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SHORT ANSWER. Write the word or phrase that best completes each statement or answers the question.
1) Find the work done by a person pulling a wagon containing 60.0 lb of bricks across 36.0 ft of level floor by
exerting a constant force of 21.0 lb.
Answer: 756 ft lb
2) How much work (in ft lb) is done by a large bucket that can lift 4.5 tons of dirt 14 ft into the air and dump it into
a 5.0 yd3 dump truck?
Answer: 130,000 ft lb
3) A mechanical lift raises a 325 kg automobile 2.00 m for servicing. How much work was done by the lift?
Answer: 6370 N m
4) A pallet is pulled 125 m across a floor by a cable that makes an angle of 45° with the floor. If 1150 N is exerted
on the cable, how much work is done?
Answer: 102,000 N m
7) How much time is required to lift a 1275 lb object 45.0 ft with a motor that produces 15.0 hp?
Answer: 6.95 s
8) How much time is required to lift a 525 kg object 25.0 m with a motor that produces 2.50 kW?
Answer: 51.5 s
9) What maximum mass can be lifted 45.0 m in 1.00 min by a 1.50 kW motor?
Answer: 204 kg
10) A pump is capable of developing 5.0 kW of power. How many liters of water per minute can be lifted a distance
of 25 m? (1 L of water has a mass of 1 kg.)
Answer: 1200 L/min
11) Find the potential energy of a 1250 lb counter balance in an elevator that is raised 45.0 ft from its lowest point.
Answer: 56,300 ft lb
12) Find the kinetic energy of a 310 kg wrecking ball moving at 4.0 m/s.
Answer: 2500 J or 2.5 kJ
13) Find the kinetic energy of a 5.0 ton truck traveling at 65 mi/h.
Answer: 140,000 ft lb
1
14) Water is pumped at the rate of 275 m3 /min from a lake into a tank on a hill 75.0 m above the lake. (1 m 3 = 1000
L)
a. What power (in kW) must be delivered by the pump?
b. What horsepower rating must this pump motor have?
c. What is the increase in potential energy of the water each minute?
d. Assuming 25% of the pump power is lost, what power (in kW) must be delivered by the pump?
Answer: (a) 3370 kW (b) 4520 hp (c) 202 MJ (d) 4210 kW
15) A pile driver weighs 975 lb and falls from a height of 45.0 ft. Find its velocity as it hits the pile.
Answer: 53.8 ft/s
16) A 55.0 g bullet is fired vertically with an initial velocity of 123 m/s.
a. What is its velocity at its highest point of travel?
b. What maximum height does it reach?
c. At what velocity does it hit the ground?
Answer: (a) 0 (b) 797 m (c) 125 m/s
17) A 2.00 lb rock is dropped from a bridge to the water 50.0 ft below.
a. What is its velocity as it hits the water?
b. How long does it take to hit the water?
c. What is its kinetic energy as it hits the water?
Answer: (a) 56.7 ft/s (b) 1.76 s (c) 99.8 ft lb
19) A farmer lifts a dozen 10 lb sacks of grain from the ground to the bed of his truck 3.50 ft above the ground. What
is the total work done?
Answer: W = 420 ft lb
21) An electric motor running on a 12 volt receptacle is drawing 8.00 Amps of current. What is the motor's power?
Express your answer in both watts and horsepower.
Answer: P = 96 W; P = 1.29 hp
2
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—Advierta usted que no digo está, sino estaba.
—Quiere decir que...
—Quiere decir que le han llevado a un sitio de donde ni usted ni yo
podremos fácilmente sacarle.
—Bravo, bravísimo, señor don Inservible... —dijo la dama, toda
colérica y nerviosa, abriendo con mano firme la portezuela de su
coche.
En este había una joven que acompañaba a Jenara en todas sus
excursiones, y a la cual, según las lenguas cortesanas, galanteaba e
bueno de Pipaón con más calor del que la simple urbanidad consiente
Acomodados los tres en el coche, don Juan dijo a la dama que, siendo
largo lo que tenía que contarle, convenía extender el paseo hasta
Atocha. Así se convino, y partieron.
—Beso a usted los pies, Micaelita —dijo después el cortesano—
¿Y cómo está el señor don Felicísimo?
—Furioso con usted porque no ha ido a verle en tres días.
—Esta noche iremos allá. Con estas cosas y el continuo trabajo en
que vivimos nos falta tiempo para dar pábulo...
—¿Ahora salimos con pábulos...? —dijo Jenara impaciente y ma
humorada—. Basta de pesadeces y dígame usted lo que tenía que
decirme.
—Pábulo, sí; digo que no hay tiempo para satisfacer los puros
goces de la amistad, ni aun los del corazón.
Micaelita bajó los ojos. Pintémosla en dos palabras. Era fea. Y si no
lo fuera, ¿cómo la habría escogido Jenara para ser su inseparable
compañera, y usarla cual discreta sombra para hacer brillar más la luz
de su hermosura?
