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Validado por el PODER JUDICIAL

24/06/2024

REPÚBLICA
ORIENTAL DEL
URUGUAY
PODER JUDICIAL

Interlocutoria Nro. 1945/2024 IUE 2-73237/2023

Montevideo, 24 de Junio de 2024

ATENTO A QUE:

1. Ante todo, corresponde relevar que la sentencia nº 62 del 11.VI.2024 (dictada por el TAC de
2º t.), ha despejado positivamente la legitimación activa de los proponentes. En efecto, la
resolución ha afirmado que “…cabe… reconocer la legitimación activa de los promotores para
reclamar la adopción de la medida de no innovar atento al interés alegado y con fundamento en
el artículo 42 CGP…” (fs. 388). Por otra parte, y en precisión compartible que en esta fase se
adopta, la alzada ha circunscripto el objeto de la medida que se resuelve en decidir o descartar
el bloqueo temporario de la contratación con el consorcio “Aguas de Montevideo” (Proyecto
Neptuno-Arazatí). Ello, en su caso, hasta tanto no se reformule “…el pliego para ajustarlo a los
términos del artículo 47 de la Constitución en la interpretación formulada por los promotores…”
(fs. 387). O se determine que la operativa llevada adelante hasta ahora es constitucional, claro
está. Lo cual -en esta etapa- implica, sin tomar posición final al respecto, considerar: a) si la
lectura constitucional de los gestores resulta cuanto menos plausible (fumus bonis iuris); 2) si
hay elementos sumariamente apreciables que permitan suponer la verosimilitud de un
incumplimiento contrario a aquella; y, 3) si son detectables extremos que puedan
eventualmente suponer agravio medioambiental, en las implicancias del proyecto referenciado
(periculum in mora). Finalmente, corresponde descartar la litispendencia y la cosa juzgada (no
hay acción ni decisión destinada a validar una obligación de hacer a cargo de OSE); y la
procedencia de citación de terceros (que no corresponde en la estructura del procedimiento
cautelar).

2. A todas luces, a través del proyecto cuestionado será el privado el que diseñe, construya y
mantenga la infraestructura de toma de agua bruta del Río de la Plata, su análisis inicial, su
potabilización, y finalmente su traslado a Melilla (en Montevideo). Donde será entregada a
OSE. Empresa pública que, al menos en lo relativo al área metropolitana, dejaría de ser
“productora” de agua potable (de casi un tercio de la que consumirían los habitantes del área
metropolitana); para pasar a ser solamente “distribuidora” de tal elemento. De todo lo cual no
caben dudas. Pero sí se plantea el interrogante de si ese plan supone o no vulneración del art.
47 nº 3 de la Constitución, que determina que “…El servicio público de saneamiento y el
servicio público de abastecimiento de agua para el consumo humano serán prestados

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exclusiva y directamente por personas jurídicas estatales…”. De modo de que la tarea de
despeje jurídico pertinente pasa por definir qué fases de la producción del agua quedan
incluidas en el concepto de “abastecimiento”. Si las abarca todas o no. Si comienza con la toma
del agua bruta, o con la recepción del agua ya potabilizada entrando a un determinado centro
de distribución. Pues, según se adopte una posición u otra, habrá o no inconstitucionalidad. Va
de suyo que tal operativa intelectual deberá ser tarea a desarrollarse en el proceso principal
que pueda incoarse. Pero en esta fase, y en relación a este renglón cautelar, debe fijarse tan
solo si hay razonables dudas en cuanto a la disyuntiva referida. Dudas que puedan sustentar la
precaución. Y bien. Por cierto las hay. Sin que el firmante adopte posición aún al respecto,
basta para afirmar la controvertibilidad en el caso, con la lectura de diversas otras normas
legales y actos administrativos.

