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El largo vuelo de las Garzas
(Una historieta burgalesa con la excusa
del V Centenario)
José David SacristanLa Casa Grande de Valdenoceda
EI Nido de los Garza
LA CASA GRANDE
S {, ,qué deseaban ustedes?
Seguro que se habfan equivocado, No era la clase de
gente que Ilegaba a mi despacho. Y si, por otra parte,
habjan alcanzado, evidentemente, la edad que llama
mos provecta 0 venerable, tampoco tenfan tanta como
para despertar, en ese aspecto, mi curiosidad profesio-
nal: soy arquedlogo.
Parecian muy vivas como para aplicarles el Carbono
14, Extrafiamente vivas. La més menuda, recortaba
contra el marco de Ta puerta una silueta figera, decidi-
da y vivaz; como Ia imagen de un p§jaro, con sus répi-
dos movimientos de cabeza y los ojos inquietos
Mejor que un gortién, si existieran pajaros-caniche,
serfa un péjaro-caniche, porque también emanaba afa-
bilidad, y los gorriones, como todos Ios pajaros, son
demasiado estipidos para ser afables. Su figura estaba
protegida, por atrés, por un San Bernardo grande y
bonachéin.
— Somos M." del Carmen y Pilar Gonzilez Saez de
la Garza,
— Ella es M." del Carmen y yo Pilar -precisé el San
Bernardo.
Y bien, ustedes dirén -dije invitindoles a tomar
asiento.
En aquella ocasién no me contaron la historia de
indios que voy a relatar aqui, sino otra sobre un viejo
caserén familiar en Ia localidad de Valdenoceda, que
si alguien no lo remediaba se hundirfa, enterrando con
€1-una coleccién insdlita de muebles y complementos
originales de siglos pasados,
M2 del Carmen se sumié en un parlamento largo y
apasionado, sin dejarme meter baza, ante la mirada c6m-
plice de Pilar, que de vez en cuando asentia: (E80, eso!
— Oiga que yo
— Mire joven, nosotras hemos Ilegado mas alld dedonde podamos llegar, hemos
enterrado allf nuestro patrimo-
nio, pero si no nos ayudan
quello se viene abajo.
— Se hunde, se hunde,
~replicaba el eco resignado.
— Esctichenme.., permitan-
me decirles que a quiet? uste-
des desean ver es al arquite
to, que tiene su despacho aq
mismo, Con mucho gusto les
compat
Repitieron su discurso, pero
Jo adornaron aquf y allé con algunos toques e insinua-
cones sobre una insélita historia de la casa y de la
propia familia, y con ello consiguieron intrigamos y
despertar nuestra curiosidad; en particular, con algin
detalle como el papel que habia tenido algtin miembro
de la saga en la creacién de los pantalones vaqueros.
Parecfan custodiar algtin secreto. Bso y Ia inusual
viveza, el fervor de su cruzada y —no obstante~ 1a
elegancia de la alocucién nos habfan hecho morder
fuertemente el anzuelo y nos impidieron dar nuestra
relacién por terminada, Ademiés, parecian salir, con su
historia, de algtin extrafio lugar.
Asi que, pocos dias después, me encontré rodando
por la carretera que atraviesa el paramo del fin del
mundo. Al llegar al borde del precipicio, desde el
finisterre de La Mazorra, entre la bruma, se adivinaba
al fondo la puerta de Sangri-Lah, donde un rio imposi-
ble que Haman Ebro sale de su colosal encierro de
altos riscos a una regién perdida del paraiso, con pue~
bblos de ningin lugar real ni de ningtn tiempo salpi-
cando el verde valle, y en primer término, con su
torreén y su iglesia porticada elevada a algtin dios
desconocido, Valdenoceda (a pesar de todo, los pue-
bios tienen nombre. Estén en el valle burgalés de Val-
divielso y se pueden visitar sin problemas. Al menos
yo lo hice)
Alli, separada de la iglesia porticada por una exten-
sa campa, estaba la Casa Grande, con su austera
fachada de solida silleria dominada por dos balcones
laterales con rejerfa de forja y sobre uno de ellos un
reloj solar de piedra, marcando el no-tiempo, sin aguja
(y sin sol. ¢Qué demonios pintaré un reloj de sol en un
lugar que se esconde en Ia bruma?),
me
Nos recibicron -me acompailaba el arquitecto~ con
un abierto gesto de afecto y con ese tipo de encanto y
distincién tan cultivadas y practicadas que Hlegan a ser
celegantemente espontineos.
—Pasad, por favor.
Nos engull6 un agujero negro camutflado en la puer-
tay pasamos ... al siglo XIX. Las camas, con sus ajua-
res al completo en sélidos arcones, las sillas de estilo,
1 piano-clavicordio (un viejo John Schrader), el ora-
torio y los incontables pequefios detalles (de imitacién
imposible) que diferencian un lugar vivo de un museo
a pesar de la profusa exhibicién de colecciones: basto-
nes de mando de los muy mandones sefiores de la
casa, abiinicos y peinetas (magntficos; de marfil y de
conchas de carey traidas por arrobas por un antepasa-
do), cuadros y joyas de familia .. Evidentemente, todo
aquello estaba atrapado en un v6rtice de intemporali-
dad,
Marfa del Carmen y Pilar sonrefan con inocente
alicia, Aunque el escudo protector no era perfecto.