—Si empiezan las tonterías, me voy a casa —dijo la dama hermosa
—. Vamos, hable usted, don Plomo.
—Paciencia, señora, paciencia. Dígame usted, ¿se permiten las
malas noticias?
—Se permite todo lo que sea breve.
—Pues derramemos una lágrima aquí, en este sitio nefando...
Al decir esto, el coche pasaba junto al torreón del Ayuntamiento
donde estaba la cárcel de Villa. Micaelita, que para todas las
ocasiones tristes llevaba siempre apercibido un paternoster, lo rezó
con pausa y devoción. Jenara se puso pálida y sacó su cabeza por la
portezuela para mirar la torre.
—¡Allí! —exclamó señalando con el abanico y con sus ojos.
Vuelta a su posición primera, echó un suspiro casi tan grande como
el torreón, y habló así:
—Ahora, dígame usted dónde estaba.
—Donde menos creíamos. En casa de Olózaga.
—¿En casa de don Celestino Olózaga?
—Calle de los Preciados.
—Usted bromea: no puede ser —manifestó la dama un poco
aturdida—. Veo a Salustiano todos los días y nada me ha dicho.
—Esas cosas no se dicen.
—A mí sí... Hoy me lo dirá.
—No dirá nada, como no hable la torre.
—¿Por qué?... ¿También Olózaga ha sido preso?
—También está allí, ¡ay! —afirmó lúgubremente Pipaón, señalando
la parte de la calle que iban dejando a la zaga.
—¡Qué atrocidad! Usted me engaña... Que pare el coche. Quiero
entrar en casa de Bringas a preguntarle...
—Guarda, Pablo —dijo el cortesano deteniendo a la señora en su
brusco movimiento para avisar al cochero—. El señor Bringas
también...
—¿Está allí, en el torreón?
—No, a ese le han puesto en la de Corte.
—Iznardi me dirá algo... Cochero, a casa de Iznardi.
—¿Iznardi?... Ya pedí permiso para dar malas noticias, señora.
—¿También él?
—Y Miyar. Y la misma suerte habría tenido Marcoartú si no hubiera
saltado por un balcón.
—Es una iniquidad. Yo hablaré a Calomarde —manifestó con
soberbia la dama, echando atrás su mantilla, como si dentro del coche
reinase un verano riguroso.
—¡Oh!, sí, hable usted a Su Excelencia —dijo el cortesano, con
aquella sonrisa traidora que ponía en su cara un brillo semejante al de
puñal asesino al salir de la vaina—. Su Excelencia desea mucho ver a
usted.
—¡Dios maldiga a Su Excelencia y a usted! —exclamó Jenara
abriendo y cerrando su abanico con tanta fuerza y rapidez que sonaba
como una carraca—. Pero todavía no me ha dicho usted lo principal.
—A eso voy. Nuestro amigo llegó aquí, según se supone, pues de
cierto no lo sé, con recadillos de Mina, Valdés y demás brujos de
aquelarre democrático. Estuvo oculto en Madrid por algunos días
luego pasó a Aranjuez y a Quintanar de la Orden para entenderse con
ciertos militares que a estas horas están también a la sombra; regresó
después acá, concertando con Bringas, Olózaga, Miyar y compañeros
mártires un plan de revolución que si les llega a cuajar, ¡ay mi Dios!, se
deja atrás a la de Francia... Nuestro buen amiguito se pinta solo para
estas cosas, y andaba por ahí llamándose don No sé cuántos
Escoriaza.
—¿Y está usted seguro de que es él?
—Seguro, seguro, no. Ahora será fácil saberlo, porque el Escoriaza
está en la cárcel de Villa, y en la causa ha de salir su verdadero
nombre... Sigo mi cuento. Un hombre dignísimo, tan enemigo de
revoluciones como amante de la paz del reino, se enteró de la trama y
avisó a Su Excelencia. Yo he visto las cartas del denunciante, que se
firma El de las diez de la noche, y si he decir verdad, su ortografía y su
estilo no están a la altura de su realismo. Calomarde recompensó a
desconocido dándole fondos para que pudiera seguir la pista a
Escoriaza y los suyos, y con esto y un habilidoso examen de todas las
cartas del correo, se hizo el hallazgo completo de los nenes, y anoche
se les puso donde siempre debieran estar para escarmiento de bobos
Anoche no nos acostamos en Gracia y Justicia hasta no saber que los
señores Alcaldes habían salido de su paso. ¡Ah!, esos señores Cavia y
Cutanda valen en oro más de lo que pesan. No sé cuál de los dos fue
a casa de Olózaga; pero un alguacil me ha contado que en el porta
encontraron a Pepe, y mandándole subir, entraron con él en la casa y
dieron al pobre don Celestino un susto más que mediano. Hicieron
registro escrupuloso, encontrando, en vez de papeles de conspiración
muchas cartas de novias y queridas. Excuso decir que las leyeron
todas, porque así cuadraba al buen servicio de Su Majestad, y cuando
estaban en esta ocupación dulcísima, ved aquí que entra Salustiano
muy sereno, con arrogancia, ya sabedor de que andaba por allí la
nariz de los señores Alcaldes. El padre gimió, desmayose la hermana
siguió el registro, dando por resultado el hallazgo de un sable, y a la
media noche se llevaron a Salustiano a la Villa, y aquí se acabó m
cuento, arre borriquito para el convento... ¡Pobre Salustiano, tan joven
tan guapo, tan listo, tan simpático! ¡Desgraciado él mil veces, y
desgraciado también ese amigo nuestro que ahora se esconde debajo
del nombre de Escoriaza! Esta vez no escapará del peligro como
tantas otras en que su misma temeridad le ha dado alas milagrosas
para salir libre y triunfante... ¡Infelices amigos!
