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Almería, noche del 19 de junio de 2024

Querido hermano sacerdote,


Te escribo esta carta después de una sosegada reflexión y convencido
que mereces una explicación de mi puño y letra, clara, sincera y sin
filtros. Aunque, los que me conocéis un poco, sabéis que me he atado
como a un clavo ardiendo a Mateo 26, 62-63: “¿No tienes nada que
decir? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti? Pero, Jesús,
callaba”.
No es necesario que te vuelva a decir, que nuestra querida Diócesis de
Almería pasa por una situación económica complicada que amenaza
con hipotecar su futuro. Las deudas nos atenazan. La tempestad arrecia
y necesitamos todos los remeros disponibles para esquivar las grandes
olas y mantener la nave a flote.
Tengo, tenemos, un plan de navegación claro y contrastado con
profesionales del máximo nivel con rumbo a la calma. No es hora de
medias verdades, rumorología conspiranoica o interpretaciones
sesgadas y malintencionadas. Como sabes la verdad no tiene prismas y
te aseguro que tu obispo te dice la verdad. Huye de quién adora la
niebla. Hay muchos que aún defienden que la tierra es plana.
Tampoco es hora de revisar un pasado que todos conocemos o intuimos
con más o menos detalle. Tiempo habrá para revisarlo y aprender de los
errores y las imprudencias. Ahora, como te decía, toca remar y no
despistarse de la misión de llevar a buen puerto a nuestra Diócesis.
Se han analizado los escenarios posibles, uno por uno. Se ha negociado
con nuestros acreedores, se han estudiado todas las tasaciones de
nuestros bienes inmuebles, se ha analizado el mercado para conseguir
las mejores condiciones de venta. No estamos improvisando ni mucho
menos. Llevamos muchos meses haciendo todo lo humanamente
posible con la ayuda de Dios y el temple necesario, esquivando cualquier
tipo de profeta de la calamidad.
Sabes bien que, si alguna parroquia tiene una deuda, esa deuda es de
todos, si alguna obra de la Diócesis soporta una deuda, esa también es
de todos. Aquí no vale que cada palo aguante su vela, porque nuestra
nave es una y para salvarla todos debemos remar al unísono.
Quiero transmitiros mi confianza en que, aunque tendremos que tomar
alguna decisión dolorosa, muy dolorosa, el plan de viabilidad está
trazado y finalmente será satisfactorio porque el objetivo principal se
cumplirá. Salvaremos la Diócesis y podremos continuar con nuestra
misión evangelizadora, asistencial y promotora de todos los valores y
virtudes cristianas que Jesús nos mostró con su humilde y sacrificada
vida, pues aprendió sufriendo a obedecer (Hb. 5,8).
No olvides, que he repetido por activa y pasiva, que, si en algún
momento necesitas cualquier tipo de información adicional, no dudes
en pedírmela. Te explicaré y te mostraré la documentación que sea
necesaria. Reitero que este es el camino mejor, pues mereces una
información de primera mano, en lugar de terceras o cuartas voces que
interpretan interesadamente desde la niebla.
Los datos son claros, diáfanos, ¡mira la luna, no te quedes embelesado
en el dedo que la señala! Me ha resultado especialmente inaudito, y he
sentido pena por aquellos que las han escrito, leer misivas ofensivas
distribuidas entre toda nuestra comunidad y opiniones sesgadas nada
ignorantes y malintencionadas, sembrando la duda sobre la
honorabilidad de quienes nos vemos –sin elegirlo, por pura obediencia-
en la tesitura de enmendar equívocos de persistencia inaudita.
¡He echado tanto en falta la lealtad y la humildad de Jesús en algunos
de aquellos que debemos ser sus principales testigos! En cambio, se han
dedicado a sembrar la cizaña durante la noche. Permaneced en la barca,
acompañad a las comunidades cristianas dándolas esperanza, debemos
de mantener la mirada al frente, y seguir remando, aunque pobres, en
esta Barca de Pedro. Yo me mantengo firme y sosegado entre todos
vosotros, además me siento muy acompañado, y también querido.
Nunca pongas en duda que somos más los remeros bienintencionados,
que los que se empeñan en crear fugas en la quilla. Cuídate, acompaña
y anima a tu comunidad y confía en el Señor, pues, aunque camine por
cañadas oscuras, nada temo… ¡Ánimo y adelante! Tu obispo,

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