abrir_pdf

You might also like

Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 14
1080 Bibliografia El afiadido de toda una tltuma parte sobre la Corona, que se nos dice no figuraba en la tesis, ya puede venir de una constancia del defecto; sin este capitulo, ya més claramente resaltaria el sesgo de una imagen parlamentaria, todo Jo problemética que se quisiese, de un primer régimen constitucional. Pero 1a agregacién no lo remedia; ya entra por un concept de «poder moderador», caro ciertamente a Artola, que no rinde suficientemente cuenta de la posicién consti- tucional de una Corona que por lo pronto patticipaba tanto del poder ejecutivo como del legislativo. Que Ias mismas formas de su ¢jercicio préctico no Megan ademés a concretarse, puede delatarlo el dato de que no adquiera relieve 0 tra tamiento propio la figura, constitucionalmente imprevista, del Presidente del Go- bierno. El proceso polftico efectivo no siempre tampoco se capta. Hubiera sido preciso sumergirse mas resucltamente en la musta mentalidad constitucional de la época, que no es desde luego Ja de hoy; con un aparato ya muy selecto (confrdntese Ia bibliografia sobre 1837 de la Revista de Derecho Politico de la UNED, 20, 1983-1984, pp. 285-321, aunque ésta tienda a pecar de Jo contrario), Marcuello ni siquiera realmente aprovecha 1a primera literatura constitucionalista espafiola, que es precisamente de estos afios y que el Centro de Estudios Constirucionales viene ahora reeditando No habria ciertamente bas tado, pero a veces Ia evidencia viene més por contraste de ideas que por choque de unos datos ya procesados mediante las propias categorias Pero el libro es incitante y sus cuestiones, bésicas De su misma iniciativa cabe felicitarse cuando efectivamente los juristas no la tienen mejor entre nosotros ara estos esenciales temas B. Ctavero: Pérez Martin, Antonio, ed.: Espaita y Europa, un pasado juridico co- min. Netas del 1 Simposio Internacional del Instituto de Derecho Comtin (Murcia, 26/28 de marzo de 1985), Murcia, Publicaciones del Instituto de Derecho Comtin, 1986, 774 pags. (indice selectivo de materias y autores citados en’ pags. 759-772). Sobre el pasado jurfdico comin de Espaiia y Europa disertaron, segin lo que promete el titulo de este volumen y del I Simposio del que procede, un con: junto de destacados especialistas en marzo del afio pasado, y ahora aparecen dignamente publicadas sus ponenciss. El mismo Antonio Pérez Martin, al que debemos agradecer el parto del Instituto de Derecho Comin, figura como editor, ¥ con todo merecimiento: por su capacidad de convocatoria, su diligencia en allegar recursos no siempre disponibles para fomentar especialidades tan poco ‘rentables’ como la nuestra, su sagacidad en la distnbucién de temas variados pero que se integran homogéneamente en un volumen de mds de setecientas paginas, su Ja. boriosidad —en fin— al preparar un excelente indice de contenido y realizar o Bibliografia 108 revisar traducciones ... disponemos de este hermoso libro que coleccrona diez y ‘ocho intervenciones de especialistas espafioles (A. Pérez Martin, J. Lalinde Abadia, J. Ferreiro Alemparte, A. Iglesia Ferreués, B. Clavero, A. Garcia y Garcia, J. Cerdg, M. Peset) y extranjeros (G. Dolezalek, H. Coing, W. Wagner, D. Tamm, F, Ranieri, D. Maffei, A. Gouron, A. Wolf, P. Lincham, R. MacDonald). Tanta ciencia organada, sobre todo cuando se trata de buena organizacién, €s algo a lo que no estdbamos muy acostumbrados; seria fécil incurrir en el t6pico nacionalista razonando que la larga estancia alemana de Pérez Martin, la presencia incluso de varios histortadores alemanes en el Sumposio y sus actas, domesticaron a componente ibérica de improvisacién o alegria ejecutiva, pero el razonamiento parece indefendible. Y considerando la falta de rigor de los tépicos enfrentados a la ciencia nos situamos ya ante la més general consideracién que formularé la critica ante este libro. «la construccién de la nueva Europa ha de set una obra comin también de los historiadores del Derecho», anuncia Pérez Martin en la primera de Jas disertaciones publicadas (pég. 12), originaria- mente intervencién de apertura del Simposio, subrayando Ia actualidad de es- fuerzos cientificos para el conocimento del derecho comtin en los dias de la adhesién hispanoportuguesa al mercado, también comin, en que resulta agotada Ja idea de Europa; un detecho y un mercado comunes para el orbis christianus de vigencia clésica del primero, aunque hoy, y todavia en tiempos més modernos de aquel derecho, para un espacio geogréfico cuyas reducidas dimensiones cues- tionan semejante vocacién universal, seta consecuencia necesaria de Ia revolucién burguese, daténdose asi de manera precisa; pero un derecho conmin histérica- mente localizado —sus commune— con dificultad podré fundamentar Ia ilusién © el compromiso eutopeista. El lector supondré concesiones a los problemas de organizaci6n, con lo que se cierra el circulo que describe el