Freud y La Cuestión Del Paradigma Indiciario (C S - 240320 - 001032

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Freud y la cuestién del paradigma indiciario Carlos Schenquerman Si debatimos la cuestién del método sobre la base de la pretension abstracta de sus definiciones posibles' podemos eee renensnrneennEEEEE ' “Método: Procedimicnto que se sigue en las cierivias para hallar la verdad y Para ensefarla. Asi, fundamentalmente, se habla de mélodos heuristivus (los’ destinados a obtener conocimientos) y didécticos (los que tienen como fin la comunicacién y transmisién de esos conocimientos). El problema del métody se halla ligado cstrechamente a toda la problematica general, y ambidn partl- cular en cada caso conereto, del conocimiento y, por tanto, implica slempre Cuestiones epistemoldgicas y légicas (valor real y limilaciones del conucl. miento, exigencias derivadas de Ia estructura y caracteres del objeto, pracesu © fenémeno que se quiere Conocer, etc.) De la sintesis de estas exigenclua so deriva Ia diversidad de métodos, unos generales y otros especificox de cada ciencia o disciplina, En el campo de la filosoffa tradicional pucden sefalarsc como métodos imporiantes: el socrilico, interesado en obtencr Ia definicién de esencias inmutables de las que el sujelo tiene ya un conocimiento previo que interesa hacer actual; el aristotélico, que busca obtener‘el conocimiento de base causal a través, principalmente, de la deduccién, la induccién y ‘ta analo- gla; el cartesiano, que promueve la duda metédica y considera todo conoci- miento basdndose en im: criterio de evidencia; el trascendental o kantiano, fundamentado en las condiciones a Priori de! conocimiento; cl fenomenoldgi- Co, que busca captar la esencia pura de los fenémenos o las realidades utili- zando Ia reduccién y Ia epojé; y el dialéctico, que arranca ya de Plotino y fue _ ~ enriquecido decisivamente por Hegel y por Mara, quien le dio una base mate- rialista, y que se apoya en el uso de los conceptos de movimiento, cambio, transformacién y desarrollo. El progreso de las'ciencias naturales y exactas, a partir del siglo XVIII dio impulso excepcional a la formulacién y aplicacién de nuevos métodos o sistematizacién dc reglas para cl estudio cficaz de las diversas parcelas de la realidad. Caracteristicas de los Ullimos tiempos son: 1) la acusada problematizacién de los fundamentos dc cada tnétodo anivel cpis- lemolégico, favorecida por el desarrollo de la filosoffa de la ciencia; 2) ta co- operacién de diversos méiodos cn el conocimicnto «lé un delerminado fend- meno, impulsada por In necesidad de un esfucrzo interdisciplinario en muchos las clencias humanas y sociales los métodos de las ciencias exactas y natura- les.” (Enciclopedia Salvat, Espaita.) 135 Carlos Schenquerman vislumbrar desde ya que somos llevados, bajo esta ilusién de lo simple, a un verdadero callején sin salida. En tanto se trite de reducir el suftimiento del analizando por medio de procedimientos ordenados, muchos métodos se acercan a esa meta. Esto no ¢s patrimonio del psicoandlisis.ni mucho menos. Los métodos sugestivos existian antes de Freud y seguiran existiendo. Si el objetivo, para acercamos més al método psicoanalitico, es hallar la verdad, puede, desde cierta perspectiva que no compartimos, darse por supuesto que ella preexiste a la puesta en marcha del procedimiento para encontrarla. En ese caso, los pasos ordenados que se irdn a seguir determinarén la ruta que debe transitar el investigador para hallar “eso que se esconde" 0, como mu- chas veces se piensa, "que el analizando oculta a la mirada del analista", Pero a no desesperar: por supuesto, la éptica avezada de ese profesional experto, ducho en el arte de encontrar, superar hébilmente dicho obstdculo para arribar a la verdad buscada, Psicoandlisis ingenuo éste que presupone que el conocimiento estd en continuidad lineal con Ia experiencia, Si "un paraguas es un pene’, si "un suefio de caida es un parto", al encender Ia linterna de su mirada dard luz a la oscuridad del inconciente y la verdad aparecerd ante los ojos atbnitos de su deslumbrado paciente. Pero, lamentablemente, para complejidad de nuestra practica, la evidencia-primera-es~s6lo -la-forme-er-que=la----.