HEIDEGGER Edificar-Morar-Pensar 02

You might also like

Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 5
del santo en el puente, 0 que sea dicha presencia encublerta © hasta incluso, desplazada. El puente reiine en torno suyo y a su estilo, Cielo y Tierra, Dioses y Mortales. Reunién, de acuerdo con una vieja palabra de nuestra lengua, signifien “thing.” El puente ex — y ello como la reunién caracterizada de la cuaternidad — —un objeto (Ding). Ciertamente suele pensarse que el puente es ante todo y en verdad, sélo un puente. Adicional y ocasionalmen- te podria él expresar muchas otras cosas. Como expresién de tales muchas cosas pasaria el puente a ser un simbolo, por ejemplo, de todo aquello que se ha meneionado aqui anteriormente. El puente por si solo jams es, cuando se trata de un puente auténtico, un mero puente ante todo y nego un simbolo. Tanto menos es el puente s610 un simbolo por anticipado, tomando esto en el sentido de que él tra- duce algo que examinado con toda rigidez, no le perteneee. EI puente, en sentido riguroso, jams se ofrece como ex- presidn. El puente es un objeto y sélo esto, ;Solamente? Como tal objeto reine él a la cuaternidad, in lugar a dudas, nuestro pensamiento se ha habitua- do desde hace largo tiempo a aplicar la esencia del objeto en forma demasiado restringida. Ello tuvo como conse- euencia que en el curso del pensamiento occidental ve pre- sentase al objeto como una X desconocida, eargada de cu lidades perceptibles. Desde este punto de vista, todo aque- lo que ya pertenece a la esencia “reunida” de este objeto, nos parece de suyo un accesorio posteriormente interpolade fen su significacién original. Con todo eso, el puente jamas seria exclusivamente un puente, si no fuera un objeto. Sin discusién alguna, el puente 5 un objeto de estilo muy peculiar, porque 1 reine a 1a cuaternidad en forma fal, que la provee de un sitio, Pero sélo aquello que en af es un lugar, puede prover de sitio. EI lugar no existe con anterioridad al puente. A decir verdad, antes de que el puen- te esté levantado, existen muchos lugares a Jo largo del rio que pueden ser ocupados por algo. Uno entre ellos se da ‘como lugar gracias a la aecién del pnente. Asi, no se trata de que el puente haya de levantarse en un lugar, sino que 1a partir del puente mismo nace un lugar. El puente es un ‘objeto, reine a Ia cuaternidad, pero lo hace en tal forma que la dota de sitio, A partir de este sitio se determinan otros sitios y caminos, en virtud de los cuales un espacio queda ubieado. n Aquellos objetos que son lugares de Ia forma antes descrita, proven de espacios siempre y de primer momento. Lo que esta palabra “Raum” (espacio) expresa, lo afirma su vieja signifieacién. “Raum” (espacio), “Rum” significa tanto como el lugar desocupado para que sirva de colonia (© campamento. Un espacio es un algo “ubieado para”, acon- dicionado, a saber, en un limite, “Péras” en griego. EI limi- te no es aquéllo en virtud de lo eual algo concluye, sino tal como lo entendieron los griegos, el limite es aquéllo desde donde algo inicia su esencta. Por tal motivo, es el concepto: “Orismos”, un limite. Espacio es esencialmente Io ubicado, 0 admitido en su limite. Lo ubieado esti siempre provisto y conformado de acuerdo con esa modalidad, o 1o que es Io ‘mismo, runido a través de un lugar, © en otras palabras, por mediacién de un objeto, similar en su estilo, al del puente. Por consiguiente, los espacios reciben su esencia de fos lu- gares y no de “el” espacio. Objetos, que como lugares proveen de un sitio, les de- nominamos ahora y anticipadamente, edificaciones. Lla- manse asi, porque ellos son producto del edificar creador. Sélo tendremos experiencia de In forma como habri de ser esa produceién, vale decir, el edificar, una vez que haya- ‘mos establecido con anterioridad la esencia de aquellos otros objetos que, a partir de ellos mismos, exigen para su realizacién del edificar como produecién. Dichos objetos son lugares, que proveen a In cuaternidad de un sitio, ubi- cando siempre a este