementos de naturaleza diferente, Cruzado, grandes riquezas. combinado. Esfinge: ser de la mitologla egipcia, simbolo del Sol y protectora dela Flanquear: rodear, acompafiar, envolver. ‘marada de los muertos; tenia cabeza y pecho de mujer y cuerpo de Burgomaestre: primer magistrado de algunas ciudades; quien gobi leona una ciudad, \Némade: indviduo o grupo humano que se traslada constantemente _—_—Notarlo: escribano, certificador. ara procutarse los medios de subsistencia, Abalorto: cuentas o lentejuelas para hacer collares. WWitigar: alviar, calm, Posadero: encargado 0 propietario de un hotel o mesén, Escudilla plato, vasia. Escaneado con CamScanner Cuentos Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga son dos de los mas importantes cuentistas argentinos de principios de siglo. Los relatos que seleccionamos narran historias que muestran algunas costumbres y creencias del interior del pats ¥ cuyos protagonistas viven situaciones limite. sae SEES EL ESCUERZO A n dia de tantos, jgando en la quinta de la casa donde habitaba la familia, di con ‘un pequeo sapo que, en vez de huir como sus congéneres mas corpulentos, se hinchs extraordinariamente bajo mis pedradas. Horrorizabanme los sapos y era mi diversion aplastar cuantos podia. Asi es que el pequefio y obstinado reptil no tardé en sucumbir a Ios golpes de mis piedras. Como todos los muchachos criados en la vida semicampestre de questras ciudades de provincia, yo era un sabio en lagartos y sapos. Aclemés, la casa estaba situada cerca de un arroyo que cruza la ciudad, Jo cual contribufa a aumentar la frecuencia de mis relaciones con tales bichos. Entro en estos detalles, para que se comprencla bien edmo me sorprendi al notar que el arabiliario sapito me era eternamente desconocido. CGireunstancia de consulta, pues. Y tomando a mi victima con toda la precaucién del caso, fui 2 preguntar por ella ala vieja criada, confidente de mis primeras empresas de cazador. Tenia Yyo ocho aos y ella sesenta. El asunto habia, pues, de interesarnos a ambos. La buena mujer estaba, como de costumbre, sentada a la puerta de la cocina, y yo esperaba ver acogido mi relato con la acostumbrada benevolencia, cuando apenas hube empezado, la vi levantarse apresuradamente y arrebatarme de las manos el despanzurradlo animalejo. —iGracias a Dios que no lo hayas dejado! —exclamé con muestras de la mayor alegria—, En este mismo instante vamos a quematlo. —Quemarlo —dije yo—, pero qué va hacer si ya esta muerto... eat sabes que es un escuerzo —replicé en tono misterioso mi interlocutora— y que ae animalito resucita si no lo queman? ;Quign te mandé matarlo! jEso habias de sacar al fin con tus pedradast Ahora voy a contarte lo que le paso al hijo de mi amiga la finada ntonia, que en paz, descanse. Un escuerzot, des i sac Uneseuezo\ daca yo, tered bao el plel de muchacho travieso; jun escuerzo! Y sacua los dedos como sie ro del sapo se me hublera pegado a ellos Un sapo ado! Era para enfriarle la médula a un hombre cle barba entera —Pero usted piensa cont: Pipe yntamos una nueva batracomiomaquia? —interrumpié aqu h tlamable desenfado desu coqueteria de treinta seo ie —De ni " ingtin modo, seforita, Es una Tene nines seforita. Es una historia que lua pasado, Escaneado con CamScanner i anto deseo conocerla.. _No puede usted figurarse cua amen TNS Pisted complacida, tanto mas cuanto que tengo la pretension de vengarm ella de su sonrisa. ‘Asi, pues mientras se asal narracidn que es como sigue: - “Antonia, su amiga, viuda de un soldado, vivia con el hijo ti en una casita muy pobre, distante de toda poblacién. El muchac ambos, cortando madera en el vecino bosque, y asi pasaban afto tras a0, Ia jornada de la vida. Un dia volvi6, como de costumbre, por la tarde, para tomar st rate, alegre, sano, vigoroso, con su hacha al hombro. Y mientras lo hacian, refirié a su tadre que en la raiz de cierto arbol muy viejo habia encontrado un escuerz)y al cual no fe valieron hinchazones para quedar hecho una tortilla bajo el ojo de su hacha. La pobre vieja se lend de aflicci6n al escucharlo, pidiéndole que por faver la ‘acompafiara al sitio, para quemar el cadaver del animal. rn ias de saber, le dijo, que el escuerzo no perdona jams al que lo ofendle, Sino Io queman, resucita, sigue el rastro de su matador y no descansa hasta que puede hacer con 61 otro tanto. El buen muchacho ri6 grandemente del cuento, intentando convencer a la pobre vieja pero indigna de tba mi fatidica pieza de caza, la vieja criada hilvané su nico que habia tenido de Jho trabajaba para haciendo a pie de que aquello era una paparrucha buena para asustar chicos molestos, preocupar a una persona de cierta reflexin. Ella insists, sin embargo, en que Ia acompaitara a quemar los