3. Según el art. 1 de la ley nº 17.598, la regulación de los recursos hídricos (de interés general),
“…deberá comprender todas las etapas, esto es, desde la generación, importación,
exportación, transporte, fraccionamiento, distribución, hasta su comercialización a los usuarios
finales…”. Aclarando el literal C de la norma que la producción del agua potable abarca “…la
captación y tratamiento de agua cruda y su posterior almacenamiento, en cuanto su objeto sea
la posterior distribución…”. En consonancia con lo antedicho, a su vez, la URSEA ha definido
que “…La prestación del servicio público de agua potable a terceros comprende desde la
captación de agua cruda (superficial o subterránea), su tratamiento o potabilización y el
transporte hasta los usuarios. La distribución se realiza a través de un sistema conformado por
una red de tuberías, válvulas, tanques de almacenamiento y conexiones domiciliarias que
conectan la red de tuberías hasta el medidor…” (https://www.gub.uy/unidad-reguladora-
servicios-energia-agua/politicas-y-gestion/agua-potable). Para la Unidad Reguladora de
Servicios de Energía y Agua (URSEA), entonces, las fases de las que se encargarían los
privados entraría dentro de la noción de “prestación del servicio público de agua potable”. Con
diáfana claridad.

4. Entonces, como se dijo, debe responderse al cuestionamiento acerca de la definición misma


de “abastecimiento” de agua potable. Si es una tarea en cierto modo asimilable a la de un
revendedor, que compra al fabricante un producto y luego lo comercia. Esto es, lo acerca al
consumidor final. O si supone todos los mecanismos que permiten que llegue el agua desde
sus fuentes naturales, hasta el punto de consumo (y con la cantidad y calidad requerida). Para
decirlo de otro modo: extraer, conducir, tratar, almacenar y distribuir las aguas desde su fuente
hasta los hogares de los usuarios. En el proyecto Neptuno, es el particular el que capta,
conduce, almacena, potabiliza, y desinfecta el agua. OSE sólo la distribuye.

5. Pueden haber, además, otras infracciones inconstitucionales. Según se explicó, según el


proyecto OSE se configura en el caso como simple distribuidora de buena parte del agua de los
habitantes de Montevideo y alrededores. Sería, pues, una mera intermediaria entre la o las
empresas privadas, y el usuario. De modo de que, teniendo éstas naturalmente fines de lucro,
podrían los costos y sus ganancias -algunos quizás imprevistos o imprevisibles- terminar
trasvasándose al consumidor ciudadano. Con lesión del principio de que el suministro de agua
debe hacerse sin fines de lucro (art. 47 nº 1 lit d de la Constitución: “…la prestación del servicio
de agua potable… deberá hacerse anteponiendo las razones de orden social a las de orden
económico…”). Porque, a fin de cuentas, se estaría literalmente mercantilizando el agua (que

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devendría en un producto comercial). Punto que debe explorarse con mayor detalle. Y, además
y según se verá infra, puede registrarse una situación de desconocimiento de la
“…conservación y protección del Medio Ambiente y la restauración de la naturaleza…”, y de
una “…gestión sustentable, solidaria con las generaciones futuras, de los recursos hídricos…”;
como bases de la política nacional de aguas (art. 47nº lits. a y b de la Const.).

6. Cabe preguntarse, además, si la norma constitucional no debería debe leerse también desde
un punto de vista geoestratégico. El agua es un elemento esencial para la vida humana, pero
limitado. Siendo su protección una responsabilidad estatal ineludible. Por lo que, como lo
detallara el Cnel. Mario Abella, “…La gestión de las aguas, como recurso para el desarrollo
sustentable del país, tiene que articularse con las demás políticas nacionales, ya sea medio
ambiente, orden territorial, cambio climático, los sectoriales como el productivo, energía,
navegación, emprendimientos especiales y al ser un recurso estratégico también con la
Defensa Nacional…” (cf. Mario Abella, en “Geopolítica y geoestrategia en la Cuenca del Plata y
Acuífero Guaraní”, Revista Estrategia, Ministerio de Defensa Nacional, Tercera época, año
2022, nº 9, pág. 50). De hecho, el art. 1 de la ley nº 18.650 (ley “marco” de Defensa), determina
que la Defensa Nacional comprende a las actividades civiles destinadas a la preservación de
los recursos estratégicos del territorio. Concluyendo Abella que “…El agua… vital para los
seres humanos, forma parte del bienestar y desarrollo de las poblaciones, siendo una
responsabilidad de la Defensa Nacional garantizar esa condición para la ciudadanía…” (cf.
Abella, ob. cit., pág. 57).