sitio en un espacio, Es en Ja exencia de es05 objetos donde esté dada la relacidn existente en- tre Iugar y espacio, asi como también 1a relacién del lugar para con el hombre, que en dicho lugar se detiene. Por ello, inlentaremos ahora aclarar Ia esencia de aquellos objetos que nosotros denominamos edifieaciones, por vias de una reflexién rapida acerca de lo que sigue. Por una parte: jen qué relaciin se mantienen lugar y cespacio?, y por la otra: jeu es la correspondencia que me- dia entre hombre y espacio? EI puente es un lugar. Como objeto tal, prevee él un espacio en el cual tienen cabida In Tierra y el Cielo, Jos Dioses y los Mortales. El espacio provisto por el puente con- ene miltiples puestos en proximidad y lejania variables con respeeto del puente. Bstos puestos se dejan situar como ‘meros emplazamientos entre los cuales subsiste una dist cla mensurable; una “distancia entre", en griego “Stadion”, esta siempre dispuesta, a saber, por emplazamiento exclu- B Fon RE AROUITECTRA » FAVAICY sivamente. Ese disponer por accién de los emplazamientos constituye un espacio de estilo particular. El es, como “dis- tancia entre”, como “Stadion”, aquello esa misma palabra “Stadion” nos significa en latin: un “spatium”, un espacio intermedio. Asi pueden transformarse proximidad y lejania entre hombres y objetos en meras separaciones, en “distan- cias entre” del espacio intermedio. Entonces, en un espacio, concebido tinicamente como spatium, el puente aparece s6- 10 como un algo en un emplazamiento, emplazamiento éste que en cada momento puede ser ocupado por algo distinto, © sustituido por un mero sefialamiento 0 marca. No suficien- temente, del espacio como espacio intermedio se dejan ex: traer Jos meros despliegues de altura, anchura y profundi dad. Esto, asi abstraido, en latin “Abstracte”, lo representa- mos como la variedad pura de las tres dimensiones. Pero, lo que encierra esta variedad no seré ya determinada a tra- vvés de separaciones, no es més un spatium, sino que pasard a ser sélo extensio — extensién. El espacio, concebido como extensio se deja, no obstante, abstraer una yez mas, a saber, en relaciones analitico — algebraieas- Lo que éstas encie- rran, es la posibilidad de la construccién genuinamente ma- tematica de variedades con multiples dimensiones discre- cionales. Este “dispuesto” matematicamente puede sar la- mado “el” espacio. Pero “el” espacio en este sentido no ccontiene espacios ni puestos algunos. En él hallamos luga- res, es decir, objetos a la manera del puente. Por el contra- rio, en los espacios que se encuentran ubicados por lugares, siempre hallaremos el espacio como espacio intermedio y cen éste, una vex mis, el espacio como extensién pura. Spa- tium y extensio ofrecen siempre la posibildiad de medir al ‘objeto y a aquello que ellos disponen en funcién de separa- ciones, de distancias, de direcciones, al igual que ofrecen ellos posibilidades de evaluar estas medidas. Sin embargo, cen nigiin caso las cifras de medieién y sus dimensiones, s6lo por el hecho de poder ser generalmente aplicables a todo Jo extenso, son también por ello el fundamento para la esen- ‘cia de los espacios y lugares, mensurables con ayuda del ele mento matemitico, Entretanto, el profesor Karl Friedrich von Weizsiicker hubiera podido ayer, haciendo uso de sus extraordinarias dotes expositivas, habernos aclarado hasta ‘qué extremo también la fisica moderna ha sido forzada por ‘ese hecho a coneebir el medium espacial del espacio eésmi- ‘co como una unidad campal, definida por el cuerpo como centro dinmico. Los espacios que a diario transitamos estn dispuestos 4 or lugares, cuya esencia se asienta en objetos al estilo de las edificaciones. Si nos detenemos a considerar esa rel iin entre lugar y espacios, entre espacios y espacio, der varemos un indicio para determinar 1a correspondencia cexistente entre hombre y espacio. Al hablar en torno al hombre y el espacio, todo parece indicar como si acaso el hombre y el espacio estuviesen si tuados frente a frente. Pero en verdad, el