parrafo presente: la financiacién del Simposto, atin la del mismo Instituto, al ser piblica —al de- pender de organismos oficiales que unen la despreocupacién por el destino de sus inversiones a la contingencia anecdética con que aprueban las distribuciones de fondos—, obliga a esgrimic argumentos tan convenientes para el politico como impresentables ante el cientifico; mas el lector teme que no se trata solamente de retérica. Sino opondré yo repatos a la afirmacién de Pérez Martin segin la cual «la historia del Derecho ha tenido la suerte o la desgtacia de haberse constituido como disciplina juridica auténoma en una época que podriamos ca lificar de nacionalistay, siendo asi «una historia del Derecho en gran medida artificial» (pég. 12), tampoco este autor, y con él Ia concepcién toda del Sum: posio, quedardn libres de artificialidades: «de acuerdo con las realidades politi- cosociales del presente, en adelante deberfamos prestar més atencién en Ia historia del Derecho a ta orientecién regionalista, autonémica y a la orientacién euro- peista, comunitaria, sin abandonar por ello !a otientacién nacionalista» (pags. 12- 13), lo que Pérez Martin justifica «siguiendo el ejemplo de los fundadores de nuestra disciplina» (pg. 12), previa y oblicuamente acusados de artsficiales ; las péginas de Pérez Martin sobre la «importancia del Derecho Comin» (pags. 16-18) desarrollan estos planteamientos; Ia biisqueda de razones para fundamentar Ja instalacién en Murcia del Instituto que nacfa con el Simposio (pags. 18-23), al ir més alld de su reconocida autoridad como experto en las fuentes del sus 1082 Bibliografia commune y animoso editor de los textos hispénicos, se presenta excesivamente lejana de exigencias académicas ‘Acaso, entonces, tras la retérica aparezcan vicios en la metodologia; acaso estemos ante una determinada maneta de entendet y practicar la historia del de- recho trivializada una vez més por la situacién de presente. Asi Gero Dolezalek: fen sus «Observaciones sobre el desarrollo del derecho comin hasta la época de Alfonso X el Sabio» (pigs. 27-44), titulo por lo demés un tanto forzado en el intento de conceder plaza a la figura alfonsina en el séptmo centenario de su fallecimiento, el mito comunitario abre («En Ja actualidad nos esforzamos por reencontrar 1o que los europeos tenemos en comiin. Diez estados de Europa han constituido una unidad, en la que pronto entrarin Espafia y Portugal. En este caminar hacia la unidad politica se deberfa recordar la unidad juridica pasada que unié antiguamente a los paises de Europa, es decir, el Ius Communes) y cietra («Ojelé que 1a cultura juridica vuelva a ser de nuevo totalmente europea, como lo era entonces») Ja erudita disertacién; asi también Helmut Coing al precisar, muy a grandes rasgos, «La contribucién de las naciones europeas al de- recho comtin» (pigs. 45-61), necesariamente pecando por exceso (del «jurista belga Christynen» se nos habla en pag. 57) y por defecto (ausente de la compa: racién de «contribuciones» naciondles territorios no estatales, como Cataluiia). La aceptacién apresurada de 1a idea de Europa en la histotiografia juridica con- tempordnea ha roto, lo acepto gustoso, un trasnochado nacionalismo que levaba 4 identificar Ja historia del derecho con la descripcién de fueros y poco més; ha supuesto también la aparicién de obras e instituciones de envergadura —entre todas, el Max Planck Institut fur europaische Rechtsgeschichte— que han reno. vado y estimulado nuestros conocimientos; pero conviene extremar la reflexién Fara evitar —retomo expresiones de Pérez Martin— sustituir unas artificialido- des por otras. Aunque las segundas sean preferibles, al menos para mi, a las primeras. ‘Ya anuncié Ja diversidad como rasgo comin a los diez y ocho trabajos que sntegran el volumen, pero ahora conviene mayores precisiones Algunos son, pro- piamente, esctitos de presentacién (Antonio Pérez Martin: «Planteamiento y ob- jetivos del Sumposio Internacional Espaiia y Europa, un pasado jutidico comin’, pags. 11-26), no exentos, lo hemos visto, de interés metodolégico; en otro caso estamos ante conferencias o disertaciones de naturaleza similar (Helmut Coing, antes citada; Jesis Lalinde Abadia, «El Derecho Comiin en los tettitorios ibérr- cos de la Corona de Aragén», pigs. 145-178), en ocasiones las aportaciones se presentan como informes de trabajos en curso (Domenico Maffei, «Manuscritos jurfdicos napolitanos del Colegio de Espafia y sus vicisitudes entre los siglos xv y Xvim, pags. 119-129; Gero Dolecalek, de obra anteriormente recogida; Robert MacDonald, «El Espéculo atribindo a Alfonso X, su edicién y problemas que plantea», pags. 611-653; Antonio Garcia y Garcia, «La tradicién manuscrita de las Siete Partidas», pégs. 655-699); finsimente, el resto de los esctitos pueden considerarse como monografias, de variable amplirud temética y contenido (Wolf gang Wagner, «Las Constituciones del emperador Federico I para el reino de Sicilia y