restos del animal. Innit fue toda broma, toda indicacién sobre lo distante del sitio, sobre el dao que podia causarle siendo ya tan vieja, el sereno de aquela tarde de noviembre. A toda costa quiso ir y él tuvo que decidirse a acompaiiarla. No era tan distante; unas seis cuadras a lo mis. Facilmente dieron con el arbol recién cortado, pero por més que hurgaron entre las astillas y las ramas desprenclilas, el cadaver del escuerzo no aparecié. —Pero qué tontera, afligirse asi. Se lo habrin Ilevado las hormigas o lo comeria algtin zorro hambriento. Habrase visto extravagancia, jllorar por un sapo! Lo mejor es volver, que ya viene anocheciendo y la humedad de los pastos es dafiosa. Regresaron, pues, a la casita, ella siempre llorosa, él procurando distraerla con detalles sobre el maizal que prometia buena cosecha si seguia loviendo; hasta volver de nuevo a las bromas y risas en presencia de su obstinada tristeza. Era casi de noche cuando legaron, Después de un registro minucioso por todos los rincones, que excité de nuevo la risa del muchacho, comieron en el patio, silenciosamente, a la luz de la luna, y ya se disponia él a tenderse sobre su montura para dormit, cuando Antonia le suplicé ‘que por aquella noche siquiera, consintiese en encerrarse dentro de una caja de madera que poseia y dormir all. La protesta contra semejante peticién fue viva. Estaba chocha, la pobre, no habia duda, jA quién se le ocurria pensar en hacerlo dormir con aquel calor, dentro de una caja que seguramente estarfa llena de sabandijas! Pero tales fueron las stiplicas de la anciana, que como el muchacho la queria tanto, decidié acceder a semejante capricho. La caja era grande, y aunque un poco encogido, no estaria del todo mal. Con gran solicitud fue arreglada en el fondo la cama, metidse él adentro, y la triste viuda tomé asiento al lado del mueble, decidida a pasar la noche en vvela para cerrarlo apenas hubiera la menor sefal de peligro. Calculaba ella que serfa la medianoche, pues la luna muy baja empezaba a bafiar con su luz el aposento, cuando de repente un bultito negro, casi imperceptible, salt6 sobre el dintel de la puerta que no se habia cerrado por efecto del gran calor. Antonia se estremecié de angustia. Alli estaba, pues, el vengativo animal, sentado sobre las patas traseras, como Escaneado con CamScanner smeditando un plan. ;Qué mal habia hecho el joven en reirse! Aquella figurita ligubre, jamovil en la puerta llena de luna, se agrandaba extraordinariamente, tomaba proporciones de monstruo. :Pero sino era més que uno de Tos tantos sapos familiares que entraban cad: fa noche a la casa en busca de insectos? Un momento respir6, sostenida por esta idea. Mas el escuerzo dio de pronto un saltito, después otro, en d ireccién a la Caja. Su intencifn era manifesta. No se apresuraba, como si estuviera seguro de su Presa. ‘Antonia mir6 con indecible expresion de terror a su hijo: dormia, ver respirando acompasadamente. o por el sueno, Entonces, con mano inquieta, dejé caer sin hacer ruido la tapa del ps esado mueble. El animal no se detenia. Seguia saltando. Estaba y a al pie de la caja, Rodesla pausadamente, se detuvo en uno de los angulos y de suibito, con un salto increible en su pequena talla, se planté sobre la tapa. ‘Antonia no se atrevié a hacer el menor movimiento. Toda su vida se habia concentrado en sus ojos. La luna bafiaba ahora enteramente la pieza. Y he aqui lo que sucedié: el sapo comenzé a hincharse por grados, atumenté, aumenté de una manera prodigiosa, hasta triplicar su volumen. Permanecié asf durante un minttto, en que la pobre mujer sintié pasar por su corazén todos los ahtogos de la muerte, Despues fue reclu éndlose, reduciénelose hasta recobrar su primitiva forma, salté a tierra, se dirigis ala puerta y atravesandlo el patio acabé por perclerse entre Jas hierbas. Entor ces se atrevid Antonia a levantarse, toda temblorosa. Cor un violento aclemdn abrié de par en par ~ la caja: lo que sintié fue de tal mod6 horrible, que a los pocos meses murié victima del espanto que le produjo. Un frfo mortal sal del mueble abierto, y el muchacho estaba helado y rigido bajo la triste luz en que la luna amortajaba aquel despojo sepulcral, hecho piedra ya bajo un inexplicable bafio de escarcha LEOPOLDO LUGONES En Las fuerzas extraitas. Buenos Aires, Austral. Espasa-Calpe. Leopoldo Lugones (1874-1938) es uno de “los esctitores mas reco mendados de la Argentina y, en su época, fue indiscutible. Ha si- do autor de mas de cuarenta l- bros de géneros diversos. Algu- Nos titulos son: Las montanas el oro y Lunario sentimental (boesta), £1 payador (ensayo) e Historia de Sarmiento (biografa). Escaneado con CamScanner

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