espacio no consti tuye confrontacién alguna respecto del hombre. El espacio no es ni objeto exterior ni vivencia interior. No existen los hombres, y ademas espacio; porque si digo un hombre y significo con esa palabra a algo que se ajusta a 1a modali- dad humana, es decir, que mora, entonces ya implico con el sustantivo “un hombre” la estancia de éste, a través de Ia euaternidad, en los objetos. Asi también, al actuar ante a objetos que no se hallan en le cercania inmediata, nos de- tenemos nosotros mismos en dichos objetos. Contrariamen- te a lo que suele ensefiarse, no slo nos representamos inte- riormente los objetos distantes a modo de meras represent: ciones en nuestra mente o como sustituto de dichos objetos distantes. Si nosotros ahora — todos nosotros — pensamos desde aqui en el viejo puente de Heidelberg, resulta ser que ‘ese “pensar hacia” ese lugar no es meramente una intuicién or parte de las personas aqui presentes, sino que més bien pertenece a Ia esencia de nuestro pesar en el puente alt- dido el que ese pensar en si supere la distancia hasta ese lugar. Desde aqui nos hallamos alla en el puente, y ello no sélo como contenido de representacién en nuestra concien- cia. Desde aqui, incluso, podemos estar mis préximos al Puente y a todo lo dispuesto por que cualquiera otra persona que suela utilizarlo a diario y en forma indiferente ‘como paso sobre el rio. Los espacios y con ellos “el espacio” eesti ya dispuestos en la estancia de los mortales. Los es- ppacios se abren en la medida en que se les admite en el mo- rar de los mortales. Los mortales son, ello equivale a decir: que habitando asen ellos los espacios con base # su estan- la en Ios objetos y lugares. Y slo porque de conformidad con su esencia asen Ios espacios los mortales, es que pue- den éstos trasitar los espacios. Pero no por el andar inte- rrumpimos aquel estar. Por el contrario, vamos tan i terrampidamente asi, a través de los espacios, que ya en ‘esa forma los aprehendemos al detenernos permanentemen- te en lugares préximos y distantes. Cuando me encamino hacia la puerta de salida del salén, ya estoy alli y casi no podria siquiera dirigirme hacia alla, si no fuera porque es 5 toy ya alli. Jamas estoy sélo aqui, como este cuerpo encap- sulado, sino que estoy alli, es decir, asiendo ya el espacio, y solamente asi puedo transitarlo, Adin entonces, cuando Jos mortales “transitan en su in« terior”, no pierden su vineulacién para con la cuaternidad. Cuando nosotros — como suele decirse — reflexionamos en tomo a nosotros mismos, nos voleamos en nosotros al regre- sar desde los objetos, sin renunciar por ello a la estancia cen ellos. Incluso Ja pérdida de relacién para con los obje- tos que ocurre en los estados depresives no seria posible, si también ese estado no continuara siendo, lo que como estado humano es, a saber, una estancia en los objetos. Sé- Jo cuando ya esa estancia determina el ser del hombre, Ios ‘objetos en los cuales estamos no nos dicen nada, ni nos im- Portan nada més La conexién del hombre para con los lugares, ¥ a tre vvés de los lugares con los espacios, deseansa en el morar La relacién de hombre y espacio no es otra cosa que el mo- rar, pensando éste esencialmente. Cuando de acuerdo con 1a forma intentada reflexiona- ‘mos sobre 1a conexién entre lugar y espacio, pero también ‘acerea de la relacién de hombre y espacio, se nos aclara la ccuestion de la esencia de los objetos que son lugares, y que nosotros denominamos edificaciones. EI puente es un objeto de ese estilo. Fl lugar admite a Ja unidad de Tierra y Cielo, Dioses y Mortales en un sitio, al condicionar dicho sitio en espacios. El lugar organiza 1a cuaternidad en sentido doble. El lugar admite a la cuaterni- dad y el lugar condiciona la cnaternidad. Ambos, el orde- nar como admitir y el ordenar como condicionar, se corres- ponden. Como elemento de ordenacién con sentido doble, 1 lugar constituye una cubierta para la cuaternidad o como Jo dice 1a propia palabra: un “Huis”, una easa (ein Haus). Los objetos al estilo