Micaelita, afectada por la tristeza del relato, volvió a cerrar los ojos y
a rezar para sí el padrenuestro que tenía dispuesto para cuando lo
melancólico de las circunstancias lo hiciera menester. Jenara seguía
imprimiendo a su abanico los movimientos de cierra y abre, cuyo ruido
semejaba ya, por lo estrepitoso, más que al instrumento de Semana
Santa, al rasgar de una tela.
Durante un buen rato callaron los tres. Había entrado el coche en e
paseo de Atocha, cuando vieron que por este venía a pie don Tadeo
Calomarde, en compañía de su inseparable sombra el Colector de
Expolios. Paseaba grave y reposadamente, con casaca de galones
tricornio en facha, bastón de porra de oro, y una comitiva de sucios
chiquillos, que admirados de tanto relumbrón le seguían. El célebre
ministro, a quien Fernando VII tiraba de las orejas, era todo vanidad y
finchazón en la calle. Si en Palacio adquirió gran poder fomentando los
apetitos y doblegándose a las pasiones del rey, frente a frente de los
pobres españoles parecía un ídolo asiático en cuyo pedestal debían
cortarse las cabezas humanas como si fuesen berenjenas. A su lado
iba la carroza ministerial, un armatoste del cual se puede formar idea
considerando un catafalco de funeral tirado por mulas.
—No le salude usted; ocúltese en el fondo del coche —dijo Pipaón
con mucho apuro—. No conviene que la vea a usted.
Mas ella, sacando fuera su linda cabeza y el brazo, saludó con
mucha gracia y amabilidad al poderoso ídolo asiático.
—En estos tiempos —dijo la dama al retirarse de la portezuela—
conviene estar bien con todos los pillos.
—Señora, que los coches oyen.
—Que oigan.
Seria, cejijunta, descolorida, Jenara murmuró algunas palabras para
expresar el desprecio que le merecía el abigarrado tiranuelo a quien
poco antes saludara con tanta zalamería. En seguida dio orden a
cochero de marchar a casa.
Pasaban por el Prado, cuando Pipaón dijo con cierta timidez
precedida de su especial modo de sonreír:
—Señora, ¿se permite la verdad?
—Se permite.
—¿Por amarga que sea?
—Aunque sea el mismo acíbar.
—Pues debo decir a usted que no puede ir a su casa.
—¡Que no puedo ir a mi casa!
—No, señora mía apreciabilísima, porque en su casa encontrará a
Alcalde de Casa y Corte y a los alguaciles, que desde las dos de la
tarde tienen la orden de prender a una de las damas más hermosas de
Madrid.
—¡A mí! —exclamó la ofendida, disparando rayos de sus ojos.
—A usted... Triste es decirlo..., pero si yo no lo dijera, sacrificando a
la amistad el servicio del rey, la señora tendría un disgustillo. Ya está
explicado este buen acuerdo mío de entretener a usted toda la tarde
impidiéndole ir a su casa, y facilitándole, como le facilitaré, un luga
donde se oculte.
—¡Presa yo!... No siento ira, sino asco, asco, señor de Pipaón —
exclamó la dama demostrando más bien lo primero que lo segundo—
¿Por qué me persiguen?
—No sé si será por alguna denuncia malévola, o a causa de los
papeles hallados en casa de Olózaga...
—Alto ahí, señor desconsiderado. En casa de Salustiano no se han
encontrado papeles de mi letra porque no los hay.
—Perdones mil, señora; no tuve intención...
—¡Presa yo!... Será preciso que me oculte hasta ver... ¡Y yo
saludaba a la serpiente!...
La rabia más que el dolor sacó dos ardorosas lágrimas a sus ojos
pero se las limpió prontamente con el pañuelo, cual si tuviera
vergüenza de llorar. Después rompió en dos el abanico. Al ver estas
lamentables muestras de consternación, Micaelita se conmovió, y sin
pensarlo, se le vino a la boca el padrenuestro que de repuesto llevaba
A la mitad lo interrumpió para decir a su amiga:
—Puedes venir a casa.
—Me parece muy bien. Nadie sospechará que el señor Carnicero
oculta a los perseguidos de la justicia calomardina... Cochero, a casa
de Micaelita.
XVII