la legislacién de Alfonso el Sabio», pégs. 63-79; Ditlev Tamm, «Un paralelo nérdico de ta obra alfonsina: 1a legislacién del rey Valdemar IT de Di- Bibliografia 1083 namarca», pags. 81-100; Filippo Ranieri, «El estilo judicial espaiol y su in- fluencia en la Europa del Antiguo Régimen», pp. 101-118; André Gouron, «Las relaciones juridicas entre Cataluia y Provenza en el siglo xu», pags. 131-143; Jaime Ferreiro Alemparte, «Acercamiento mutuo de Espafia y Alemania con Fer- nando III y Alfonso X el Sabion, pags. 179-222; Armin Wolf, «Derecho electivo y sucesién hereditaria en los reinos y en el Imperio de Alfonso el Sabio», pags. 223 257 més una tabla sin paginar; Peter Linchan, «Pseudo-historia y pscudo-liturgra en la obra alfonsinay, titulo que diftere del recogido en los encabezamientos de las paginas, més hermosos: «Liturgia sofiada y pseudohistoria en la obra alfonsinay, pags. 259-274, Joaquin Cerdé «Pnincipios del Detecho Comin en los derechos locales del antiguo Reino de Murcia, 1245-1284», pdgs. 701-726; Mariano Peset, «Los fueros y privilegios alicantinos de Alfonso X», pdgs 727-758). Quedan ain dos estudios de diffeil clasificacién, no en ultimo lugar por tener una extensién muy diferente a la de los anteriores: Aquilino Iglesia Ferreirds, aLa labor legislativa de Alfonso X el Sabio», pigs. 275-599 (el lector sepa que no cometo aqui errata), y Bartolomé Clavero, «Signo social y secuela politica de Ia legislacién alfonsina. Planteamientos manualisticos», pags. 601-610; uno y otro, ademas, intimamente re- Iscionados, pues las paginas de Clavero recogen, con Ia inexcusable remodelacién, las ideas de su intervencién oral tras Ia exposici6n de Iglesia y con ocasién de un debate cuyo atractivo no hard falta describir por la personalidad ciemtifica de los especialistas implicados. Temas variados, pero recurrentes: de nuevo el ius commune como coordens- das que sitéan la mayorfa de, si no todos, los trabajos publicados, agotado en ese epasado juridico comiin» a Espafia y Europa segtin la convocatoria y rétulo del Simposto. Ius commune en la Peninsula Tbérica —ausente, no obstante la vocacién comparativa 0 integradora del Simposio todo y varias de las ponencias, el territorio de Portugal— aunque concretado en la personalidad, ta época y las leyes de Alfonso X, que de Murcia se trataba y dentro atin del centenario de su muerte; al menos diez de Jos trabajos son de asunto alfonsino, con lo que el libro editado por Pérez Martin resulta la principal aportacién de los histori dores del derecho a ese centenatio, y, desd= ahora, obra de cita obligada en la ya abultada discusién sobre Ia politica legislativa del rey Sabio. Si el titulo del Simposio, aceptado en las actas, encierra, como hemos visto, artifictalidades en los planteamientos cientfficos, 1a constatacién anterior revela ese titulo insuficiente, de nuevo: que de una coleccién de monografias alfonsi- nas dispone el lector, no se deduce del mismo necesariamente, guiéndole tan sélo el lenguaje de los iconos: Ia reptoduccién, asi no inocente, de una mimatura de Alfonso con atributos y leyenda imperiales en la colorida portada del libro Conviene reflexionar sobre el doble argumento del Simposio, sus commune y Alfonso X, pues Ia combinacién, junto a sus muchas ventajas, adolece de ca- rencias. Algunas ponencias se limitan a lo primero, a pesat —a veces— de concesio- nes de titulo (Gero Dolezalek, Helmut Coing, André Gouron, Jesiis Lalinde), mien. tras otras, prescindiendo de Alfonso como protagonista simbélico de Ia recepcién, van referidas a diversos aspectos de fa historia alfonsina (Jaime Ferreiro, Armin Wolf, Peter Linehan); las que estudian, més bien desde el éngulo de la Uamada historia de las fuentes, Ia obra de Alfonso X como capitulo poco menos que 108 Bribliografia cesencial de Ia recepcién peninsular del ius commune (Aquilino Iglesia, Bartolomé Clavero, Robert MacDonald, Antonio Garcia y Garcia), en ocasiones insistiendo en comparaciones que —desde Iuego— prometia el enunciado del Stmposio (Wolfgang ‘Wagner, Ditlev Tamm), se cifien, con violencia a ese enunciado, a un momento demasiado germinal y especifico de la larga Arstorta turis communts, si bien no falta alguna compensacién en las propias actas del Simposio (Filippo Ranieri, Do- menico Maffei). Una visién del ims commune como fenémeno de origen me- dieval y operante, en Ia préctica de nuestra docencia y nuestra investigacién, en la Edad Media es, atin, demasiado habitual, aunque autores como Bartolomé Clavero 0 Anténio M. Hespanha hayan contribuido poderosamente a superaria; mas de su operatividad, acaso por la atraccién que ejercfa el centenario alfonsino, el Simposio de Murcia es excelente ejemplo. Algunas de las pretendidas carencias, en 1a medida en que lo son simplemen. te en relacién a los propésitos confesados o supuestos del Simposio, pueden cons- ttuir virtudes, que no quisiera desconocer el autor de estas lineas. Sobre todo destacan los trabajos de Jaime Ferreiro