--- verdad aparece ante nuestros ojos; y la ciencia es, justamen- te, Ia puesta en tela de juicio de esa verdad, la ruptura con la apariencia: Es'en el interior de 1a préctica cientifica que el método, el.conjunto de procedimientos ordenados, adquiere valor cientifieo; y el resultado que se obtiene, entonces, ten- drd valor de’certeza. Es la delimitacién del campo, la defini- cién del objeto -objeto de conocimiento cientifico al que se 136 -~Jas-que-ye-no-crele (Carta a.Fliess del.2de. setiembre.de.. Freud y a cuestin del paradigms indiciario arriba por ruptura con Ia evidencia primera- y el corpus conceptual, los que determinan el procedimiento adecuado para ser considerado método cientifico. cuestién no es creerle todo o no creerle nada sino percibir que en su discurso, en su asociacién libre, se encuentra la ‘materia prima con la que el psicoanalista produciré un nuevo contenido, un nuevo saber. De hecho “'se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos ‘mal hechos...” como propone Bachelard” y “frente al miste- rio de lo real, el alma no puede convertirse, por decreto en ingenua.” Después de todo fue en esa duda donde se fundé el psicoandlisis, en ese farioso “ya no’ creo en mis neuréti- cos” de Freud a Fliess. Fue aquello engaiioso lo que dio ugar a la construccién de la idea de fantasma. Relacionar el suftimiento psfquico con la-sexualidad fue el gran descubrimiento freudiano, separar la histeria de la sgenitalidad y describir la causa en términos de traumatisma, ubicdndola en la historia infantil -historia psiquica, por asf decirlo- y por tanto reprimida. Las histéricas, neurbticas en 1897), no mentian pero sf reprimfan. Desde alli en més la verdad ya no tiene que ver con el saber cotidiano. Tampoco, ri mucho menos, que ese saber sea patrimonio del psicoana- lista. Esto quiere decir que el método psicoanal{tico delimita 1 pachelard, G. La formacién del esprit cienfio, Siglo XI ed, BSAS, 1995. 137 Carlos Schenquerman lun campo-que es el de In indagacién de lo enigmético que esa sexualidad reprimida contiene. Y que esa verdad 0 ese saber nadie fo tiene, sino que hay que develarlo o, en un me- jor decir, construitlo Un autor que nos parece de interés en la actualidad es Carlo Ginzburg; a partir de él nos introdujimos en el tema ‘del paradigma indiciario*. El ha trabajado la relacién que existe entre los métodos de pensadores pertenecientes a campos tan diversos como la investigacién de la autenti dad de las obras de arte, método de Giovanni Morelli, el método de investigacién detectivesca de Conan Doyle, con su personaje Sherlock Holmes y el método psicoanalltico de Freud. Morelli, Conan Doyle y Freud tienen entre s{ varias coincidencias, una de ellas por supuesto temporal: los tres son exponentes del pensamiento.y..de.Jos.cambios -que- vienen desarrollandose en la metodologta cientifica a fines del siglo pasado. Otra, coincidencia es que Jos tres tienen formacién médica. Ello no deja de tener su importancia, porque en estos tres casos el modelo médico, el modelo de la sintomatologia médica, implica, como método, Ia utiliza- cién de aquello que permite diagnosticar algo inaccesible a > Freud, S. Eneyelopedie- 1922, en Obras Completas, Vol.I8, Amorrortu, Bas, 1993. * Ginzburg, Carlo: en Crisis de la raxén, Siglo XI ed., México. 