7. En efecto, el dominio sobre un territorio se expresa a través del poder sobre los bienes
económicos que éste posee. Muy específicamente si esa hegemonía afecta las posibilidades
de supervivencia de su población. Luego, si el líquido proveniente del estuario del Río de la
Plata adquiriera una relevancia importante o aún determinante en el suministro de agua potable
a Montevideo y aledaños (prácticamente la mitad de la población del país), va de suyo que
cualquier pérdida de control estatal -sobre cualquier fase del proceso- podría comprometer
objetivos de la Defensa Nacional. Y también puede pensarse, desde esta perspectiva, que
podría o quizás debería ser objetivo prioritario de las políticas de Estado, el determinar si la
gran riqueza nacional de agua dulce -pluvial y de napas subterráneas- debe destinarse
prioritariamente al sustento de la población (art. 47 inc. 2 lits. c y d, de la Constitución), o bien
se reserva para servirla primero a proyectos privados. Los que en dimensiones relevantes
existen, por ahora, en el área de los procesos productivos de celulosa e hidrógeno verde.
Dejando para el consumo vital de los habitantes del país, o al menos a una gran parte de ellos,
el agua directamente tomada del Rio de la Plata. En otras palabras, podría llegar a admitirse la
debilidad que presenta el país al tener una sola toma bruta para la purificación del agua
destinada al consumo humano metropolitano. Pero todo indica que debería discutirse con
mayor profundidad si la propuesta debatida es la mejor opción. O pueden viabilizarse otras más
garantistas. Discusión ésta que no consta que se haya llevado adelante junto con la
comunidad, con arreglo a lo previsto en el art. 47 nº 1 lit. b, de la Constitución.

8. En todo caso, la referencia que se hace a esta proyección geopolítica, no resulta en modo
alguno gratuita. Si el “recurso agua” es un elemento de la Defensa Nacional, como viene
diciéndose, las políticas de Estado que le atañen deberían de ser analizadas en cotejo con las
intencionalidades de otros actores. Ya sean privados -nacionales o extranjeros-, o públicos

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(otros países o comunidades de países). En el punto, y a la hora de ponderar la validez del
Proyecto Neptuno-Arazatí, no podría de dejar de sopesarse su eventual incidencia sobre otros
intereses (volcados igualmente sobre el agua uruguaya). Que según se dijo los hay. Y muy
fuertes. Para ejemplo, valen los objetivos de la estrategia europea Global Gateway. Una
iniciativa de la Comisión Europea, lanzada a fines de 2021, bajo la Presidencia francesa del
Consejo de la Unión Europea (según el “Ministére de l´ Europe et des Affaires Etrangéres”:
https://ambafrance.org/Que-es-la-estrategia-europea-Global-Gateway). La que prevé poner a
disposición 300.000 millones de euros, de aquí a 2027, para apoyar la financiación de
infraestructuras “sostenibles y de calidad”. Con especial atención, entre otros objetivos, a la
energía verde y a las materias primas fundamentales. Esquema éste –auténtica suerte de
división internacional del trabajo-, en el que Uruguay habría sido elegido como puntal de la
producción de hidrógeno verde. O sea, en términos cuya traducción es ociosa, que fue
seleccionado para la “…Production of renewable hydrogen and adaptation of Montevideo Port
infrastructure…” (véase, en la Web, “EU-Latin America and the Caribbean flagship projects”).
Ahora bien. Sabido es que los planes de producción de hidrógeno verde son muy extractivos
energéticamente. Y emplean mucha cantidad de agua. Volúmenes cuyo destino debería de ser
determinado por la colectividad toda, y no solamente por los participantes en negociaciones
cuyos detalles no trascienden. Por otro lado debe reportarse la participación, a nivel de
consultoría en relación al proyecto, de una empresa extranjera (la israelí “Mekorot”).
Considerándose, sin emitir opinión sustancial alguna a su respecto en esta interlocutoria, que
cabría el examen -a nivel geoestratégico nacional- de sus conclusiones o consejos. Estudio
público, si lo hubo, cuyos detalles se desconocen. Como puede apreciarse sin esfuerzo,
entonces, resulta prima facie razonable (sin perjuicio de lo que se eventualmente se resuelva
en el proceso ordinario superviniente), suponer que la prosperidad del proyecto en cuestión
debería primero cimentarse sobre las conclusiones de una discusión previa: si es pertinente
priorizar el consumo empresarial privado, nacional o foráneo, de agua dulce (potabilizando
agua tomada del Río de la Plata para buena parte de la población); o si, por el contrario
procede ante todo buscar alternativas de suministro de agua dulce pluvial o subterránea para la
gente. Que las habría, según informan los operadores de la Facultad de Ciencias.

