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LA LEY

MORAL DEL
REINO
(Mt 5:17-48; Lc 6:27-36)
Las responsabilidades
del discipulado.

(Mateo 5:13-16).
Servir como sal, 5:13
La sal era un artículo de mucho valor y de
gran demanda en el tiempo de Jesús. Los
griegos decían que era divina; los soldados
romanos frecuentemente recibían su sueldo en
sal (de allí “salario”) y se consideraba una
ofrenda digna para los dioses. Cumple varias
funciones: purifica, preserva, cura, da sabor y
despierta sed.
El discípulo debe ser una influencia que
purifica, preserva, cura, da sabor y despierta
sed en el sentido espiritual y moral. Si
manifiesta las características del verdadero
discípulo (3–12), su testimonio tendrá este
efecto.
Servir como luz, 5:14–16
Realmente Cristo es la luz del mundo (Juan
1:4–9; 8:12). Los creyentes son la luz del
mundo solamente en la medida que Cristo
mora y reina en sus vidas. Más bien, el
creyente refleja la luz de él. Cul?tivar
diariamente una comunión vital con Cristo es
la única manera para asegurar que la lámpara
esté encendida.
Sería absurdo encender una lámpara, cuya función es iluminar en la
obscuridad, y esconderla de modo que no se vea la luz. Así los
discípulos deben vivir delante del mundo y en el mundo. Sus vidas
deben ser visibles a todos de modo que puedan ver el poder y
beneficios del evangelio: sus vidas transformadas y sus buenas obras a
favor de otros.

La motivación debe ser la de glorificar a Dios, no de ensalzarse a sí


mismos. Glorificar a Dios significa dejar que él se vea tal cual es: todo
poder, todo amor, toda bondad y toda misericordia.
Ni se enciende una luz y se
pone debajo de un almud, sino
sobre el candelero, y alumbra a
todos los que están en casa.
Mateo 5:15
La Ley
mosaica
(Mateo 5:17–20).
El Señor afirma que no ha venido para abrogar
(soltar, disolver, hacer pedazos) la Ley de Moisés, ni a cambiarla. Por
el contrario, las enseñanzas de Jesús revelan su verdadero significado y
la revisten de manera viva y sublime con el nuevo espíritu del
evangelio.

El Maestro ha venido para cumplir la Ley en su propia vida y en la de


sus seguidores. Sin embargo, considera que sus propias enseñanzas
están tan llenas de autoridad y son tan obligatorias como las del
Antiguo Testamento.
Jesús insiste en que los grandes principios y verdades morales son
inmutables, y más permanentes que el mundo mismo. La “jota” se
refiere a la más pequeña de las letras hebreas, mientras que la “tilde” es
un signo o raya que distingue unas de otras a las letras que son
parecidas. Estas leyes nunca pueden dejar de estar vigentes, porque es
Dios quien ha hablado por medio de ellas. Por tanto, no se debe
descuidar el menor detalle de la Ley, sino que es necesario practicarla y
enseñarla.
Jesús contrasta la justicia que El exige con la de los escribas y
fariseos. Ellos se contentan con el estricto cumplimiento de la letra de
la Ley, cosa externa que no emana del hombre interior. Jesús enseña
que la verdadera justicia tiene que ver con los pensamientos, las
intenciones y las actitudes. Vemos en las epístolas que ésta es la
rectitud que brota de un corazón transformado por el Espíritu Santo.
El enojo
(Mateo 5:21–25; Lucas
12:57–59).
No queda duda alguna de que los discípulos de Jesús se asombraron
al oír que ante Dios era tan asesino el nombre que se enojaba contra
su hermano como el criminal que mataba a alguien. Es sabido que
quien alberga la ira en el corazón le desea toda suerte de desgracias
a la otra persona.
La violencia brota del enojo y de la ira. El vocablo raca, traducido
“necio”, significa “cabeza vacía, sin cerebro”; en cambio, “fatuo” es
más fuerte y se refiere al “renegado” o “rebelde”. Equivale a la
expresión que usó Moisés cuando reprendió a los israelitas en el
desierto, y por eso fue privado del gozo de entrar en la Tierra
Prometida (Números 20:10). El que insulta a su hermano con ira y lo
degrada, se pone en camino a la “gehenna de fuego” (infierno de
fuego).
En Mateo 5:23–26, Cristo señala que no
basta con refrenar la ira; es necesario
también que nos reconciliemos con los
hermanos que nos ofendan y con aquellos a
quienes nosotros hayamos ofendido. Si
queremos estar en buena reladón con Dios,
debemos mantener buenas relaciones con los
hombres, y en particular, con los que forman
la familia de Dios.
El adulterio