138 Freud y la cuesti6n del paradigms indiciatio la observacién directa, sobre la base de sintomas superficia- les, signos y sefiales a veces irrelevantes a los ojos del profa- no; aquello que se dio en llamar “el ojo clinica”, “el ojo del buen cubero” que por cierto, como prictica, es una priictica milenaria. El cazador prehistérico se basaba en indicios para detectar la presencia de su presa. A partir de indicios, sefia- les, huellas, rastros, olores, plumas, pelos, podla conjeturar qué pasé por alli y, sumando los datos que iba obteniendo, determinar quién pasé por allf y los peligros o.riesgos que implicaba para él, el acceso a esa presa. Entonces, se trata de tun registro, interpretaci6n y clasificaci6n de datos, pero de datos que son escogidos desde algiin lugar, desde una éptica particular que permite acceder al objetivo, que es el armado de hipétesis. Precisamente, a esto se refiere Castoriadis, cuando aborda la cuestién. de cémo los elementos mismox de un conjunto de datos a relevar implican el ordenamiento de un universo de pertenencia al que llama légica médica’, 4Se puede hablar de paradigma indiciario como mét ‘Y suponiendo que sl, ,qué valor tiene para el psicoandlisis? Es evidente lo cerca que esté el paradigma indiciario de aquello que en los ultimos tiempos se ha dado en Hamar lo conjetural, Vale decir, un armado de hipétesis en el marco ...de.conjeturas, La diferencia, con: la-ciencia: prictica, con ol paradigma galileano, es que no se trata -como en este caso- de algo cuantificable, repetible por reiteracién del fendme- no, medible, utilizacién de las matemiticas. No se del método experimental clisico. Las ‘disciplinas indiciarias, segin Ginzburg, son eminentemente cualitativas y tienen por objeto situaciones y documentos individuales. — - CE umbién Umberto Eco y Thomas A. Scbeik: El Signo de ls res: Dupin, Holmes, Peirce, Ed. Lumen, Barvelons, 1989. Ginzburg. C. op.cit. 139 Carlos Schenquerman Si lo penséramos por el eje de Ia técnica psicoanalitica, podriamos sefialar que la atencién libremente flotante, sigue a [a libre asociacién mediante esta modalidad indiciaria, Pero también, como modelo mas general de conocimiento, lo indiciario tiene que ver también con otro aspecto de nuestras preocupaciones: lo que se relaciona con la cons- truccién del conocimiento psicoanalitico. La teorla. por supuesto no se construye indiciariamente. La teorfa implica modelos més totalizantes, establecimiento de hip6tesis mas xenerales; no se trata de un resumen de la experiencia, Pero lo indiciario pone algin tipo de valla, algin tipo de coto all furor hermenéutico en que podria devenir el psicoandlisis. El exceso de atribucién de sentidos es fracturado por indicios que rompen con la certeza y marcan otra direccién posible, Pero volviendo a la conexién que existe entre Morelli, Freud y atin Sherlock Holmes. Afirma Ginzburg que una abundante documentacién asegura a Morelli un lugar especial en la historia de la formacién del psicoandlisis, En efecto, se trata de una conexién documentada y no conjetu- ral. SI, en-cambio, por conjeturas podemos suponer o intuir que Freud accede a los ensayos de Morelli entre 1890 y 1895, por una’serie de datos que seria largo emimerar. Los eacritos ‘de Morelli se-ubican ‘més 0. menos. a-fines dela década de1870. 2Qué pudo representar para Freud, para el Joven Freud, todavia lejos del psicoandlisis, esa lectura? ‘Vamos a ver lo que el mismo Freud dice unos affos més tarde en “El Moisés de Miguel Angel” refiriéndose a Morelli®. Este es un articulo muy particular; yo dirfa que es 7 Freud, S. “El Moisés de Miguel Angel,” en Obrat Compleias, Vol.13, Amo- rrorfu Fa,, Buenos Aires, 1993. * Pero antes un comentario curioso: Giovanni Morelli quedé durante muchos fos en el anonimato,escondido bajo el seudénimo de [vin Lermoliel. Sus traduecciones al alemén, también ocultaben su verdadero