9. En orden a las determinaciones de política de aguas, se ha probado que hay bases como
para pensar que sí existirían alternativas al proyecto Neptuno (a efectos de bridar a los
habitantes metropolitanos agua de mejor calidad que la oceánica). Alternativas cuya factibilidad
podría estudiarse, serían -además de las mejoras de las tomas ya existentes en el Santa Lucía-
Casupá, los arroyos Solís Chico y Pando, la Laguna del Cisne, etc. Incluso napas freáticas
capitalinas. A todo lo que se sumarían los resultados de la corrección de las abultadas pérdidas
del sistema de cañerías montevideano (de cerca del 40 %, o más, del agua suministrada,
según Castagnino). No conociéndose a cabalidad hasta qué punto se desplaza o desplazará
agua dulce hacia las pasteras o las empresas de producción de hidrógeno verde, en lugar de
priorizar el consumo humano de ésta (art. 47 nº 1, lits. C y D de la Constitución Nacional
Vigente). Cuando técnicos declarantes afirmaron, en términos que deberán ser objeto de
análisis antes de darlos por seguros, que el agua que toma el proyecto Neptuno es de “mala
calidad”.

10. En cualquier caso, no debe escapársele al analista jurídico que el agua, como recurso
natural, está tomando el camino de los denominados “commodities”. Siendo predictible el
nacimiento de “mercados” del agua, donde los derechos a su uso se negocien como simple
mercancía. Realidad ya incipientemente operativa (el agua se cotiza en bolsa), que también
debe de ser tenida en cuenta. Por otro lado, es Objetivo Estratégico del Estado la protección
del ambiente en sí mismo, de los recursos renovables y no renovables, frente a incidentes de
bioseguridad y deterioro general del ambiente (según el Documento de Políticas de Defensa

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Nacional-Directiva Período 2020-2025, citado por Abella en ob. cit., pág. 58).

11. Así las cosas, debe estudiarse si dentro del marco conceptual de los conceptos
“ordenamiento territorial” y/o “política de aguas” cabe la consideración de los objetivos
estratégicos de la Defensa Nacional. Y luego, en su caso, si el proyecto en análisis primario
conlleva factores de riesgo para aquellos. Pudiendo resultar necesario, entonces, un análisis
profundo de las implicancias estratégicas de un retroceso del poder del Estado en el suministro
de agua potable en la zona metropolitana. Esto es, un estudio acerca de si el proyecto en
alguna forma afecta las capacidades del Estado en la gestión del desarrollo territorial. Véase
que un testigo llegó a afirmar que se estaría perdiendo “soberanía hídrica”; por la posible
pérdida de posibilidades de definir con autonomía el agua bruta que en definitiva se tomará
para potabilizar (al menos en buena porción). Resta por ver si en todos estos puntos, ya más
abarcativos que lo meramente ambiental, hubo participación ciudadana. Y a qué niveles. Vale
decir, si se dio la debida participación del sistema orgánico social con arreglo a lo previsto en
los arts. 25 a 29 de la ley nº 18.610. Cuestiones de soberanía y propias de la Defensa Nacional
que sustentará, también, la procedencia de la cautela.