de estos lugares brindan vivienda ala estancia de los hombres. Los objetos de este estilo son vi viendas, pero no necesariamente moradas en sentido estric~ to. Tal produectén de objetos es el edificar. Su esencia descansa en el hecho de que edificar corresponde al estilo de dichos objetos. Estos son lugares que otorgan espacios. Por ello, el edificar es, en tanto erige lugares, un establecer ‘y colocar lugares. Por producir lugares el edifiear, surge con Ia colocacién de sus espacios necesariamente también el es- 16 Pacio como spatium y como extensio en la articulacién de las edificaciones. El solo edificar jamas estructura “el es- pacio.” Ni directa ni indircetamente. Con todo, el edificar — en tanto produce objetos como espacios — est mis cerea de la esencia de los espacios y del origen de Ia esencia de “el” espacio, que cualesquiera geometria o matemitica. El cedificar evige lugares que ordenan una morada para la eus- ternidad. De la unidad a la etal pertenecen conjuntamente a Tierra y el Cielo, los Dioses y los Mortales, deriva el edi- ficar In enseftanza para In ereccién de lugares. De la eu ternidad adguiere el edifiear Ins normas para toda medi cién y para cada una de las medidas de los espactos, que cen cada caso estin ordenados por los lugares establecidos. Las edificaciones custodian a ta euaternidad; salvar 1a Tie- rra, recibir al Cielo, esperar a los Dioses, conducir a los Mortales, esta forma cuddruple de proteecidn constituye Ia esencia simple del morar. Asi, las edificaciones auténticas ‘acufian al morar en su esencia y habitan esa esencia, El edificar sefialado es un dejar morar por excelenci Si ello Io es en realidad, entonees el edificar ha eorrespon- ido al estimulo de la cuaternidad. Sobre esta correspon- dencia permanece fundamentada toda planificacién, Ia cual a su vez abre a los proyectos de disefio los recintos adecuados. Tan pronto como intentamos pensar la esencia de las edificaciones levantadas a partir del “permitir morar”, nos pereatamos, en forma clara, acerea de dénde radiea aquel rodueir, en el que como tal se consuma ¢l edificar. Ordina- riamente tomamos el producir como una actividad cuyos rendimientos tienen consecuencialmente un resultado, 1a edificacién concluida. Se puede representar el produeir de Ja manera siguiente: se acierta acerca de algo exacto, y sin embargo, no se logra jamés su esencia, que es un ai rrear que a su vez expone. El edificar acarrea la cuatern dad en un objeto, el puente, y expone al objeto como un Iu gar en lo ya presente y que ahora, gracias justamente a ese lugar, queda ordenado. Producir (originar), en griego se dice ticto, A la raiz de este verbo tee pertenece Ia palabra téchne, técnica. Esta Jiltima no signifiea para el griego ni arte, ni oficio, sino: dejar aparecer en presente algo como ésto 0 aquéllo, de este modo o en forma distinta. Los griegos conciben Ia techne, el produeir, a partis del dejar aparecer. La techne ‘que asi ha de ser pensada se oculta, desde tiempo atras, en " lo tecténico de la arquitectura, Al igual, continia ocultindo- nica de las maquinas motrices. Pero Ia esencia del produ- cir edificando no se deja deducir exhaustivamente ni del arte del edificar, ni de la ingenieria, asi como tampoco de la conjuncién de ambos. El producir edificando no estar tampoco acertadamente determinado entonces, si lo traté- semos de pensar en el sentido de la primitiva techne griega, es decir, como un dejar aparecer exclusivamente que enca- ja como presente, a un algo producido, en lo ya presente, La esencia del edifiear es el dejar morar. La ejecucién, esencial del edificar eonsiste en Ia ereccién de lugares @ través de In unién de sus espacios. Sélo cuando podemos acometer el habitar, podemos nosotros edificar. Pensemos or un momento en una casa de labriego de In Selva Negra, edifieada hace un par de siglos por un morar todavia cam- pesino. Aqui, 1a urgencia del permitir Ia libre entrada uni- taria de Ia Tierra y el Cielo, los Dioses y los Mortales en los objetos, ha erigido la casa. Ese morar