nombre bajo el de 140 Freud y Ia cuestién del paradigms indiciario el ejemplo més elocuente de Ia utilizacién por Freud de lo indiciario. Es un trabajo casi obsesivo por ver los detalles de la figura de Moisés hecha por Miguel Angel. Este trabajo obsesivo, por supuesto, no tiene por objeto determinar la autenticidad de la obra, como los trabajos de Morelli, porque indudablemente la obra era de Miguel Angel. ‘Veamos lo siguiente: en 1901 Freud va por primera vez a Roma, lugar que es para él objeto de deseo. Desde alli le escribe a su espasa Martha contindole que se sintié impre- sionado por la visién de esa imagen, de la escultura de Miguel Angel y que va reiteradamente a verla. 1901, afio de La interpretacién de los suefos, aiio de la piedra fundamen- tal del psicoandlisis, affo en que Freud empieza a consiruir su propia obra colosal. Lo subrayamos porque estos son los indicios a través de los cuales también nosotros podemos colegir el motivo por el cual Freud escribe ese articulo, En é| comienza refiriéndose a aquella conmocién y se pregunta qué es eso que lo conmueve. Digamos que la mayor incégni ta de Freud es su propia incégnita. Y nos anticipamos a decir que, si bien comenzé preguntindose por la causa de aquel afecto que lo embargaba, se olvida, en el desarrollo del texto, de esta pregunta. Por eso vamos a tratar de contestar ‘nosotros, también siguiendo el método indiciario, el por qué de: ese-olvido u. omisién. Es decir, hagamos nosotros un rastreo detectivesco, con el método indiciario, en un trabajo detectivesco del mismo Freud que él deja sin resolver. Sin Johannes Schuartze. Johannes Schuarize es el calco traducido al alemin de Giovanni Morelli. Evin LermolieT es casi un anagrama del apellide Morelli, Pero otro hecho eurioso mis, este trabajo Ue Freud en el a Morelli es ‘uno de los pocos trabejos de Freud, que publicd tumbicn on el anonimato. Ese trabajo, “El Moisés de Miguel Anget™ se publica en 1914 en la revista Imago por el autor "***", Y se manticne en el anonimato durante di en 1924, Freud reconoce Ia paternidad de ¢l 141 Carlos Schenquerman duda, como plantea Green, “las obras de arte provocan en nosotros un estado de refencién, que suspende el curso de nuestros pensamientos, que nos impide Ia libre disposicién de nuestra actividad psiquica, al tiempo que nos deja una actitud interrogativa.” Dice Freud respecto a Morelli: "Mucho antes de que pudiera enterarme de la existencia del psicoandlisis, supe que un conocedor ru- so en materia de arte, Ivin Lermolieff, habia provoca- do una revolucién en los museos de Europa revisando la autorfa de muchos cuadros, enseflando a distinguir con seguridad las copias de los originales y especulan- do sobre la individualidad de nuevos artistas, creado- res de las obras cuya supuesto autorfa demostré ser falsa. Consiguid todo eso‘ tras indicar que deberfa prescindirse de la impresién global y de los grandes rasgos de una pintura, y destacar el valor caracteristico de los detalles subordinados, pequefieces como la forma de las ufias, I6bulos de las orejas, aureola de los santos y otros detalles inadvertidos cuya imitacién el copista omitia y que sin embargo cada artista ejecuta de una manera singular. Luego me interesé mucho saber que bajo ese seudénimo~ruso-se’ ocultaba”un médico italiano de apellido Morelli. Fallecié en 1891 siendo senador del Reino de Italia. Creo que su proce- dimiento esté muy emparentado con la técnica del psicoandlisis médico, También éste suele colegir lo se- creto y escondido desde unos rasgos menos preciados © no advertidos, de la escoria -refuse- de la ob- * Green, A.: “La inierpretacién psicoanalitica de las producciones culturales y de las obras de arte”, en Crtigue sociologique et erltique psychanalitique, editions de "Université de Bruxelles, . 