(Mateo 5:27–30)
El séptimo mandamiento abarca todas las clases de incontinencia y
tiene como fin proteger y asegurar el matrimonio. Jesús enseña ahora
que la pureza del matrimonio no queda totalmente asegurada por
aquella prohibición. Mirando a una mujer con el objeto de estimular
el deseo carnal, se quebranta también la fidelidad matrimonial.
La palabra griega skándalon, traducida “ocasión de caer” tiene varios
significados:
a) Los hoyos cavados en los senderos y disimulados con una cubierta
superficial que eran usados para atrapar a los animales desprevenidos, que
caían dentro,
b) El palo de una red o trampa que la ponía en acción y lo hacia caer en
ella al tocarlo,
c) Una piedra oculta en el camino, con la cual uno puede tropezar. Se
emplea la expresión “escándalo” cuando alguien tienta a otra persona a
pecar. Por lo tanto, se refiere a aquello que “hace que alguien tropiece y
caiga”.
El divorcio

Mateo 5:31, 32; 19:9; Marcos


10:11, 12; Lucas 16:18).
El Antiguo Testamento permitía que los hombres repudiaran a sus esposas
(Deuteronomio 24:1–3). Algunos maestros judíos de la Ley interpretaban
este pasaje de tal modo, que un hombre podía disolver su matrimonio casi
a capricho. Jesús señala que el vínculo matrimonial es permanente e
indisoluble, salvo en los casos de infidelidad por parte de uno de los
cónyuges. Si el marido repudia a su mujer siendo ésta inocente, los dos
cometen adulterio al volverse a casar con otras personas, puesto que sigue
en vigencia la antigua unión matrimonial.
Los
juramentos
(Mateo 5:33–37).
Los rabinos permitían el juramento, con tal que la persona no perjurara.
En cambio, Jesús manda que los hombres no juren en absoluto, sino que
hablen sencillamente la verdad. Los súbditos del Rey deben ser gente de
palabra. Se había desarrollado la idea de que casi no era pecado mentir si
la persona no había jurado que era cierto lo que decía. Los maestros
judíos aun “tenían por obligatorios sólo los juramentos que contenían
algún nombre o atributo peculiar de Dios, o alguna cosa que fuera
eminentemente sagrada”
Jesús quería construir su reino sobre la veracidad. Dios es verdad. Y Jesús
dijo: Yo soy... la verdad (Juan 14:6). El evangelio es verdad de Dios, el
Espíritu Santo es Espíritu de verdad, y Dios manda que hablemos y
andemos en la verdad. Nuestro hablar deber ser sencillo y sincero. No
debe ser necesario reforzar nuestras palabras con juramentos (Stg. 5:12).
El pasaje tiene que ver con conversación general; no prohíbe juramentos
civiles. Por ejemplo, parece que el sumo sacerdote puso a Jesús bajo
juramento, y Jesús respondió bajo juramento (26:63, 64).
La costumbre judía de jurar por Dios o por cosas sagradas violaba el
tercer mandamiento del código del Sinaí: “No tomarás el nombre de
Jehová tu Dios en vano” (Exodo 20:7). Jurar por el cielo, por la tierra
o por Jerusalén también es irreverente, porque con estas expresiones se
hace alusión a Dios. Sin embargo, al parecer Jesús no se refiere a los
juramentos hechos ante tribunales. El mismo consintió en hablar
cuando las autoridades lo conjuraron delante del Sanedrín (Mateo
26:63).
El amor a los
enemigos

(Mateo 5:38–48;
Lucas 6:27–36).
La Ley de Moisés les indicaba a los jueces que debían castigar a
los malhechores según la ley del talión (un castigo igual al
delito) “ojo por ojo, y diente por diente” (Éxodo 21:23–25). Sin
embargo, esta ley no tenía como intención que la persona
ultrajada cobrara venganza, sino evitar que quisiera compensarse
más de lo que era justo
Obviamente no tenemos aquí una lista de reglas a seguir, pues
ninguna lista puede contemplar todas las situaciones posibles. Jesús
está más bien dándonos un criterio, o un principio, con varios
ejemplos, de cómo el amor responde en tales situaciones. El
principio del amor indica que uno debe controlar sus reacciones ante
la violencia, evitar el odio y ma?nifestar un espíritu generoso.
Debemos resistir el mal y al malo (Stg. 4:7), pero no debemos buscar
la venganza por el mal que otros nos hacen. Debemos vencer el mal
con el bien
Obviamente no tenemos aquí una lista de reglas a seguir, pues
ninguna lista puede contemplar todas las situaciones posibles. Jesús
está más bien dándonos un criterio, o un principio, con varios
ejemplos, de cómo el amor responde en tales situaciones. El
principio del amor indica que uno debe controlar sus reacciones ante
la violencia, evitar el odio y ma?nifestar un espíritu generoso.
Debemos resistir el mal y al malo (Stg. 4:7), pero no debemos buscar
la venganza por el mal que otros nos hacen. Debemos vencer el mal
con el bien
Mateo 7:12 dice, “Así que, todas las
cosas que queráis que los hombres
hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque esto es la
ley y los profetas.” Este versículo se
llama la regla de oro. Un predicador
dijo que este versículo es un resumen
de todos los principios incluidos en los
seis ejemplos que dio Jesús en Mateo
5:21-48

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