campesino ha coloca- do Ia vivienda al costado de Ia falda de In montafa, contra el mediodia y protegida del viento, entre las praderas y en In cercania del manantial. El le ha dado el amplio techo de madera, el cual, en conveniente inelinacién soporta las cargas de nieve, y tendido profundamente hacia abajo pro- tege las habitaciones de las tormentas que se producen en las largas noches invernales. El no ha omitido “el éngulo del Ser Supremo” trés In mesa colectiva; él ha dispuesto en las habitaciones los respectivos sitios santificados para el lecho infantil y el “rbol de los muertos" como suelen Hamar allé al ataid, y de esa manera ha dibujado el esque ma de sus respectivos caminos a Ins distintas edades que conviven bajo un techo. Un oficio, originado él mismo del morar y que usa todavia sus herramientas y anda como objetos, ha edifieado la granja. Sélo cuando podemos habitar, podemos edifiear. No significa en nigun caso Ia referencia a la easa del campesi- no en la Selva Negra que debamos y podamos volver al e fear de esas granjas, sino que dicha referencia nos demues- tra en um morar pasado, cémo se prido llegar al edificar. Pero el morar es el ratyo esencial del ser, conforme al cual los mortales son. Quiz a través de este intento de reflexién acerca del morar y e] edificar logremos una vision mis clara de que el edifiear pertenece al morar, asi como de eémo recibe de este iltimo su esencia. Bastante hemos ganado si logramos transportar, tanto al morar como al edificar, al plano de fa duda, con Jo cual se garantiza que habrin de permanecer ellos siendo moti- vo de especulacién y pensamiento. ‘Sin embargo, puede que la argumentaciém aqui inten- {ada afestigie que el pensar mismo, en igual sentido que 1 edificar aunque en distinta forma, pertenece al morar. Edificar y pensar son, respectivamente y de acuerdo ceada cual con su estilo, indispensables para el morar. Sin embargo, ambos resultan todavia insuficientes para el mo- rar mientras eada uno de ellos agencie lo suyo por separa- do, en lugar de establecer una mutua vinculacién. Esto dk timo pueden aleanzarlo cuando ambos, el edifiear y el pen- sar pertenecen al morar, permanecen en sus limites y saben, que tanto el uno como el otro son producto de una larga experiencla y prictica incesante, Esta conferenela ha tradueido un intento de reflexién facerea de Ia esencia del morar. El ite paso consist ria en formular la siguiente pregunta: ;Cuél es Ia sftuactén del habitar en ésta nuestra eritica actualidad? Se habla por doquiera y con razén en torno a la escasez de viviendas. No sélose habla sino quese trata de hallar una solucién. Se in- tonta resolver le escasez a través del suministro de viviendas, promocién de la construccién de las mismas, y planificacién de todo lo relativo a construccfones. Tan difiell y dur: amenazante como puieda seguir siendo la escaser de das, fa verdadera dificultad del habitar no esteiba, de pri- ‘mera instaneia, en Ia carencia de viviendas. La auténtica necesidad de habitacién es también més antigua que las guerras mundiales y las destrucciones, anterior también al crecimiento demogréfico en el mundo y a Ia situacién crea- dda por el obrero industrial, La verdadera urgencia del h bitar consiste, primero, en que los mortales de nuevo siem- pre buscan Ia esencia del morar y luego, en que ellos han de aleanzar primero et aprendizaje det habitar mismo. Cé- mo, si la “apatricidad” del hombre consistiera en el hecho de que el hombre ni siquiera considerase la necesidad au- tntiea del morar como la necesidad. No obstante, tan pron- to como el hombre piensaen la “apatricidad”, deja ésta va de ser una desdicha. Ella es, justamente atendida y bien con- servada, el nico aliento que Hama a los mortales al morar. 4Pero de qué otra manera pueden los mortales corres: ponder a este aliento sino intentando de su parte, a partir 79 de ellos mismos, conducir al morar a la plenitud de su esen- cia? Ellos realizan esto tiltimo, cuando edifican a partir del morar y por el morar piensan,

You might also like