Alemparte y Armin Wolf, no referentes al sus commune pero ilustrativos, y porque cubren lagunas de nuestros conoci- mientos como historiadores del derecho los festejaremos, del complejo. mundo cultural de la corte de Alfonso X (evocado, en sus conexiones con Alemania, por el primero) y de las bases juridicas y politicas de las pretensiones de ese rey al trono imperial (ponencia del segundo). Por lo demés, las limitaciones de contenido de los estudios eruditos sobre las fuentes (en general, Gero Dolezalek ; fen relacién con las alfonsinas, Robert MacDonald y Antonio Garcla y Garcta), son ampliamente compensadas cuando, como es el caso, los esfuerzos de sus autores han desembocado en preparar Ia base necesaria para disertaciones de mayor enjundia. Tan numerosas las contribuciones al Simposio y, muchas de ellas, tan ricas de contenido, es précticamente imposible dar cuenta cumplida de sus términos. De las paginas antecedentes ha obtenido el lector una idea global de las actas, y, convencido seguramente de su importancia, no evitard el estudio directo de las mismas. En ese entendimiento, me limitaré a mencionar algunos trabajos de atractivo especial y a comentar ciertos aspectos de contenido. De los més afectados por el espiritu europeista, un conocedor tan reputado de los manuscritos medievales del ts commune como Gero Dolezalek siempre tiene ‘algo que ensefiar; los escripulos de método no impiden el aprovechamiento de su muchas experiencia. Dolezalek comienza por precisar, ofreciendo explicaciones que al lector parecerén a veces demasiado simplistas, el contenido del ius com mune en los siglos x1t y x11: Ja sepatacién entre los estudios y los estudiosos de canones y de leges, pues Imerio, magister artiumt y no tedlogo, «por afiadidura fiel al emperador y enemigo del Papa» (pég 29), comenzé a glosar los textos romanos prescindiendo del saber de los canonistas Seguidamente Dolezalek quiere responder a Ia cuestién de la difusién del ius commune en el siglo xttt, conclu- yendo acerca de la existencia de «dos oleadas distintas» en Ia historia de 1a Bibliografia 1083 recepcién una primera, répida, en el seno de la Iglesia, y una segunda, que afecté a la praxis juridica laica, més lenta y necesariamente conectada con el acceso de shombres cultos» a los «puestos de Ia administraciéa de los reinos y principados y de las ciudades» (pigs. 31-32). Es evidente que Dolezalek ofrece planteamientos y respuestas clésicos en el estudio de Ia recepcién, aceptando el papel de personalidades individuales, como Imerio, en la orientacién de los co nocimientos juridicos y tesis harto generales —ela difusién (del 1c) a través de hombres cultos que poseyeron posiciones claves— en defecto del andlisis que deberd respaldarlas, pero sus paginas han de aceptarse en lo que son: una apre- tada sintesis apoyada en muchos afios de trabajo directo con las fuentes. Por eso es la parte final de la ponencia, la relativa al grado de elaboracién de glosas ¥ otras obtas jurfdicas hasta mediados del siglo x11, la que més interesaré al especialista, dependiendo estrechamente de propias investigaciones: el menor tec- nicismo de los textos canénicos, difundides ademés con rapidez y sin una previa interpretacién doctrinal, ocastonaria «antes de la fijacién del siglo x11t» —antes de Inocencio 1V, Bernardo Parmense, el Hostiense y Bartolomé de Brescia— «una gran diversidad de opiniones», refleyedas en el elevado porcentaye de glosas origi nales de algin manusctito atslado (dos tercios de las glosas al Decreto, estudia- do, por Rudolf Weigand en colaboracién con Dolezalek, oftecen una muestra autotizada de ello), en tanto las fuentes romanas serian objeto de estudio mis tuniforme, como revela el porcentaje menor de glosas originales y la literatura misma de Disensiones dominorum. Ahora bien; explicar, sobre esa base, la di- ferente difusién de manuscritos romanos y candnicos en las bibliotecas actuales (pigs. 36 y 55., con mapas de las pégs. 38 y 39), parece violento: dificil de aceptar Ia afirmacién de Dolezalek segiin la cual «los lugares en los que hoy se conservan manuscritos yuridicos del siglo x11, coinciden en gran medida con las ‘mismas regiones geogréficas en las que ya en la Edad Media también se encon- traban los manuscritos» (pag 37), la presencia de instituciones eclesidsticas por todo el orbis christianus justificaria en mi opinién la mayor reparticién geogrd- fica de los manuscritos canénicos. St Dolezalek se ocupa de un momento clésico del ius commune, analizando a grandes trazos fuentes manuscritas, Wagner y Tamm, lo sabemos ya, optaron por la proyeccién alfonsina del Simposio, ofteciendo patalelos —asi, expresamen- te, el segundo de los autores citados— extrapeninsulares de la Iegislacién del Alfonso X Acostumbredos normalmente a cotejar la politica legislativa de Al- fonso, ocasionalmente también sus resultados —los textos que la protagonizaron—, con acontectmientos de Ja historia juridica peninsular, en