Otra de las consecuencias de la Guerra Civil fue el exilio de numerosos
escritores que desarrollaron su creación en un ambiente bastante distinto
al español. Como consecuencia de la defensa de la causa republicana por parte de estos escritores, la mayoría se exilió. Desde diferentes países hispanoamericanos siguieron escribiendo y publicando, pero sus obras apenas fueron conocidas en España a causa de la censura. Si bien siguieron orientaciones diversas, en sus relatos se pueden citar como comunes los motivos que giran alrededor del tema de España: el recuerdo de la infancia y la juventud, la guerra y la tragedia del exilio. Algunos de ellos se integraron en su nueva realidad e incorporaron otros temas de su presente o eligieron enfoques simbólicos o alegóricos. En general, cultivaron una realismo renovado que incluye distintas aportaciones. Entre los más importantes cabe citar a Ramon J. Sender, Max Aub y Francisco Ayala. Ramón J. Sender (1901-1982). Este escritor aragonés cuenta con una producción novelística anterior a la Guerra, de denuncia social: Imán (1930), que cuenta la desastrosa intervención militar española en Marruecos. Siete domingos rojos (1932) novela documental que refleja la vida de los militantes anarquistas. MR Witt en el cantón (1935), novela histórica que se basa en al sublevación federalista de Cartagena durante la Primera República (1873). Después de la contienda, escribe una extensa obra en la que se encuentran manifestaciones de variadas tendencias y temas: narraciones realistas, alegóricas, históricas, autobiográficas, misceláneas. Destacan tres grandes temas: la evocación autobiográfica, la Guerra Civil y la América española. Crónica del Alba (1942) es la primera y la mejor de una serie de novelas en las que el autor reconstruye su vida en forma novelada. Una de sus obras más celebres es Réquiem por un campesino español (publicada en 1953 con el título de Mosén Millán) es considerada su obra maestra. Trata de la tragedia de la Guerra Civil ejemplificándola en la vida y fusilamiento de un joven campesino aragonés debido a su lucha por los derechos de los campesinos. la historia es recordada por un sacerdote que no solo no consigue salvarle, sino que participa en su muerte. El suceso no está narrado en orden cronológico, sino mediante saltos entre el pasado y el presente. La crítica ha destacado, además de la documentación real, su visión ética, su atención a la complejidad de la contienda y al comportamiento de los seres humanos (el compromiso, el egoísmo o la traición, las ilusiones y la desesperanza), la elaboración estilísitica de su discurso y la riqueza lingüística de los diálogos. Francisco Ayala. Su narrativa en el exilio se distingue por el tono reflexivo de su prosa, en la que prevalece una visión crítica, satírica y pesimista del ser humano. Destacan sus libros de relatos, entre los que sobresale La cabeza del cordero (1949), y las novelas Muertes de perro (1958), en la que critica los regímenes dictatoriales, y El fondo del vaso (1962), censura de la corrupción de la alta burguesía. A lo largo de toda su obra Ayala ha mostrado un especial cuidado por el estilo y el lenguaje. Otras obras suyas son La calle de Valverde (1961), sobre el Madrid durante la dictadura de primo de Rivera, y La gallina ciega (1971), crónica de la realidad española en los últimos años del franquismo. Por último, entre las novelas de tema americano destaca Epitalamio del Prieto Trinidad (1942), que narra con gran crudeza una sublevación de presos en una cárcel del Caribe. Max Aub. Considerado uno de los más importantes narradores españoles. Destaca por la extensión de su obra, que incluye novelas y relatos cortos, y por su diversidad estética: vanguardismo, realismo tradicional o testimonial, y experimentalismo. Su producción más considerada es la serie sobre la Guerra Civil y sus consecuencias: Campo cerrado (1943), Campo abierto (1951), Campo de sangre (1945), Campo francés (1965), Campo del Moro (1963) y, la más celebrada, Campo de los almendros (1968). . El suceso no está narrado en orden cronológico, sino mediante saltos entre el pasado y el presente. Rosa Chacel (1898-1995). En el exilio publicó unas cuantas novelas realistas, de estilo muy cuidado y ritmo lento. No tratan temas sociales, ni siquiera la Guerra Civil, sino que se centran en el minucioso análisis psicológico de los personajes femeninos. Destacan Teresa (1941), basada en la vida de la amante de Espronceda, y Memorias de Leticia Valle (1946), que narra el despertar de amoroso de una adolescente. Otros de los escritores que desarrollan su producción narrativa en el exilio destacan también lo siguientes: Arturo Barea con la trilogía La forja de un rebelde (1951). Paulino Masip con su obra El diario de Hamlet García (1944). Manuel Andújar, destaca la trilogía Vísperas (1947, 1949 y 1959) y Historias de una historia (1973)