12. En lo que hace al plano medioambiental es claro que hay elementos que, aún
sumariamente tratados, permiten suponer que existe un nivel de riesgo tal que justifica la
cautela. Debiéndose en este capítulo aclarar que para la toma de medidas precautorias, basta
que exista peligro ambiental hoy día. Sin que la posibilidad de posibles correcciones
ministeriales futuras (consideradas hoy por hoy como mera eventualidad), puedan obstaculizar
la plasmación de la medida de no innovar. La cual se proyecta, por lo demás, sobre un objeto
meramente jurídico.

13. En esta materia y en síntesis, del informativo documental y testimonial han emergido
peligros ciertos para la población y el medio ecológico. Sobre todo por derivaciones de los
problemas de salinidad y toxicidad del agua. Respecto de los cuales ha quedado acreditado
que a la fecha no se los ha estudiado suficientemente.

14. Respecto de la salinidad del agua, debe aclararse que ciertamente el proyecto no prevé la
desalinización. Pero la ubicación de la planta potabilizadora, en el punto donde recién empieza
a disminuir significativamente la incidencia de las aguas oceánicas (Arazatí), y no otro aguas
arriba del estuario platense (más a resguardo y seguro), permite suponer la más que probable
ocurrencia de dos serias circunstancias de riesgo. Por un lado, el elegido es justamente el
punto de choque de la descarga de agua dulce de la Cuenca del Plata (proveniente de los ríos
Paraguay, Paraná y Uruguay), con la atlántica. Colisión que provoca una gran concentración de
los tóxicos provenientes del interior continental hídrico (una especie de taponamiento
concentrado de aguas con contaminantes). Generándose así un frente de turbidez potenciador
de la floración costera de cianobacterias. Crecimiento especialmente ayudado, además, por la
presencia en el lugar de nitrógeno y fósforo (proveniente de la descarga del acuífero Raigón).
Debiéndose tener en cuenta también el aumento en el punto de material algal -microcistinas- y
fitoplanctónico; motivado tanto por los cambios climáticos en curso, como por factores
antropogénicos (como lo son, por ej., los agrotóxicos y los contaminantes provenientes de

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embalses hidroeléctricos). Correspondiendo agregar que no hay estudios evaluatorios de la
presencia de bromuros en el agua. Ni se conocen los sensores que se utilizarán para ponderar
las toxinas y metales pesados. De este modo, varios de los científicos deponentes afirmaron
que Arazatí es uno de los peores lugares de la costa uruguaya en el que instalar una planta
potabilizadora. Muy probablemente, incluso, estemos ante el lugar de máxima floración de
cianobacterias de toda la costa. Cuestión ésta que, aún cuando fuera discutible, debe alertar al
decisor cautelar ambiental.