especial la actividad de Jaime I, la lectura de las paginas de Wagner y Tamm sirve para enriquecer fnuestros habituales planteamientos. Wagner, con todo, logra més una presen cién general y una aportacién bibliogrifica de y sobre el Liber Augustalis de Federico IT que avanzar en el estudio de su hipotética relacsén con el Fuero Real; la confrontacién de pasajes similares cs demasiado débil (cfr. pags. 7677) como para pronunciarse, segiin hace Wagner (pag. 79, conclusiva), a favor de la uutilizacién del Liber siciliano por el rey de Castilla, aparte de que la lectura detenida de las actas del Simposio obligaré a este autor a matizar afirmaciones (pig 75 «el Espéculo se atticula en cinco libros», 0 en Ia misma pag. 75, y 1088 Bibliografia recogiendo a José Antonio Maravall. «Se ha considerado a Alfonso el Sabio como vencedor de una sociedad feudal en favor de una sociedad organizada estamen- talmente», Io que yo retrasarfa hasta oto Alfonso, pero de mediados del si- glo xtv) no siempre bien fundamentadas Desde luego las comparaciones siempre serdn fructiferas, aunque permitan tan sélo reflexionar mejor sobre lo que co nocemos; de ahf la utilidad de repasar también el articulo de Tamm, centrado en Ia tarea legislativa de Valdemar 11 —legifer— de Dinamarca Del trabajo de Tamm resaltarfa, sobre todo, el dato de redacciones de leyes en lengua danesa a fines del siglo x11, no aclarado suficientemente todavia (no lo hace, aceptando Ja hipStesis mas tradicional de Jos fil6logos, Robert MacDonald, en pigs. 631-632, aunque para el autor se trate de una respuesta encontrada - propiamente, varios trabajos bajo tinico titulo. Iglesia perfila en pags. 282-283 sus contenidos: una primera parte expo- niendo su «idea acerca de Ja labor legislativa alfonsina», formulada dogmética- mente pues se trata de la redaccién de la exposicién académica que el autor declara realizar a sus estudiantes, seguida sin embargo de un «capitulo de du- das» (pégs. 284463); una parte segunda que contiene «una exposicién critica del planteamiento originario de Garcfa Gallo> (pégs. 463-512); terminando con una tercera adirigida a sefialar que tas afirmaciones bisicas de Garcia Gallo —Gregorio Lépez realizé una labor de acumulacién y desvirtuacién al mismo tiempo del texto alfonsino, mediante el recurso a autores posteriores al momento 3088 Bibliogra de Ia redacci6n de las Partidas; la Academia no se atrevié a desautorizar el texto de la edicién de Gregorio Léper y finalmente Martinez Marina, consciente de Jas grandes divergencias existentes entre los diferentes manuscritos, prefirié ocultar la verdad, antes de descubnr que durante siglos se habia reconocido como autén- tico un texto resultado de una cierta mixtificacién— no encuentran més apoyo que Ia autoridad del Prof. Garcia Gallo» (pags 512-599). Critica y exposicién de la concepcién personal de la politica legislativa de Alfonso X como contenidos esenciales de estas piginas, justificéndose asi determinados aspectos formales que pueden lamar Ia atencién det lector: escasez de notas y referencias frente a la inclusién frecuentisima de pascies legales 0 pértafos del autor que se discute en el cuerpo mismo de la ponencia, Son tan repetidas, y seguramente justificadas, las quejas de Iglesia sobre la deformacién de sus planteamientos por parte de los usuarios de su obra que temo presentar ahora un resumen de los mismos, no en dltimo Tugar porque todo re- sumen resulta distorsionador ; pero me consuelo pensando que, una vez publiceda, a obra rompe el cordén umbilical que la unia al autor, cuya opinién, no sélo etimolégicamente autorszada, es sin embargo una de las posibles que permite formular et dato de Ia publicacién, Los escritos cientificos generan relaciones di- ndmicas, tanto ms cuando son ricos € importantes de contenido Enfrentado al problema de la creacién del derecho en la Edad Media, Iglesia acepta la vision de Fritz Kern. pera Ia sociedad altomedieval, el derecho es una creacién divina ante Ia que s6lo cibe, pot parte del hombre, una tarea de des- cubrimiento e identificacién; los actos que hoy calificarfamos de legistativos —entendiendo el término como creacién juridica, en un sertido amplo— fueron, a los ojos de los contemporéneos, simplemente momentos de declaracién, restat- raci6n o discreta reforma de un viejo y buen derecho creado por Ja divinidad. Con alguros precedentes, Ia actividad de Alfonso X supone la reivindicacién de- finitiva de la facultad de crear derecho reconocida al monarca, esto es, ef triunfo del universo jurfdico nuevo identificado con el fenémeno de la Recepcién. Esta idea fundamental engloba necesariamente otras, que s6lo la recesidad de faciltar su conocimiento obliga ahora a distinguit. la unificacién juridica de los territo- rios sometidos a Alfonso y el impulso de la renovacién juridica en los mismos. Fuero Real, Espéculo y Partidas serian las piezas en que descansaba esta politica de creacién real del derecho, predominando en FR el