tomas de la enfermedad eran muy desagradables:
una aversi6n irreprimible a cualquier migaja de
comida (lo que constituia un peligro mas para
la vida) y terribles ataques de delirio. El peor de
los casos de delirio lo sufrié un amigo mio que
creia que se estaba muriendo y al intentar rezar
era incapaz de encontrar las palabras. Para evitar
estos ataques yo y muchos otros intentabamos per-
manecer despiertos la mayor parte de la noche.
Durante horas redactaba discursos mentalmente.
En un momento dado, empecé a reconstruir el
manuscrito que habia perdido en la camara de
desinfeccién de Auschwitz y, en taquigrafia, gara-
bateé las palabras clave en trozos de papel dimi-
nutos.
UNA SESION DE ESPIRI
SMO.
De vez en cuando se suscitaba una discusién
cientifica y en una ocasién presencié algo que
jams habia visto durante mi vida normal, aun
‘cuando, tangencialmente, se relacionaba con mis
intereses cientificos: una sesién de espiritismo. Me
invité el médico jefe del campo (prisionero tam-
bién), quien sabia que yo era psiquiatra. La reu-
ni6n tuvo lugar en su pequeno despacho de la
enfermerfa, Se habia formado un pequefio circu-
lo de personas entre los que se encontraba, de
modo totalmente antirreglamentario, el oficial
de seguridad del equipo sanitario. Un prisionero
extranjero comenz6 a invocar a los espiritus con
una especie de oracién, El administrativo del cam-
po estaba sentado ante una hoja de papel en blan-
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co, sin ninguna intencién consciente de escribir.
Durante los diez minutos siguientes (transcurri-
dos los cuales la sesin concluyé ante el ‘racaso
del médium en conjurar a los espiritus pira que
se mostraran), su lépiz traz6 -despacio- unas
cuantas lineas en el papel, hasta que fuc apare-
ciendo, de forma bastante legible, «vae v.». Me
aseguraron que el administrativo no sabfa latin
y que nunca antes habia ofdo las palabras «vae
victis», «jay los vencidos!». Mi opinion personal
es que seguramente las habria ofdo alguna vez,
aunque sin llegar a captarlas de forma conscien-
te, y quedaron almacenadas en su interior para
que el