142 Freud y la cuestién del paradijma indic servacién.'°" ‘Mas adelante, después de haber hecho un anilisis obsesi- vyo-es la obra en que el interés de Freud por los detalles, por las nimiedades es ms elocuente- en el inicio del Capitulo III dice: "Si no me equivoco, ahora podremos-cosechar los frutos de nuestro empefio. Sabemos que a muchos, ba- jo el influjo de la estatua, se les impuso la interpreta- ccidn de que figuraba Moisés sacudido por la visién de su pueblo caido en la apostasia y danzando en tomo de un fdolo. Pero esa interpretacién debié ser resignada, pues hallaba su continuacién en la expectativa, de que un instante después se levantarla de golpe, destrozarfa las Tablas y consumaria la obra de la venganza. Y esto contradecia la destinacién de la estatua, que cra ser parte del monumento funerario de Julio I, junto a otras tres 0 cinco figuras sedentes. Ahora nos esté per- mitido retomar esa interpretacién, pues nuestro Moi- sés no se pondrd de pié de golpe ni arrojaré al suelo las Tablas. Lo que en él vemos no es el introito a una accién violenta sino el resto de un movimiento trans- currido, En un ataque de célera, quiso’ levantarse de - golpe y cobrar venganza; olvidado'de las Tablas. Pero superd la tentacién: ahora permaneceri sentado con furia domefiada, con una mezcla de dolor y desprecio, Tampoco arrojard las Tablas de suerte de que se des- pedacen contra la piedra, ya que justamente por causa de ellas, enfrené su célera, dominé su pasion para rescatarlas, Cuando se.entregé a su indignacién apu- sionada, no pudo menos que descuidar las Tablas, apartar la mano que las sostenia. Entonces empezaron "* Op.cit Carlos Schenquerman a deslizarse, corrieron peligro de destruirse. Esto le hizo recapacitar. Records su misién y por ella renuncié a la satisfaccién de su afecto. Su mano retro- cedié y rescaté las Tablas que cafan antes que pudie- ran hacerlo. En esa postura persevera, y as{ lo ha figurado Miguel Angel como guardién del monumen- to funerario.’ Y para culminar la cita, dice: “(Miguel Angel)... no deja que la célera de Moisés las destruya, sino que apacigua esa célera, [no debemos olvidar que esté analizando cémo Miguel Angel contradice el texto sagrado en el que Moisés rompe las Tablas] 0 al menos le inhibe el camino de Ia accién por la amenaza de que pudieran hacerse pedazos. Asi ha-introducido en la figura de Moisés algo nuevo, so- brehumano, y su imponente volumen fisico y el vigor de su desafiante musculatura se convierten en el me- dio de expresién corporal para el supremo logro psi- quico asequible a un ser humano: sujetar su propia pasién en beneficio de una destinacién a la que se ha consagrado, y subordindndose a ella. Es licito poner fin aqui a la interpretacién de la estatua _ de Miguel Angel. Todavia podria preguntarse por los. motivos del artista cuando escogié a Moisés [recorde- mos que en el articulo, Freud comienza interrogindose por sus motivos, por el enigma de su propia pasién por sa obra], y @ uno tan trasmudado, para el monumento funerario del Papa Julio Il. Muchos autores coinciden en sefialar que esos motivos han de buscarse en el caricter de! Papa y en la relacién del artista con él. Julio Tt era afin a Miguel Angel porque buscaba realizar lo grande y lo violento, sobre todo lo colosal. 