establecimiento del mono polio legislativo a favor del rev, la finalidad de unificar juridicamente los reinos alfonsino en Espéculo y Ia taren de renovacin juridica en Partidas (cfr pag 292), Asi se explica que FR fuese objeto de concesién especial a Castilla y las Ex- tremaduras, ¢s decir, a zonas diferenciadas juridicamente por el arraigo de le Wamada creacién libre de derecho mediante fazafias y la autoromfa normativa municipal (cfr. pég. 291, pag. 307, pig. 309), sin que a esta vigencia generalizada, que autores antiguos y modernos (ft. Bartolomé Clavero en Historia, Institucio- nes Documentos 3, 1976, 146-147 y 164165) no dejaron de apuntar, obste Ja concesién municipal de dicho Fuero (cfr de nuevo pig. 309). También «se comprende . que al mismo tiempo que se tealizaba el Fuero Real, se estuviese realizando una obra m4s ambiciosa, ditigida a consolidar el monopolio legistativo, pero ditigida a alcanzar al mismo tiempo la unificacién juridica y a proceder a Bibliografia 1089 una renovacién profunda del derecho, acorde con la politica planteada Esta obra, donde Alforso X pensaba culminar su tarea, es la que conocemos hoy con el nombre de Espéculo» (pigs. 310-311) Desarrollando estas ideas, Iglesia insis- tird en los rasgos diferenciales de Espéculo frente a FR (pags. 316 y ss.), proba- blemente profundos, pero en esas paginas disefiados con trazos muy débiles como para sustentar satisfactoriamente sus hipétesis; no veo inconvenientes en admitir que las diferencias entre los prélogos de FR y Espéculo —el silencio en el de esta segunda obra sobre los albedrios de los hombres, no obstante se mantenga la referencia a las fazafias— revelan finalidades distintas para textos insertos dentro de 1a misma linea politica (cfr. pags 311-312), mas las diversidades siste- mética y de contenido en los libros iniciales de FR y Espéculo me resultan poco decisivas; vinculat la labor de renovacién juridica a los libros cuarto y quinto del Espéculo, «donde el proceso romano-carénico ha sido ampliamente recibido» (pags. 331-352), tampoco parece fundamental cuando estamos perfectamente in- formados de la naturaleza esencialmente canénica del proceso en el Fuero Real (cfr. Jestis Vallejo en AHDE 55, 1985, 612-644, 644.653) e¥ las Partidas? Iglesia entiende que Espéculo, la obra de Alfonso X des- tunada a actuar Ia unificacién y la renovacién del derecho en los reinos, quedé interrumpida bruscamente por el fecho del Imperio: cuando Uegaron a Sorta los enviados de Pisa, ofreciendo al monarca castellano-leonés 1a corona imperial, comienza (1256) la elaboracién del tercer Iubro juridico alfonsino (eft. pg. 332). El autor aclara, probablemente para ahuyentar esas interpretaciones torcidas de que ha sido objeto, que «no se trata de afirmar que las Partidas fuese una obra realizada para el imperio sino una obra realizada para los reinos castellanos en atencién al fecho del imperio» (pig. 332) Si el Espéculo fracasé porque surgieron las Partidas, no hay dificultad en reconocer la identidad de plantea- miento que manifiestan estas dos obras: sus prélogos, aun con «diferencias evi dentes», teflejan cun clma mental semejanter (pig. 337), € idéntica corsidera cién cabe realizar tras el anilisis de los respectivos primeros libros (pags. 338 ¥ 55.), no obstante ocasionales matizaciones (cft., por ejemplo, pag. 340 6 pag. 358) Prescindo por ahora de ottos aspectos del trabajo de Iglesia para realizar al- guna observacién. Primera: Ia aceptacién de la concepcién de Frizz Kern sobre cl viejo y buen derecho altomedieval es, ya lo destaqué ¢ Iglesia insistentemente lo reconoce (cfr. pég. 285, pég. 287, pag. 295, pig 320, pig. 357, pag. 461 ), punto de partida para la comprensién tanto del panorama de la creacién del derecho en la Alta Edad Media como de las transformacio-es que, referidas a esa creacién, tienen lugar a partir del siglo x1tt y que explican globalmente la po- Iitica juridica de AMfonso X; pero asi se establecen unas bases que no todos egaremos a compartir; no se trata de recordar que la hicida visién de Kern, tan fructifera para la investigacién posterior como acredita su conversién en re- cutrido tépico historiografico, ha sido objeto modernamente de profundas revi- siones (cfr. R Sprandel en Savigny-Zeutschrift, Kan. Abt. 48, 1962, 117-137; Karl Kroeschell en Vortrage und Forschungen, 12, 1968, 309-335; Gethard Ko- bler, Das Recht im pruben Mittelalter Untersuchungen zu Herkunft und Inbalt frubmittelalterliche Rechtsbegritfe im deutschen Sprachgebret, Kéin-Wien, Bohlau, 1971; iltimamente, Dieter Wyduckel, Ius Publicum Grundlagen und Entwick- ° 1090 Bibltografia dung des Offentlichen Rechts und der deutschen Staatsrechtswissenschaft, Berlin, Durcker & Humblot, 1984, pigs 43 y ss.) obligando de esta forma a una re- flexién critica, sino de descender al terreno de lo concreto como via de com: prensién de una politica legislative que une a miluples problemas de historia de las fuentes caracteres de lucha por