15. Y puede decirse algo más al respecto. Parece no haber suficientes garantías de que, con
los medios previstos, pueda llegar a lograrse una aceptable potabilización del agua que
beberán los habitantes de toda el área metropolitana (y aquí también corresponde traer a
colación los desconocidos efectos de las aguas contaminadas con materias fecales,
provenientes de los millones de bonaerenses, introducidos al estuario por las emisiones del
colector o emisario subacuático de Riachuelo). Con lo que bien podría llegar a necesitarse
nuevos y más intensos procedimientos o elementos para la potabilización, que generen un
probable aumento exponencial de los costos del agua para el habitante particular. Incluso
producirse una dependencia tecnológica lesiva de la soberanía nacional; desde que podrían
llegar a ser imprescindibles mecanismos fuera del alcance de las posibilidades uruguayas.
Destacándose en este renglón de análisis, que la tecnología prevista ya requiere el empleo de
ozono. El cual puede incidir en un aumento de los trihalometanos (THMs), presentes en el
agua. Trihalometanos que tienen conocidos efectos cancerígenos. Tampoco se han hecho
análisis conjuntos de cianobacterias y salinidades. Al menos según uno d los técnicos
declarantes, que los entiende imprescindibles. En resumen, no se ha dado respuesta aún a los
que los académicos reputan como la objeción principal al proyecto: el por qué se eligió ubicarlo
en Arazatí. Por lo menos, no se la ha dado a un nivel que permita su análisis general, sobe
todo universitario.

16. En segundo lugar, los empujes anuales de aguas oceánicas en el lugar (durante varios
meses al año), obligarán al proyecto al uso de un pólder (o Reservorio de Agua Bruta: RAB).
Especie de alberca de dimensiones monumentales (unas 240 hás.), destinada a almacenar
agua dulce para su potabilización cuando prevalezca la salinidad. Ahora bien. Dicho estanque
comportaría, todo parece indicarlo, importantes peligros para la población de toda el área
abastecida por el acuífero Raigón (y los aledaños al reservorio). Para empezar, esas aguas no
circularán. Con lo cual serán, y esto es indudable, “aguas estancadas”. Sometidas además a
los rigores ambientales propios de su condición de almacenamiento a cielo abierto: efectos de
factores atmosféricos, de la radiación solar, de la concentración de nutrientes sobre el agua
depositada (cianobacterias), etc. Ahora bien. Están previstos “vaciados periódicos” -auténticos
derrames- en los alrededores de esos contenidos. Con muy probable agravio del ecosistema
lindero y las estructuras productivas agrarias. En cualquier caso, serían más serias todavía las
implicancias de la falta de impermeabilización del RAB o pólder. El que, para decirlo
gráficamente, “no tiene piso”. Podría hasta definírselo como una simple laguna artificial
excavada. Con lo cual resultarán muy probables, si no prácticamente seguras, filtraciones al
acuífero Raigón desde el suelo. Pudiendo éste quedar contaminado. De manera irreversible y
aún quizás indetectable. Con el consiguiente peligro para las personas que consumen sus
aguas (las varias decenas de miles que se sirven del acuífero Raigón). Pero lo más grave,
parece ser lo que puedan acarrear filtraciones en sentido inverso. Esto es, desde el subsuelo
(acuífero Raigón), hacia la superficie por la base del pólder. Con la consiguiente infusión de
nitritos (altamente tóxicos), en el agua acopiada que luego podrá ser vertida a la planta para su
potabilización. Se plantea también el problema de la incidencia del vertido de lodos que la
planta podría provocar.

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17. Llegados a esta fase de las fundamentaciones, no es ocioso relacionar una circunstancia
que, por más adyacente y no central que resulte respecto del objeto de esta cautela, debe
relevarse. Conforme lo manifestara el Gerente General de OSE Arturo Castagnino, hay
arsénico en el contenido del agua potable que se suministra en San José. Materia que tiene
efectos cancerígenos si se consume de manera crónica, aún en pequeñas porciones (siendo
del caso que esto estaría ocurriendo, según el deponente, desde hace años). El testigo, por
cierto, brindó ese dato en defensa espontánea del proyecto Neptuno-Arazatí. Sosteniendo que
justamente el agua potabilizada por ese plan corregiría ese mal. Sin embargo, el proyecto en
modo alguno prevé el suministro de agua potabilizada a San José. Sea como fuere, la precisión
viene a demostrar el valor de la judicialización precautoria de los agravios medioambientales.
Los cuales no siempre están al alcance del conocimiento ciudadano (o por lo menos no
cuentan con una difusión suficientemente generalizada). Y también ilustra la importancia de lo
que podría representar la participación de la comunidad toda en la política de aguas; en tanto
que no se sabe por qué razón, cuanto menos hasta ahora, no se habrían arbitrado soluciones
alternativas a este problema (como podrían serlo, por ej., tomas de agua bruta del río San
José). En coyuntura que presenta inquietante analogía con la que se trata en obrados, en la
que no surgen exploradas alternativas de potabilización de otras aguas interiores de mejor
calidad que las tomadas directamente del Río de la Plata.