144 Freud y la cuestin del paradigma indiciario Era un hombre de accién; se podia indicar su meta: aspiraba a la unificacién de Italia bajo el dominio del papado: Lo que tinicamente, varios siglos después conseguiria una conjuncién de diversos poderes, que- tla lograrlo él solo, un individuo, en el breve lapso del imperio que le estaba deparado, impaciente y con violentos medios. Supo apreciat a Miguel Angel como a un igual, pero a menudo lo’ hizo padecer por su cardcter irascible y su falta.de miramientos. El artista tenfa conciencia de poseer esa misma vehemencia en el logro de sus propésitos, y acaso, como pensador que era de mas profunda visién, visumbré la infruc- tuosidad a que ambos estaban condenados. Asf intro- dujo a su Moisés en el monumento funerario del Papa, no sin reproches para el difunto y, para él mismo, como una admonicién en esa critica lo elevabe sobre su propia naturaleza.” Hoy podemos tratar de dar una respuesta a la incégnita que dejé abierta Freud en este trabajo. Podemos pensar que aquella interpretacién era ademas una autointerpretac Freud mismo era presa de sus impulsos de célera, de! odio que despertaban en él sus enemigos y detractores y, mas de —una vez, debi6.refrenar esos impulsos cuando se diriglan'a algunos de sus propios discipulos y partidarios a los que consideraba limitados o desleales. Y por qué no, la célera que podia despertar el objeto mismo, ese inconciente que se sustrae a la mirada y que en més de una oportunidad se transforma en un mérmol duro, roca viva, infranqueable o sujeta a posibles grietas por un mal golpe. Y aqui Ia lectura por indicios, nos muestra la relacién entre la época en que scribe esta interpretacién del Moisés, con el momento en que se hace mis conflictivo el vinculo con Jung. Y ta culmi- 145 Carlos Schenquerman nacién de ese texto es inmediatamente anterior al comienzo de su “Contribucién a la historia del movimiento psicoanalt- tico”, la explosiva respuesta que arroja contra sus disefpulos Jung y Adler. La pugna con ellos lo tiene tan desalentado ue no estd seguro de conservar el dominio de sf mismo, te- ‘mor que atribufa al Moisés de Miguel Angel. Asi se describe a si mismo, en una carta a Ferenczi, a fines de 1912: "En mi estado de dnimo actual me comparo més bien con el Moisés histérico y no con el Moisés que he interpretado". Pero no era sélo el buen politico que debia domefiar sus pasiones y que debia defender su obra el que lo hacia dar yueltas i Cesantemente sobre el Moisés. La consistencia, coherencia, hasta el final de sus dias, con “Moisés y el monoteismo” da Cuenta de ello. Estaba el Freud investigador, el de la cu- riosidad sin limites, el de'los enigmas a develar, el que no Podia sustraerse a encontrar respuestas donde formulaba preguntas, el Freud de lo indiciario, el Freud detective, Freud nos muestra, en este articulo, lo indiciario en su Pensamiento, pero nosotros podemos seguir el proceso de descubrimiento, lo mismo que Freud, aplicando en su lectu- ra, el método indiciario, Este es el trabajo intrateérico que realizamos cuando conffontamos aspectos de la obra. Incl sive cuando damos importancia a una nota al pie o.nos remi- timos a una carta 0 a estos detalles, despojos, descartes que no son la columna vertebral de un concepto cuando lo se- guimos. No hacemos con ella sino Jo que podemos hacer Con cualquier discurso. Lo fracturamos como totalidad, y ar- ticulamos constelaciones de sentido a partir de los elementos similares, contradictorios, incoherentes 0 de coherencia sub- yacente. Esto es lo que desde hace algunos afios se propone, siguiendo a Laplanche'', como “hacer trabajar” al psicoand- "Cl Laplanche, J.:particularmente el editorial de la Revista Trabajo del Psi- 46 ~‘pacifica, “yo esto ‘lo defino asf, Uds. dé esa otra forma; Freud y la cuestin del paradigma indiciario lisis. Seguimos la pista de un concepto, lo vamos cercando en distintos contextos, aplicamos entonces, el mismo méto. do de la clinica, Pero como esté ausente el discurso asociati- Yo, hacemos entrelazar los distintos discursos de Freud en otros lugares de su obra, ¢ incluso, por qué no, los desarro- llos post-freudianos. Para Bachelard, que surge después de la gran oleada sociol6gica, corresponde a la esencia del racionalismo el ser colectivo. El Cogito se transforma, para él, en un cogitamus. EI pensamiento