el poder en un momento y una sociedad detezminados. El idealismo de Kem, asumido por Iglesia, puede no ser la gufa mejor para captar los térmiros de esa lucha 0 conocer, sein Ia tirulacién que da Clavero a sus pdginas en cl libro que se resefia, el «signo social y Ia secuela politices de unos textos normativos de historia tan accidentada. Y asi me perm. to formular una segunda observacidn: tal vez por su actitud ideahsta, el «esque- ma» que ofrece Iglesta en orden a la comprensién de Ja obra legislativa alfonsina parece resentirse en especial al sefialar las relaciones entre Espéculo y Partidas, , si se prefiere, a la hora de justificar 1a no finalrzacién del Espéculo por el inicio de Ja redaccién de las Partidas. Sabemos ya que las Partidas serian «une obra realizada para los reinos castellanos en atencién al fecho del imperion (pé& gina 332), lo que Iglesia perfila cuando en pag. 456 escribe que «Alfonso X ro quiere hacer una ley para el imperio, sino una ley para sus reinos, pero digna de tun emperador». EI rigor que he aprendido por la lectura, desde hace afoz, de a producci6n cientifica de Iglesia me Heva a exigitle una mayor precisién: . qué debemos entender por leyes digcas de emperadores? La aparente respuesta de pig. 455 necesitarfa en mi opinién ese descado rigor: «Pienso que Alfonso X, pata ganar méritos en sus aspiraciones a Iz corona imperial, tuvo que cambiar os. planes legislativos otiginariamente establecidos», escribe alli Iglesia, razo- nando que «quien quiere aspirar al imperto, quien quiere ser emperador, no puede realizar una obra Tegislativa donde el derecho del imperio no aparezca recogido De aqui que abandone Ia redacciin del Espéculo, basado en los mejores fueros de Ledn y Castilla, aunque también en el derecho comtin, y acometa la redaccién de las Partidas, basadas en los dichos de los santos y de los sabios»; aurque, desatrollando esta explicacién, ademés de matizar otras afirmaciones de las que slo recordaré a relativa a los bros cuarto y quinto del Espéculo «donde el proceso romano-canénico ha sido ampliamente recibido» (pags. 331-332), habria que aportar la prueba diabélica de que los competidores de Alfonso X —Orén de Brandeburgo y sobre todo Ricardo de Cornualles cfr Armin Wolf, en este mismo libro, pégs 231 y ss— realizaron o pensaron realizar «una obra legis- Iativa donde el derecho del impeno .. aparezca recogido», Por ahora hay que Feconocer que no sabemos 1a razén de la interrupcién del Espéculo; futuras in- vestigaciones sobre su «signo social» son, para mi, la tintca esperanza de solucién de este y otros «enigmas> Que el Espéculo fue una obra fallida, como gusta decir Iglesia, resulta, gracias a sus estudios, indiscutible No solamente Ia escasisima tradicién manuscrita de esta obra lo , admitfa Iglesia; sus lectores, yo al menos, comparten probablemente el aserto, mas en el sentido de que el “fecho del Imperio’, valorado a estos efectos por la historiografia, confunde més que explica las razones de la obra legislativa de Alfonso X. La solucién final parece lejana, en Ia medida en que atin Io est la edicién de fos materiales disponibles, siendo cierto, aunque sorprenda, «que no hayamos sido todavia ni para resolver los problemas bisicos de situacién y fijacién de textos» (queja de Clavero en pig. 604); la frecuente sustitucién de la historia por Ia —digamos— filologia acerca poco al objetivo. Tal vez nunca Heguemos a averiguar porqué el Espéculo, no terminado, cede ante las Partidas: pero, de 1092 Bibliografia nuevo tal vez, no radique ahi el prircipal problema. La suerte de Fuero Real y Partidas después del reinado de Alfonso X —la relacién entre el derecho que incorporaban con las tradiciones juridicas castellana y de la frontera— ha de merecer mayor investigacién; Bartolomé Clavero aporta en este volumen algunas reflexiones (pdgs. 601-610): es tarea comtin desarrollarlas. Baste un ejemplo, de apariencia improcedente, por conocido: ese Ordenamiento de Alcalé (1348) que todos explicamos, para tranquilzar a nuestros alumnos, y a nosotros mismos, como reglamentacién ordenadora de mundos juridicos diferentes condenados a coexistir, no resulta ahora de irterpretacién pacifica (cfr. Aquilino Iglesia, pa- ginas 298 y ss. y Bartolomé Clavero, pig 606), como tampoco, en la época de su vigencia, de facil aphicacién; el testimonio de 1a literatura contempordnea (cfr. Car- los Petit en Tidschrift voor Rechtsgeschtedents 50, 1982, 160-169), el silencio, sobre todo, en que cae ¢} Ordenamiento a partir del siglo xv, obligaria a reservarle una plaza de inferior categoria en las exposiciones histérico-juridicas al uso. O a concluir, previa la investigacién de que ain carecemos, que el éxito final del Ordenamiento justificé un honroso olvido del que sélo nos sacé, hace dos si- glos, la erudicién del padre Burriel En defecto de ediciones no faltan los proyectos, algo es, aunque los histo- iadores del derecho profesionales no sicmpre estaremos de acuerdo con