18. Existirían además otra serie de afectaciones. A saber: pérdida de vegetación, compromiso
de flora y fauna, efecto “en cadena” sobre otros ecosistemas locales, impacto antrópico (esto
es, sobre las comunidades adyacentes y sus explotaciones, en los niveles productivos y
turísitico). Así como daños arqueológicos y paleontológicos. En este último punto, es dable
relevar que se ha manifestado que la zona cuenta con especímenes únicos en el mundo. No
estando previstos mapeos de zonas de interés paleontológico.

19. En otro orden de cosas, el periculum in mora queda configurado con la evidencia (incluso
públicamente periodística), de que el avance del proyecto está siendo, y será, mucho más
acelerado que la larga tramitación de un proceso civil ordinario. El que solo esta cautela hay
insumido diez meses, habla con elocuencia determinante. Sea como fuere, el periculum in
mora surge también de la naturaleza de parte del objeto mismo de la medida. Esto es, es el
derecho a un ambiente sano, que en el caso involucra a toda la sociedad. Nos encontramos en
el marco del derecho ambiental, donde los requisitos de evaluación del peligro de lesión -sufrir
un perjuicio irreparable o de difícil reparación ulterior- debe elastizarse por mérito principio
precautorio. Principio que se aplica cuando se supone que las actividades pueden ser
peligrosas para la conservación y preservación del ambiente. O cuando se teme que puedan
causar daños graves, irreversibles, catastróficos al medio ambiente (cf. Zlata Drnas de
Clement, Principio de Precaución Ambiental – La Práctica Argentina, pag. 57).

20. Además, la circunstancia de que el Ministerio de Ambiente pueda o no aprobar las


previsiones o planes de impacto ambiental, no agota el objeto de la futura pretensión. Que por
lo demás nada tiene que ver con la regularidad administrativa del accionar de esa cartera

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(considerado en sí mismo). En primer lugar, porque precisamente lo que se solicitará es que la
Justicia examine el accionar estatal en orden a corroborar su constitucionalidad. Objetivo
eminentemente jurídico mucho más amplio que un escrutinio medioambiental. Y en otro
término, porque se quiere que la tutela del ambiente sea supervisada también por el Poder
Judicial; sin que quede exclusiva y excluyentemente solo en la órbita del Poder Ejecutivo. Por
otro lado, se eximirá de contracautela. La envergadura patrimonial de lo que está en juego,
hace literalmente imposible que los gestionantes pudieran satisfacer una garantía. Como
sucede en estos casos, donde simples ciudadanos (o incluso reparticiones universitarias),
cuestionan ambientalmente la tarea de grandes empresas privadas; requerir contracautelas
como condición sine qua non supondría ni más ni menos que impedir toda defensa ambiental.
Algo de suyo inadmisible. Y violatorio de la igualdad de las partes. No puede concebirse que
hombres de a pie no puedan litigar contra grandes corporaciones, sólo por no tener dinero
suficiente como para cubrir los riesgos de éstas. Otra salida que la de liberar de garantía, sería
tanto como una denegación de justicia. Y no resulta imprudente la exoneración, pues lo pedido
tiene el respaldo de una parte importante de la comunidad científica universitaria nacional, y de
la INDDHH (según surge de la documentación adjunta). Habiendo ya ésta última recomendado
la suspensión de la licitación pública (ahora ya consumada). Y la más amplia publicidad y
difusión del asunto. No estamos, en modo alguno, ante una especie de irresponsable aventura
judicial, por así decir.