No Io habia sido cuando, en el afio 1812, Ilez6 hasta
alli la rapiia francesa que, respetando el sal6n presidi-
do por una imagen del gabacho San Roque que dun
sigue alli, vacié el edificio, que se iria de nuevo abiga-
rrando; ni lo estaba siendo ahora, cuando toda la
magia profiléctica de las dos hermanas no consegufa
evitar que se fueran agrandando las grictas por las que
se colaba el tiempo destructor y a duras penas lograba
recuperar los objetos que habian empezado a disper-
satse y, quizds, a desvanecerse. Esa tarea agotaba
todas sus energias,
No penséis, como Ilegué a creer, que practicaban sus
sortilegios en la casa de mufiecas donde tienen com-
primida la propia historia doméstiea y en Ia que no vi
ningtin amuleto. El hechizo es mucho més sencillo y
tiene que ver con el afecto desmesurado por la estirpe
familiar; una estinpe lejana de la que ellas han tomado
el relevo, aunque el apeltido va quedando un poco
atrés, después de tres generaciones de descendencia
femenina,
Ellas estén al final de una larga y complicada saga
de Garzas. El linaje es oriundo de Galicia, donde
emparentaron con los Lemos, los Soler y los Ferreira.
Los Garza castellanos se instalaron en Valdenoceda,
posiblemente en el siglo XII, en la misma propiedad
fen el que ahora se levanta la Casa Grande. Aqui
entroncaron con otras estirpes ilustres, como los Car-
tes y los Zorrilla de Cantabria,El tiempo petiicado, asomado al balén de la Casa Grande
Resulta dificil destacar algunos nombres del brillan-
te retablo familiar. Por sus méritos ¢ ilustracién,
cexpreso mis preferencias por Francisco de Ia Garza y
Cartes (1714-1787) que ~dejando por el momento su
aficién a las telas, a Ia que luego me referiré— fue
marino, cosmégrafo real e ingeniero que realiz6
importantes obras piiblicas en el propio valle de Valdi-
vielso, asi como sobre el Tajo en Aranjuez y que
siguiendo el genio familiar tuvo su aventura america-
na, pasando a Venezuela, donde participé en diversos
hechos de armas, Otro Francisco Carlos de la Garza y
Cartes (1757-1832), hijo del anterior, fue el primer
ingeniero de minas en Espafa, formado en Francia
Algo més tarde, Felipe Naranjo y Garza inaugurarfa la
Escuela de Minas de Madrid.
En esta saga, debemos hacer un hueco a Ja figura de
Marcos Alonso de la Garza y Falcén, cuyos padres, de
quienes sabemos muy poco, iniciaron Ia emigracién
americana de Garzas burgales en el afio 1550. (Los
Garza gallegos se les habian adelantado cuando, en el
allo 1540, D. Rodrigo Garza de Quiroga pas6 a Chile
con la expedicién de Valdivia. Un personaje homéni-
‘mo seguiria sus pasos poco después, en 1557, con
Hurtado de Mendoza),
Pues bien, los padres de Marcos Alonso, de quienes
sabemos muy poco, procedentes, sin duda, de la casa
familiar de Valdenoceda, se trasladaron a Lepe, donde
se instalaron esperando, como otros muchos ~solda-
dos, segundones, buscadores de fortuna, la oportuni-
dad de algiin embarque a Méjico. En Ta larga espera
vino a nacer Marcos Alonso y ello ha dado pie a que
Jos voluntariosos leperos reclamaran su cuna con
motivo del homenaje que Ia ciudad tejana de Corpus
Christi rindié en el afio 1989 a uno de sus descendien-
tes, fundador de la misma, Hasta allf tuvo que legar
Marfa del Carmen Gonzélez y Séez. de la Garza para
poner los puntos sobre las fes y reclamar la genuina
raiz burgalesa.
Bl primer Garza americano, nacido en Méjico en
1580, hijo de Marcos, se Hamé Blas, padre del Sar-
genta Mayor Francisco de la Garza y Faleén, a su vez
padre del Gobernador de Coahuila Don Blas de la
Garza y Fale6n Ill, Del matrimonio de este diltimo con
D- Beatriz de Villareal nacieron varios hijos, entre
ellos Clemente, también gobernador, Miguel, coloni-
‘ador de algunos territorios en Texas, y el personaje
central de nuestra pequefia historia, el Capitén Don
Blas Marfa de la Garza Faleén,EL CAPITAN
Blas Marfa vié 1a luz en
Monterrey en el afio 1712. Su
carrera militar le Hev6 a Texas
al amparo de la encomienda
recibida por D. José de Escan-