cientifico de los modemos no puede hallar sus formas duras y miltiples en Ia soledad, en ese solipsis- ‘mo que es el mal congénito de todo idealismo. Para existir necesita ‘del asentimiento de una ciudad ‘fisica y ma- temética’, como afirma Michel Ambacher". “Los sabios aprenden unos de otros”, dice Bachelard, denunciando el particularismo suspicaz y el individualismo'dogmatico de los filésofos. Seria conveniente hacer extensivo a los psicoanalistas el pedido que Bachelard hace a los fildsofos: que rompan con 1a ambicién de encontrar un solo punto de vista, y un punto de vista fijors; y mas atin cuando esos puntos de vista -“sus” puntos de vista- se toleran en una aparente coexistencia cada ‘uno puede tener su propia definicién”. En esa actitud seudo- democratica 0 pluralista se oculta el solipsismo escéptico y suspicaz que da lugar al eclectisismo, ", si un eclectisismo de los fines mezcla indebidamente todos los sistemas, pa- cpandllsi, Vol. NL, México, 1981. ‘PArmbecer, Ms lst sce en Gat acl fr ducciin a Bachelor, Editorial Caden, BS.AS, 1973. " Bachelard,G. "Las preguntas del epistemélogo", en Fpistemologia, Anke grams, Barcelona, 1973. 147 Carlos Schenquerman receria admisible un eclectisismo de los medios"™. Ast, cada punto de vista'con el que se sostiene una hipétesis, con el que se apuntala la propia prictica, reclamard su propia teoria. “El mundo en que pensamos no es el mundo en que vivimos”, sostiene Bachelard. Si, en efecto, -y esto no atenta, contra la singularidad- vivimos en un mundo’ sensible ¥ afectivo pero pensamas en el mundo de las representaciones y abstracciones compartibles o discutibles que universalizan el discurso y hacen que no siempre se tenga que volver a empezar. Porque en esa aparente libertad el psicoanalista se aisla en una actividad limitada y sin la conciencia necesaria para un intereambio productivo, queda preso de una soledad veleidosa en Ia que su conocimiento se empobrece y marchita, Por eso, si nos preguntamos con F. Perrier, ,qué es un icoanalista? podremos decir que, como todo hombre de es sin duda el que tiene pasta y una aptitud cultivada para la puesta en accién de una metodologia; lo que exige tuna preocupacién igual, una vigilancia disciplinaria igual ante los apremios de los modelos de! saber y las celadas de Ia experiencia fenomenolégica del eampo de alterided que hay que cuestionar'’, Y. pienso, al introducie 1a cuesti6n del paradigma indi- ciario, en el modo de aproximacién al inconciente, no por traduccién simultdnea ni por recurrencia a un cédigo pre~ establecido de sentido, sino para tomar posicién en lo rela- tivo a un aspecto central del método, que es el del deseu- brimiento a partir de los elementos fenoménicos que ex- presan, de modo traspuesto, los datos mediante los cuales vamos haciendo articulaciones de sentido: “Bachelard, G. Lallosofla del no, Amorrortu ed, BS.As., 1972. " Perer. F. El cuento de la buena Pipa, Ediciones Petrel, Barcelona, 1981. 48 Freud y In cuestién del paradigma indiciario Insisto en que la atencién flotante permite justamente la aprehensién de esos indicios en los restos marginales del discurso, Vamos organizando estos indicios en unidades de significacién, atendiendo no a todo el discurso como un pleno, sino-a puntos que nos plantean cierta tensién a tra- vés de relevamientos: a veces atendemos poco a ciertos aspectos que nos parecen irrelevantes y nos centramos en otros; luego, en el siguiente fragmento discursivo, puede cocurrir que aquello que ocupé un lugar irrelevante en el encadenamiento anterior, pase a ser decisivo en este nuevo encadenamiento. Pienso que el respeto por lo indiciario limita el furor in- terpretativo y Ia saturacién de sentido que corremos riesgo de imponer en la clinica. 49

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