21. Aclarándose finalmente, aún a despecho de su obviedad, que las manifestaciones


fundantes de la decisión que se toma deberán, por fuerza, ser revisadas en la instancia
ordinaria que sobrevenga. Con lo cual no deben ser leídas como posicionamiento definitivo de
la Sede. Descartándose cualquier hipótesis de prejuzgamiento. Pues “…En las resoluciones
que aprecian prima facie una situación jurídica a fin de dictar una medida precautoria no se da
el innecesario anticipo de criterio que es configurativo del prejuzgamiento…” (cf. jurisprudencia
argentina citada por Raúl Martínez Botos, en “Medidas cautelares”, pág. 129). También se ha
dicho que “…la prohibición de prejuzgar sobre la resolución de fondo no puede impedir, en
ningún caso, como viene siendo admitido en ciertos regímenes europeos, la tutela judicial
efectiva del derecho cuya protección provisional se demanda – verdadero objeto y razón de ser
de las medidas cautelares -… De lo contrario, la medida cautelar quedaría vacía de contenido y
se convertiría en una mera apariencia jurídica, sin sustento real alguno en los hechos objeto de
la litis, habida cuenta de que siempre que se solicitara una petición semejante, el juez se
enfrentaría con el obstáculo del eventual prejuzgamiento como impedimento para la hipotética
resolución favorable al demandante…” (cf. Ramiro Simón Padrós, en “La tutela cautelar en la
jurisdicción contencioso-administrativa”, Bs. As. 2005, pág. 91).

22. En suma y síntesis, se dispondrá la admisión de la medida cautelar, porque hay bases
como para suponer que puede estarse ante un proceso de privatización parcial del suministro
público de agua potable. En infracción constitucional. Asimismo, también es dable admitir que
puede haber elementos que, eventualmente, justifiquen la idea de que podría estar también
vulnerándose las normas atinentes a la Política Nacional de Aguas. Eso por cuanto hay
extremos indiciarios serios, que llevan a considerar que podría estar optándose por servir a la
población de la zona metropolitana un agua de menor calidad que la que podría disfrutar
(proveniente de otras fuentes más limpias). Sin que todavía aparezca claro que se haya
cumplido con las exigencias constitucionales de amplia publicidad y difusión de la problemática.
La que se centra, en el punto, en la elección que implica: o bien privilegiar el agua de mejor
calidad para el consumo humano; o no hacerlo, en final beneficio de intereses de empresas
privadas. Se destaca que, por esta vía, incluso podrían estar vulnerándose objetivos propios de
la Defensa Nacional. En lo demás, se ha patentizado que podrían existir severos riesgos de
contaminación (con proyección sanitaria, además). Tanto en las áreas aledañas a las

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instalaciones que se proyectan, como en todo el acuífero Raigón. El cual podría sufrir severos y
probablemente irreversibles perjuicios. Todo esto dicho sin dejar de mencionar que no surge
que se haya discutido a fondo, y con la necesaria transparencia pública, las posibilidades que
pudiera haber de sobrecostos gravosos en las tarifas de agua.

SE RESUELVE:

ACCEDER A LA MEDIDA DE NO INNOVAR SOLICITADA. Y, EN SU MÉRITO, ORDENAR A


OSE QUE NO SUSCRIBA EL CONTRATO CON EL CONSORCIO “AGUAS DE
MONTEVIDEO” (REFERENCIADO EN OBRADOS). ELLO HASTA TANTO NO SE
VERIFIQUE RESOLUCIÓN JUDICIAL EXPRESA EN SENTIDO CONTRARIO. A RECAER EN
PROCESO QUE SE INICIE ESPECÍFICAMENTE CONTRA OSE. Y CON EL OBJETO
DENUNCIADO POR LOS CAUTELANTES EN ESTAS ACTUACIONES.

Dr. Alejandro RECAREY MASTRANGELO


Juez Ldo.Capital

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