los plan- teamientos de los filélogos. Uno muy avanzado, aunque no tanto como Ia raquit- ca tradicién manuscrita de la obra justificaria, corresponde a Robert MacDonald y va referido al Espéculo Su aportacién al simposio de Murcia («El Espéculo atribuido a Alfonso X, su edicién y problemas que plantea», pigs 611-653), es una noticia de esa edicién; y como anuncio debe valorarse, es decir, como ade- lanto de futuros resultados y exposicién de puntos de partida. A la espera de los Primeros, no seré ocioso entretenerse en los segundos; el lector cuenta para ello con la base que aporta Iglesia, a mi modo de ver decisiva en relacién a ‘esta obra alfonsina, Y cotejando tos resultados de Iglesia con los enunciados de MacDonald comienzan a surgir las preguntas Iglesia argumentaba que el Espéculo fue inacabado; MacDonald no llega a pronunciarse con claridad, pues razonando (muy artificialmente) sobre la divisién en siete libros del Espéculo (pags. 620 y ss.), esto es, con admisién de que faltan —-por qué no fueron compuestos 0 por inclemencias de Ja tradicién?— dos libros, ofrece algur.as hipétesis sobre su fecha de terminacién: el Espéculo seria (pags. 653) «confeccionado en el perfodo 1249-1253 por un equipo encargado del rey, promulgado u oficialmente nombrado en las Cortes de Toledo (marzo de 1254) y puesto en vigor a lo més tardar en mayo de 1255» (cfr. pig 649: avigerte o no desde 1255 hasta 1272, formé cl fundamento del proyecto mis grande y comprensivo llamado hoy las Siete Par- tidass); salvo que MacDonald prense en la promulgacién («en las Cortes de Toledo de jure en 1254 y puesto en vigor de facto por la corte en Palencia en 1255» pag 644) de un cuerpo legal inacabado, habria que inducir de sus noticias, un tanto extraiias (¢qué se entienden por promulgacién de jure y entrada en vigor de facto”), que Espéculo fue terminado en 1254/1255 En este caso Mac- Donald, en tanto editor, deberia interrogarse por la pérdida de libros del Espécu- lo segin los dos (mds un tercero del siglo xvitt, carente de interés) manuscritos que lo conservan Por lo demés, los argumentos de datacién que emplea Mac. Bibliografia 1093 Donald son muy alambicados: discute sobre 1a base de la mencién del almirante del mar como confirmante de los privilegios rodados, que se documenta en di- ciembre de 1253, para fechar ssi a quo, pues menciona ese oficio (4,12,17 y 4.1255), el Espéculo; la admisién, a iguales efectos de data, de una cita del Fuero Real (2,15,2) como Ffuero de las leys en Espéculo 5,4,22 (MacDonald, pig 649), probablemerte teferida al propio Espéculo 5,4,21 (cfr. Aquilino Igle- sia, pag. 324), por mds que haya confundide a otro investigador (Jestis Vallejo en Historia Instituctones Documentos 11, 1984, 363, n. 59), no puede com- partirse. ‘Menos cercana parece Ia edicién de las Partidas, cuya tradicién manuscrita hha interesado en el coloquio de Murcia al P. Antonio Garcia y Garcia (pégs 655: 699). Sus lectores, que lo son también de las otras ponencias, podrén opon= reparos a las observaciones que introducen el cuerpo de la exposicién. las criticas a Ia edicién académica, que (con Garcia Gallo) formula Garcia y Garcia (cfr. pé& ginas 658 y ss), debetin en todo caso revisarse tras 1a matizada defensa de Martinez Marina y la Real Academia realizada por Aquilino Iglesia; pero cl trabajo de Garefa y Garcia es esencialmente instrumental: clenca los manuscritos de las Partidas hoy localizados (hasta 117), acompafiados de una descripcién ¢ indicaciones bibliogréficas, éstas, al parecer, procedentes de Jerry Craddock (cft pag 670° «Para compilar la bibliograffa sobre cada uno de los cédices, me ha sido de gran utilided la obra de Jerry R. Craddock A Bibliography of the Le- sislative Works of Alfonso X et Sabio, King of Castile and Leon, 1251-1284», cfr ademas nota adicional en pig. 699) «Dudardn mis lectores que el libro editado por Antonio Pérez Martin es uno de los mas importantes publicados este affo y referentes a nuestra especialidad? Convencido de ello, he procurado siempre, en Ia limitada medida que permite mi actual campo de trabajo, demostrarlo, En buena hora nacido sea el Instituto de Derecho Comtin de la Universidad de Murcia, si tan activo se muestra en el futuro Quienes creemos en los rendimientos de una historia europea del derecho —en los intercambios cientificos, en la superacién de anacrénicos na- cionalismos..— saludaremos inicrativas como la presente; los resultados logrados animan a proseguir, incluso cuando no se desea, al contrario que Juan Garcia- Graneto (AHDE 55, 1985, 492), que «el redescubrimiento de Europa como comunidad de naciones cristianas unidas por la fe catélica sobre una base cul tural gtiega y romana, nos pueda hacer encontrar el camino a seguir para que Europa vuelva a ser lo que fue, y sobre todo, para superar To que tristemente ha llegado a set: una sociedad neopagana o excristiana fundada en el materials mo y en Ia amoralidad» (") Cantos Perit

You might also like